miércoles, 29 de enero de 2025

«El comedero de Pájaros»

 Un cuento anónimo, con moraleja y muy bien escrito, decía el mensaje que recibí. Y efectivamente es así. El cuento dice: 

 

Me compré un comedero para pájaros, lo colgué en el jardín de mi casa y lo llené de granos y semillas. Era un espectáculo ver a los pajaritos de cerca. Al cabo de una semana eran ya centenares los pájaros que se aprovechaban de la comida gratuita. 

 Luego, empezaron a hacer sus nidos en todos los árboles, arbustos y bajo la terraza. A continuación vino el excremento. Estaba por todas partes. Sobre el piso de la terraza, en la cama elástica, sobre las sillas, sobre la mesa… Después algunos pájaros empezaron a ser agresivos. Se lanzaban sobre mí e intentaban picotearme buscando comida, a pesar de ser yo quien les alimentaba. Otros eran insoportablemente ruidosos instalados sobre el comedero piando y trinando a todas horas, noche y día al ver que la comida escaseaba. 

 Al poco tiempo no conseguía ni siquiera disfrutar mi propio jardín. Por lo que decidí quitar el bonito comedero y en tres días los pájaros desaparecieron. Hice limpieza y puse todo en orden, eliminando incluso todos los nidos de la terraza. Muy pronto mi jardín volvió a ser aquello que siempre había sido: un lugar tranquilo y sereno, sin ningún alborotador reclamando “el derecho a comida gratis”. 

 

            Todo tan simple. Luego con el cuento viene una serie de reflexiones que ya conocemos, replicamos y nos quejamos pero que de nada sirven. Que quienes trabajamos (honradamente, porque actualmente es necesario hacer la precisión) y que con sacrificio hemos obtenido cosas, vemos que cada día nos merman nuestros derechos, cediendo a aquellos que sin tenerlos lo exigen de una manera que obliga a concederlos. Que pagamos impuestos pero los subsidios y prebendas se los llevan los que no lo hacen. La vida se hace más difícil para quienes no queremos todo gratis, para quienes cumplimos con nuestras obligaciones, porque van mermando cada día más nuestras opciones legales.

             Y faltó concluir con el cuento, aunque en los animales no es de esperar pero en los hombres sí, que una vez que dejaron de recibir su comida gratis, empezaron a llegar los alborotadores a reclamar el supuesto derecho que habían adquirido y así la trifulca creció, como creció el derecho de los tales desamparados y se mermaron los derechos de quienes los mantenían.

             Qué desgracia. 

Aristóteles justificaba la limitación del voto a los propietarios de alguna fortuna, o sea, a los que pagaban impuestos, porque si se les concedía el voto a los pobres exigirían tantas ayudas que arruinarían el país: «Los pobres sólo reciben, no dan, y siempre piden más.»[1] 

Tomado de Facebook
474011986_10235325000935611_5447715190217386312_n


[1] Historia del mundo contada para escépticos. Juan Eslava Galán.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario