lunes, 13 de enero de 2025

ESCRITURA

 A través de los libros, anidamos en la piel de otros, acariciamos sus cuerpos y nos hundimos en su mirada. Y, en un mundo narcisista y ególatra, lo mejor que le puede pasar a uno es ser todos.[1]  

Nunca lo había pensado cuando escribía, podía creerse, si se pudiera, que eran meros monólogos, sin saber que podían ser diálogos, a pesar de estar escritos en un solo sentido, de mí hacía mí, como recordatorio de estar vivo, de tener en la vejez una actividad que me llenara y satisficiere, a pesar de las ausencias de inspiración en ciertos momentos, un ancla en la cual encallar con alguna seguridad.

Pero cuando veo que alguien se toma la molestia de leerme, veo ahora que el anónimo monólogo se trastoca en un diálogo, igualmente anónimo, como conversación entre dos amigos, en la que uno de ellos lleva la voz cantante, mientras el otro, en silencio elocuente, nada bullicioso, se permite ser un mero espectador y más que espectador en un oidor de historias ajenas, aunque más que historias son narrativas de cotidianeidades de una mente dispar o si se prefiere ideas locas de una mente senil[2], sin pretender tildarme con la definición humillante que pueda tener la palabra, pues senil tampoco implica necesariamente debilidad mental o al menos eso podría creer, aunque lucidez en los temas variados, en muchos de ellos podrán ser no propiamente tales.

 Como sea, el monólogo iniciado y convertido, por obra de la palabra escrita en diálogo, me hizo sentir, palpar y figurar que cuando me dedico a la lectura de un buen libro, me convierto en el cómplice necesario que requieren el autor y sus personajes para cobrar vida y con ellos me recreo permitiendo que en vez de tener horas de aburrimiento éstas pasen cual minutos voladores de disfrute y por qué no decirlo, de ensoñación. 

El hábito de leer no nos hace necesariamente mejores personas, pero nos enseña a observar con el ojo de la mente la amplitud del mundo y la enorme variedad de situaciones y seres que lo pueblan. Nuestras ideas se vuelven más ágiles y nuestra imaginación, más iluminadora. Al asomarnos a la madriguera de un relato, escapamos de nosotros y nos proyectamos en los personajes de un país inventado.[3] 

Tomado de Facebook
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[1] Manifiesto por la lectura. Irene Vallejo.

[2] Perteneciente o relativo a la persona de avanzada edad en la que se advierte su decadencia física. (RAE) Nótese que la referencia académica se refiere a la decadencia física y no mental y a ello me refería.

[3] Manifiesto por la lectura. Irene Vallejo.


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