viernes, 16 de diciembre de 2016

EL ESPEJO, MI ALTER EGO (III)

Sólo podemos mostrar coraje en la cara del miedo.

Dan Millman. Inteligencia Espiritual. 

Y hablaba del miedo y hasta del morboso.

Y, a propósito, susto, miedo, temor, incluyendo culillo –palabra semejante a miedo?-, hasta dónde, por su significancia me estaré desviando. Sustos he pasado muchos, con vivos y difuntos. Temores, he tenido y aún conservo muchos. Temor de cosas desconocidas, de novedades que se aproximan, de suspicacia y desconfianza. Y miedos? Quién dijo miedo?

En aras a confundirme, a veces me gustan los ejercicios intelectuales y por ello haré un desvío hacia el significado y sinonimia de palabras, que para el efecto dice, según RAE:

susto.
1. m. Impresión repentina causada por miedo, espanto o pavor.
2. m. Preocupación por alguna adversidad o daño que se teme.
miedo.
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
temor.
1. m. Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
2. m. Presunción o sospecha.
3. m. Recelo de un daño futuro.

Miedo y son sinónimos: pavor, pánico, terror, horror, susto, temor, angustia, canguelo [col.], cague [col.]

Susto, sinónimos: sobresalto, miedo, patatús, alarma


Y de susto, miedo y temor comparten como sinónimos: sobresalto, alarma, julepe, pavor, espanto, pánico, aspaviento, terror, respingo, rebato, horror, pusilanimidad, preocupación, zozobra, angustia, duda, sospecha, turbación, perturbación, pesadilla, angustia, agobio, impresión, entre otros más, si se va a hilar delgado.

En conclusión, el grado de afectación hace que cambie la denominación e igualmente depende de la persona, para los arriesgados a las alturas es simple culillo, para otros menos arriesgados es como miedito y para los nada arriesgados es un pánico irracional. En todos los casos, adrenalina pura.

Hablando de pánicos irracionales, dos experiencias de viejo me han marcado. Con todo lo que uno carga ya y viene a inventarse más cargas innecesarias. Pero ya que estamos hablando, no pueden pasar desapercibidas, pues si algo recóndito queda de ellas, deben ser superadas. Aunque a propósito, en uno de los libros de Coelho existe un ejercicio de la muerte, creo que se llama y sintetizando consiste en que la persona debe acostarse en el suelo y cerrados los ojos concentrarse pensando en su propio funeral, desde que es metido al cajón, el velorio, la noche, la mañana siguiente, misa de réquiem, entrada al cementerio y su posterior entierro bajo tierra, escuchando palada a palada, hasta que queda el silencio absoluto. Naturalmente hice el ejercicio y la liberación consiste en que luego de todo uno como difunto debe resucitar, como si estuviera saliendo del ataúd. Dejo el resto a la imaginación.

Soy proclive a los experimentos raros. No sé cuál fue la causa que me llevó a éste. En medio de la oscuridad y el silencio de la noche, empecé a pensar en fantasmas, en ánimas en pena y no supe si la concentración fue tan efectiva que comencé a sentir en el corredor, no fantasmas ni ánimas, sino energías, pero nada buenas, eran como energías que hacían más negra la noche y quién dijo susto. Siendo tan machito, como sostenía mi madre, me empecé a aculillar y sentí cómo sombras negras ingresaban al cuarto y me sentía impotente y el miedo miedo empezó a apoderarse de mí y el machito que había se convirtió en el cobarde del pueblo. La única solución para ese momento fue levantarme a toda velocidad y prender la luz. Tranquilizarme, volver a la lógica, repitiéndome: los fantasmas no existen, los fantasmas no existen, quién me mandó a meterme en lo que no debía… Efectivamente aprendí a no meterme en temas en que no debo hacerlo. Producto de la imaginación? Invocación efectiva? No lo sé, nunca lo sabré, pero tampoco importa. Olvidaba mencionar que durante una semana, aproximadamente, fue miedosa la oscuridad de la noche al momento de dormir. No recuerdo bien cuál fue el exorcismo que me tocó hacer, pero que lo hice lo hice. Tal vez fue volver a los fueros de la niñez: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía… Un miedo adquirido voluntariamente, o por lambón, diría cualquiera.

El otro miedo, ni siquiera sé cómo lo adquirí. Me habían escaneado el cuerpo varias veces, pero las últimas experiencias metido en esa máquina me obligaron a un tranquilizante. Pero no sé si fue producto de la máquina misma, de la sensación que impide salir corriendo, el sentir una pared a dos centímetros de la nariz, lo que pareciera que impide la respiración o que sólo ese espacio contiene el último aliento posible o cuál fue la causa real. El caso es que en los últimos años montar en flota o aviones, en donde el pasajero de adelante echa para atrás su silla, haciendo quedar ésta a escasos centímetros de mi cara me hace sentir la sensación horrible de ahogo y la necesidad de salir corriendo a un lugar donde haya más aire, donde pueda respirar mi propio aire. Ese miedo a ahogarme, si no lo controlo me llevará en la vejez a ser un anciano mañoso y malhumorado, porque la sensación de falta de oxígeno es demasiado tenebrosa y angustiante a la vez. Miedo sin sentido! Por eso he investigado el asunto. Recomendaciones: tranquilícese, mantenga la calma, piense positivo, trate de pensar en cosas bonitas, en la playa, en un grato día. Debo superarlo.

Y hay miedos que pueden ser más temores, sospechas o recelos, pero que por su propia apariencia de miedo, o al menos aparentemente camuflados en éste, generan y no por su proximidad, el permanente estado de desasosiego. Me refiero a todas esas tendencias, genéticas digo yo, relacionadas con el mundo de lo negativo, educadora de tiempos inmemoriables y que trascienden a través de la repetición adquirida por los mayores. El temor que surge de “por qué se está retrasando…”, “le habrá pasado algo…”, “será que…”, etc. y lo mejor de todas esas suposiciones es que cuando ya están arraigadas en ese momento en la cabeza, se pretende sacudirlas con frases afirmativas que conducen a mayor temor y que culminan con las oraciones de espanto o de exorcismo. Es una especie de sadomasoquismo mental.

Otras suposiciones, parte genéticas y parte adquiridas, los temores de “me voy a quedar sin empleo”, “esta vez sí me echan”, “hasta cuándo estaré”, “y después qué voy a hacer” con el consabido “Ay Dios mío!”. Éstas son cambiantes de acuerdo con la edad, pues se iniciaron con el “Ojalá no me pidan la tarea”, “fue que…”, pasan por la adolescencia, la edad universitaria, etc. etc.

                Ser hombres, en el sentido amplio de la palabra, requiere de una buena dosis de normalidad mental, porque entre la genética y el aprendizaje es cosa de volverse locos. Camuflarse, desresponsabilizarse parecieran que son parte de los mecanismos de defensa adquiridos necesarios para sobrevivir? O es simple excusa para exorcizarme?

                Conclusión del ejercicio, mi vida ha pasado por simples culillos –alguien debe probar la definición de esta palabreja, la mía, sería impublicable-. Fuera de la claustrofobia con ganas de ser exorcizada, aún podemos convivir espejo y yo, sin temor a recriminaciones mutuas, porque, creo, soy normal, demasiado normal y espero que los miedos y fantasmas, que hasta el momento son soportables, no se me alboroten a medida que la edad avance y que de adulto mayor o de tercera edad, no llegue a ser llamado viejo cacreco, lleno de vicios y temores inexistentes.

Y por último se preguntarán y este capítulo qué tiene que ver con el alter ego? Mi respuesta: no tengo ni idea. Será que mi alter ego también es un miedoso?

 “Deja que tu fe sea más grande que tu miedo”

Hebreos 13:6??

Foto: JHB (D.R.A.)

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