Sólo podemos mostrar coraje en la cara del miedo.
Dan Millman.
Inteligencia Espiritual.
Y hablaba del miedo y hasta del morboso.
Y, a propósito, susto, miedo, temor, incluyendo
culillo –palabra semejante a miedo?-, hasta dónde, por su significancia me estaré
desviando. Sustos he pasado muchos, con vivos y difuntos. Temores, he tenido y aún
conservo muchos. Temor de cosas desconocidas, de novedades que se aproximan, de
suspicacia y desconfianza. Y miedos? Quién dijo miedo?
En aras a confundirme, a veces me gustan los
ejercicios intelectuales y por ello haré un desvío hacia el significado y sinonimia
de palabras, que para el efecto dice, según RAE:
susto.
1. m. Impresión repentina causada
por miedo, espanto o pavor.
2. m. Preocupación por alguna adversidad
o daño que se teme.
miedo.
1. m. Perturbación angustiosa del
ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien
tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
temor.
1. m. Pasión del ánimo, que hace
huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.
2. m. Presunción o sospecha.
Miedo y son sinónimos: pavor, pánico, terror, horror, susto, temor, angustia, canguelo [col.], cague [col.]
Susto, sinónimos: sobresalto, miedo, patatús, alarma
Y de susto, miedo y temor comparten como sinónimos:
sobresalto, alarma, julepe, pavor, espanto, pánico, aspaviento, terror, respingo,
rebato, horror, pusilanimidad, preocupación, zozobra, angustia, duda, sospecha,
turbación, perturbación, pesadilla, angustia, agobio, impresión, entre otros más,
si se va a hilar delgado.
En conclusión, el grado de afectación hace que
cambie la denominación e igualmente depende de la persona, para los arriesgados
a las alturas es simple culillo, para otros menos arriesgados es como miedito y
para los nada arriesgados es un pánico irracional. En todos los casos, adrenalina
pura.
Hablando de pánicos irracionales, dos experiencias
de viejo me han marcado. Con todo lo que uno carga ya y viene a inventarse más cargas
innecesarias. Pero ya que estamos hablando, no pueden pasar desapercibidas, pues
si algo recóndito queda de ellas, deben ser superadas. Aunque a propósito, en uno
de los libros de Coelho existe un ejercicio de la muerte, creo que se llama y sintetizando
consiste en que la persona debe acostarse en el suelo y cerrados los ojos concentrarse
pensando en su propio funeral, desde que es metido al cajón, el velorio, la noche,
la mañana siguiente, misa de réquiem, entrada al cementerio y su posterior entierro
bajo tierra, escuchando palada a palada, hasta que queda el silencio absoluto. Naturalmente
hice el ejercicio y la liberación consiste en que luego de todo uno como difunto
debe resucitar, como si estuviera saliendo del ataúd. Dejo el resto a la imaginación.
Soy proclive a los experimentos raros. No sé
cuál fue la causa que me llevó a éste. En medio de la oscuridad y el silencio de
la noche, empecé a pensar en fantasmas, en ánimas en pena y no supe si la concentración
fue tan efectiva que comencé a sentir en el corredor, no fantasmas ni ánimas, sino
energías, pero nada buenas, eran como energías que hacían más negra la noche y quién
dijo susto. Siendo tan machito, como sostenía mi madre, me empecé a aculillar y
sentí cómo sombras negras ingresaban al cuarto y me sentía impotente y el miedo
miedo empezó a apoderarse de mí y el machito que había se convirtió en el cobarde
del pueblo. La única solución para ese momento fue levantarme a toda velocidad y
prender la luz. Tranquilizarme, volver a la lógica, repitiéndome: los fantasmas no existen, los fantasmas no existen,
quién me mandó a meterme en lo que no debía… Efectivamente aprendí a no meterme
en temas en que no debo hacerlo. Producto de la imaginación? Invocación efectiva?
No lo sé, nunca lo sabré, pero tampoco importa. Olvidaba mencionar que durante una
semana, aproximadamente, fue miedosa la oscuridad de la noche al momento de dormir.
No recuerdo bien cuál fue el exorcismo que me tocó hacer, pero que lo hice lo hice.
Tal vez fue volver a los fueros de la niñez: Ángel de mi guarda, mi dulce compañía… Un miedo adquirido voluntariamente,
o por lambón, diría cualquiera.
El otro miedo, ni siquiera sé cómo lo adquirí.
Me habían escaneado el cuerpo varias veces, pero las últimas experiencias metido
en esa máquina me obligaron a un tranquilizante. Pero no sé si fue producto de la
máquina misma, de la sensación que impide salir corriendo, el sentir una pared a
dos centímetros de la nariz, lo que pareciera que impide la respiración o que sólo
ese espacio contiene el último aliento posible o cuál fue la causa real. El caso
es que en los últimos años montar en flota o aviones, en donde el pasajero de adelante
echa para atrás su silla, haciendo quedar ésta a escasos centímetros de mi cara
me hace sentir la sensación horrible de ahogo y la necesidad de salir corriendo
a un lugar donde haya más aire, donde pueda respirar mi propio aire. Ese miedo a
ahogarme, si no lo controlo me llevará en la vejez a ser un anciano mañoso y malhumorado,
porque la sensación de falta de oxígeno es demasiado tenebrosa y angustiante a la
vez. Miedo sin sentido! Por eso he investigado el asunto. Recomendaciones: tranquilícese,
mantenga la calma, piense positivo, trate de pensar en cosas bonitas, en la playa,
en un grato día. Debo superarlo.
Y hay miedos que pueden ser más temores, sospechas
o recelos, pero que por su propia apariencia de miedo, o al menos aparentemente
camuflados en éste, generan y no por su proximidad, el permanente estado de desasosiego.
Me refiero a todas esas tendencias, genéticas digo yo, relacionadas con el mundo
de lo negativo, educadora de tiempos inmemoriables y que trascienden a través de
la repetición adquirida por los mayores. El temor que surge de “por qué se está retrasando…”, “le habrá pasado
algo…”, “será que…”, etc. y lo mejor de todas esas suposiciones es que cuando
ya están arraigadas en ese momento en la cabeza, se pretende sacudirlas con frases
afirmativas que conducen a mayor temor y que culminan con las oraciones de espanto
o de exorcismo. Es una especie de sadomasoquismo mental.
Otras suposiciones, parte genéticas y parte adquiridas,
los temores de “me voy a quedar sin empleo”,
“esta vez sí me echan”, “hasta cuándo estaré”, “y después qué voy a hacer” con
el consabido “Ay Dios mío!”. Éstas son
cambiantes de acuerdo con la edad, pues se iniciaron con el “Ojalá no me pidan la tarea”, “fue que…”,
pasan por la adolescencia, la edad universitaria, etc. etc.
Ser hombres, en el sentido
amplio de la palabra, requiere de una buena dosis de normalidad mental, porque entre
la genética y el aprendizaje es cosa de volverse locos. Camuflarse, desresponsabilizarse
parecieran que son parte de los mecanismos de defensa adquiridos necesarios para
sobrevivir? O es simple excusa para exorcizarme?
Conclusión del ejercicio,
mi vida ha pasado por simples culillos –alguien debe probar la definición de esta
palabreja, la mía, sería impublicable-. Fuera de la claustrofobia con ganas de ser
exorcizada, aún podemos convivir espejo y yo, sin temor a recriminaciones mutuas,
porque, creo, soy normal, demasiado normal y espero que los miedos y fantasmas,
que hasta el momento son soportables, no se me alboroten a medida que la edad avance
y que de adulto mayor o de tercera edad, no llegue a ser llamado viejo cacreco,
lleno de vicios y temores inexistentes.
Y por último se preguntarán y este capítulo
qué tiene que ver con el alter ego? Mi respuesta: no tengo ni idea. Será que mi
alter ego también es un miedoso?
“Deja que tu fe sea más grande que tu miedo”
Hebreos 13:6??
Foto: JHB (D.R.A.)
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