Es extraño cómo cambia la manera de ver la vida
cuando uno envejece. Es como si… las cosas se alejaran de uno. (1)
Somos lo que somos o lo que pretendemos ser? O peor aún, lo que
pretenden que seamos.
A estas alturas de la vida me hago la pregunta, una y otra vez, pretendiendo
no saber lo que soy o sabiendo lo que soy pero no confesándolo para pasar
inadvertido? Para pasar invisible?
Nueva pregunta retórica imposible de contestar, por ser retórica
naturalmente, no por más. Como no podemos ser objetivos con el prójimo, mucho
menos lo podemos ser con nosotros mismos al que le tenemos o excesiva confianza
o notoria desconfianza de apreciación y aún de aprecio.
Y por no ser objetivos no podemos definirnos, no podemos concretar
quiénes somos ni aún ante el espejo que a pesar de que no engaña, lo hace
cuando se le mira a los ojos, porque no se deja mirar al mismo tiempo los dos
ojos: o es izquierda o es derecha, pero ambos no se dejan ver, tal vez para no
verse descubierto, para no desilusionar o para no mostrar su verdadera cara.
Todo queda oculto y reformulo la pregunta: Por qué tememos
mostrarnos como somos? Si es que somos. Por qué nos mostramos como no somos? Si
es que seguimos siendo, a pesar nuestro.
Y qué opinión podremos tener de lo que no somos? de lo que
reflejamos pero no somos, de lo que mostramos pero que ocultamos, para no
mostrar toda nuestra miseria o, tal vez, para ocultar nuestra belleza, aquella que
es mejor no mostrar para no despertar envidia.
Y queda entonces en el aire esa sensación de no saber quiénes
somos, sabiendo que nunca obtendremos respuesta, tal vez porque no la haya.
Todo cuanto yo hago es efímero. –Se
lamentó (…) Al no hallar nada, lo inundó una terrible sensación de vacuidad
espiritual. (2)
Foto: JHB (D.R.A.)
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