En todas las almas, como en todas
las casas, además de fachada, hay un interior escondido.(1)
A esta edad, en que ya plácido puedo andar sin
la afugia(2) de la vida, me genera curiosidad ver a los mayores que yo, aquellos ya
rondantes al centenario, diría yo, que se la pasan en la ventana sin
consonancia ni asonancia porque ya las arrugas por sí mismas predicen que el
futuro incierto les está rehuyendo, irremediablemente.
Trato de imaginarme cuáles pueden ser sus
pensamientos, sus quereres, en medio de su propio silencio, donde las arrugas
esconden cualquier tipo de gesto delator que pudiera permitir vislumbrar su
estado de ánimo o al menos su propia armonía.
Verlos casi imposibilitados de movimiento, de
querer y por qué no, de la vida misma. Allí quietos, estáticos, tal vez rogando
a los cielos que se acuerden de ellos y ese esquivo deseo de ya descansar,
hasta descansar de ese descanso eterno del día a día.
O tal vez, muy seguramente, mirando a la gente
pasar, tratando de elucubrar qué le está pasando a ese caminante, cuáles sus
angustias, cuáles sus quereres, tratando de recordar los suyos, tratando de
descubrir lo que yo trato de descubrir de sus vidas.
Se les ve mirar con indiferencia, al parecer
sumidos en sus propios pensamientos, los del pasado lo más seguro; los de ahora,
quién sabe; los de su futuro, lo ignoro. Sólo les veo el cansancio, el
cansancio de vida, la imposibilidad de un salir, de un compartir, de departir
en su propia soledad, sin nadie que les oiga, cansados de oírse a sí mismos.
No poder preguntarles qué piensan, qué opinan,
qué desean, aunque sus respuestas sean resbalosas, inaudibles, retóricas,
porque tampoco lo querrán confesar.
También es posible, tal vez lo más seguro, es
que desde su ventana ven lo bello de la vida, ven el mundo pasar, hilando el
pasado, sonriendo para sus adentros, confesándose lo inconfesable y
agradeciendo el poder haber llegado a sentarse plácidamente ante un ventanal,
sin que nada más les importe, sin nada qué necesitar, al tenerlo todo,
esperando sólo la eternidad.
Será que simplemente me angustia ver cómo la
vida puede pasar en una eterna monotonía carente de razón? O pienso por ellos,
como si fuera yo, clamando para que suceda lo inevitable y que el tiempo se
detenga, al menos para saber si hay un otro lado?
Pendejadas de uno! (Sí, deje de ser desocupado y póngase a hacer algo productivo, que la
vida está llena de viejos mirando por la ventana, oigo decir…)
Los fantasmas de carne y hueso existen. Son esas parejas, padres o
amigos que, como espectros, se aíslan del instante. En la oficina es el que no
habla; en la casa es el que se encierra; en la cama es el que se da la vuelta.
Presentes en cuerpo pero muy ausentes de alma, viven en el pasado y añoran a
quien ya no está; viven en el futuro y desean lo que aún no tienen; viven de
ensoñaciones en la casa vecina con la infidelidad de turno y se esconden tras
un deseo. Están sin estar. Seres que no son de aquí. Tampoco de allá.(3)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Raúl Brandao, refiriéndose a la
obra de Saramago.
(2) Esta palabra es común en Colombia con el significado
de 'apuros, dificultades o aprietos'. Es de género femenino y se usa en
plural afugias o afugías (con o sin acento). En español no es frecuente y
el Diccionario de la Real Academia no la recoge. http://www.fundeu.es/consulta/afugia-3993/.
Sólo era una palabra altisonante, creo que muy paisa, que me vino en ese
momento, no fue cosa de lucidez ni de profundo conocimiento.
(3) Diana Castro Benetti. Presencias ausentes.
http://www.elespectador.com/opinion/presencias-ausentes-columna-701933
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