En un momento de espera intemporal
me encontré frente a un jardín infantil y me llamó la atención el grupo de
niños presentes, al parecer equilibrado el número entre niños y niñas, aunque
de pronto eran más ellas que ellos.
Fueron llamados a formar frente a un
muro y la orden impartida fue cumplida oportunamente por algunos, otros parecieran
más renuentes a cumplirla, uno que otro indiferente y otros parecía borregos
que seguían al rebaño.
Paso siguiente, mientras se impartía
la subsiguiente orden me encontré viendo a los inquietos, a los indiferentes, a
los renuentes, mientras otros estaban pendientes de los demás, imponiéndose o
luchando por imponerse frente a los otros alfas. Unos apacibles, otros
repelentes, todo eso me hizo pensar en mis tiempos laborales.
Nada más recordar comités, reuniones
o el diario acaecer en la oficina, lo variopinta que era, me encontraba con los
proactivos, los pasivos, los negativos, los indiferentes, los líderes, los
machos alfa, los que querían predominar, los que se escondían en la multitud y
naturalmente me veía yo mismo asumiendo cada uno de esos papeles según la
época, la situación, la circunstancia.
Y concluí que todo sigue igual, que
desde pequeños aprendemos a amoldarnos a la situación, a adquirir cada careta,
cada faceta según la oportunidad. Desde niños somos oportunistas, qué vaina, me
dije, pero qué se puede hacer, me consolé. Nada cambia, todo sigue igual.
Amigos
míos, nadie escapa a su destino…(1)
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