La quinta acepción de sueño según la Academia es Cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse. A esta me referiré.
Nunca la había visto desde esa óptica porque los
sueños son precisamente aquellas esperanzas que hacen que la vida valga. Quién
no ha soñado? Quién no ha tenido sueños? Quién, en últimas, no ha tenido la
necesidad de mantener los sueños como una forma de no ver la vida insípida, sin
ilusión?
Pero siendo prácticos y si se quiere, realistas, los
sueños, en este sentido, se reducen a eso, a la esperanza de algo que no tiene
mayor probabilidad de realizarse.
Sin embargo, estamos programados para vivir de sueños,
sueños de tener, poseer, lograr, cambiar, lo que sea; de lo nimio a lo
extravagante; por deseo, por poder, por envidia, por dar envidia.
Pero y qué de los sueños que no se cumplen, por más
voluntad que se le ponga? Frustración es lo que llega a conducir, el sinsabor
de la esperanza malograda y como soñar no cuesta nada, lo mejor es dejar de
tener sueños inalcanzables y soñar con lo posible, para ver si se da o al menos
es tener una esperanza fundada en deseo alcanzable, pues de lo contrario se
muere como un iluso amargado.
Por su parte, el ensueño,
en acepciones siguientes a la definición básica, la RAE lo señala como 2. m. Ilusión, fantasía. de ensueño: 1. loc. adj. Ideal, fantástico, maravilloso. Ya no es esperanzador, es simplemente imaginar lo maravilloso que podría ser, sin ilusiones de que se convierta en realidad.
Y culmino
preguntándome, qué sería de uno sin tener sueños, sin al menos echar globos de ensoñación,
pero siendo realista, nos tenemos que sujetar de la realidad, que es cruda,
ocultándonos en la irrealidad de los sueños, así sea en medio de la ensoñación,
que no le hace daño a nadie.
… estaba destinada a perderlo todo, para encontrarlo todo.
Porque solamente alguien que se vacía puede ser llenado de nuevo. En el vacío
está la luz del entendimiento, y el cuerpo de esa criatura era como un bello
recipiente en el que se podían volcar las joyas más preciosas de la flor y el
canto de sus antepasados, pero no para que se quedaran eternamente ahí sino
para ser recicladas, transformadas y vaciadas de nuevo.(1)
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