viernes, 3 de julio de 2020

GLOBOS

Si das un pescado a un niño hambriento lo nutrirás una jornada. Si le enseñas a pescar, lo nutrirás toda la vida.

Lao Tsé.

           

            Pensaba en el hambre del mundo, en la gente que podía haber tenido y con esta pandemia pudieron acabar de perder lo poco que tenían.

 

            Pensaba en las opiniones optimistas, en las pesimistas y de las realistas o imaginativas de quienes proponen soluciones, utópicas o de red social, donde todos podemos pontificar, sin rubor y sin sustento. Estas opiniones son profundas, sobre todo cuando se trata de disponer de la plata ajena.

 

            Luego pensé que el hambre estaba amarrado a la pobreza y pensé que el problema era la pobreza, en la medida en que no puede ser regalado, porque se convierte en derecho imaginario de la pobreza y esa sí no la erradicaba ni Mandrake.

 

            Cuando un pobre cree tener un derecho que no tiene lo adquiere, lo defiende hasta con los dientes.

 

            Acostumbrarse a dar una moneda diaria a alguien, el día en que se le niegue cree que se le ha vulnerado su derecho a recibirla y la costumbre se convierte en odio, la bendición diaria se convierte en maldición, al parece por mezquindad de quien dejó de dar, sin ser su obligación.

 

            Pero sigo con mi pensamiento utópico y de quien dispone de la plata ajena. Entonces me pregunté si se redujera el gasto militar, de espionaje, los gastos inútiles del gobierno y los que lo hacen, los viajes espaciales, habría bastante plata que permitiera amortiguar la pobreza y, con ella, el hambre. Pero nada de regalar, sigo opinando que al pobre no se le puede ni debe regalar nada, debe haber contraprestación, de alguna manera, pues de lo contrario el pobre sigue exigiendo su imaginario derecho a lo regalado, convertido en obligación, igualmente imaginaria.

 

            Es cierto, lo que uno adquiere de su propio bolsillo y esfuerzo es más apreciado que cuando se lo han regalado.

 

            Como verán, no tenía nada qué escribir, pero sí mucho qué pontificar y estaba echando globos, pues es gratis y no causa rubor alguno.

 

No tenemos palabras para describir ni siquiera para imaginarnos un modo de vida en el que no haya frustración, pena, ni dolor, y que no se halle condicionado por factores que estén más allá de nuestro control.(1)

Tomado de Facebook


[1] Karen Armstrong. Buda. Una biografía.


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