Nombre de un documental sobre budismo de Netflix o Camina conmigo. Pero antes de entrar en tema quiero precisar, sin ningún ánimo de demérito, de desprestigiar o desacreditar a religión alguna, que viendo la entrevista al monje tibetano concluí por qué son felices, según lo afirman. Si estuviera en su misma situación creo que lo sería plenamente, pues no se preocupan por el día a día y sus afugias, ni por pagar impuestos, ni siquiera por el techo o la comida, porque no se preocupan, en fin, por todo lo que el resto de mortales debemos soportar para sobrevivir ese día a día. He ahí la diferencia.
El
documental es bueno, concluyendo que es la ansiedad y el miedo lo que impide
obtener la felicidad o al menos algún grado aceptable de ella. No estamos
preparados para confiar en la vida y por eso, en momentos calamitosos, no somos
capaces de decir: qué hijueputas, no puedo hacer nada, que sea lo que Dios
quiera (como una forma de delegar el hecho y la consecuencia). Esto me hace
recordar algo que oí sobre los hechos acaecidos o las preocupaciones y cómo
solucionarlas: Si el problema tiene solución, para qué preocuparse. Si no tiene
solución, para qué preocuparse. Una buena respuesta russelliana, a lo
inevitable no hay quién se resista.
En
el documental se hacían preguntas trascendentales cuya respuesta era bastante
simplista, pero, acertada. Qué quiere la vida de mí? Vivirla. Cuál es el
propósito de la vida? Vivir. Pero nos encanta complicarnos la vida y más
aquellos que vivimos echando globos y haciendo preguntas retóricas -para
simular ser filósofos-.
Y
otras preguntas que se hicieron en el documental, se preguntaba que en la
búsqueda de la felicidad, realmente qué era lo que buscábamos, qué buscamos,
qué entendemos por esa felicidad añorada. Y allí el silencio es notorio si es
que buscamos respuesta al interior. En el exterior nos dirán miles de
respuestas, que hay que motivarse, que hay que hacer automotivación constante,
para no decaer, supongo. Tener amor incondicional, amor altruista, tener
compasión con la humanidad, frases que caben en un libro de autoayuda, pero eso
de tener amor altruista a toda la humanidad a mí no me cabe en la cabeza más
sabiendo el odio, la repulsión o el rechazo que tengo respecto de ciertos
elementos humanos de los que no es el caso mentar, darles amor altruista… digo,
ahí ya no va conmigo en el entendimiento de tan profundo pensamiento.
Pero
bueno, el monje daba consejos sencillos, como la meditación, el yoga, el
nutrirse de buenos pensamientos, pensamientos positivos, haciéndolos una
rutina, de agradecimiento, por ejemplo. Y allí aparece la rutina, la que tanto
critico pero que es constante; si se pudiera, se diría que se trata de una
rutina buena que se logra a través de la repetición constante y permanente,
hasta que el piloto automático lo haga automáticamente, sin ningún esfuerzo de
nuestra parte, debiendo ser un proceso de disfrute, porque nada se logra de
una.
Y
otra frase que me llamó la atención hacía referencia a la frescura pura del
momento. Se explicaba como la capacidad de ser conscientes de las cosas bellas
o buenas que nos rodean, de hacer un alto en el camino y alejarse del piloto
automático, tan simple como parar, respirar y ser conscientes de las campanadas
de un reloj, de la admiración del cielo (azul, gris o negro, en cualquier matiz
el cielo tiene su encanto). Y se preguntaba por qué en medio de un paseo o en
plan turismo allí sí nos contentamos con nada, no necesitamos estar pendientes
de un celular, ni de la agitación del día, nos volvemos contemplativos
automáticamente, nos damos el placer de mirar un atardecer, cosa que nunca
hacemos en la ciudad. El mero paisaje libera y no cuesta nada. Eso se llama
frescura pura del momento, o al menos así lo entendí. Porque el mundo está
lleno de distractores y esos son los que nos impiden el poder centrarnos.
En
fin, el mundo está lleno de distractores y ya no sabemos distinguirlos, por eso
estamos como estamos.
Sí, he oído hablar de la negación, pero no
creo que exista -respondió Langdon con sarcasmo.
Sienna entornó los ojos.
-Muy ingenioso, pero créeme, se trata de algo
muy real. La negación es una parte esencial del mecanismo de defensa del ser
humano. Sin ella, cada mañana nos despertaríamos aterrorizados ante la
posibilidad de morir. La mente bloquea nuestros miedos existenciales y se
centra en cuestiones que podamos afrontar, como llegar a tiempo al trabajo o
pagar nuestros impuestos. Para sobrevivir nos deshacemos de los miedos
existenciales tan rápido como podemos, y dedicamos nuestra atención a tareas
simples y triviales diarias.[1]
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