miércoles, 14 de agosto de 2024

LA FELICIDAD NO EXISTE

                 Por estar leyendo unos libros, no apropiados para mi edad o precisamente por estar en esta edad (es lo que no sé), me vi enfrentado a un categórico[1] o si se quiere a una verdad categórica[2], si me ciño a los principios filosóficos que alguna vez oí, tema sobre el que en cualquier caso intuía su existencia, pero de la que no me había parado a reflexionar un poco más.

                 Y así la leí[3], de frente, sin anestesia: La felicidad no existe, (así, la felicidad no existe punto). Como decía el escritor de esas palabras No se trata de que yo pretenda convencerle: ese es un tipo de vanidad que no me afecta. Si he de ser sincero, me tienta más la vanidad de divertirle que la de convencerle. Si el argumento no le parece válido, tire el libro[4].

                 Pensemos en la afirmación como un mero concepto[5] y como tal envuelve una profundidad tal que es imposible divisar el fondo del mismo. Pensado así, como concepto, es producto de la repetición de generación en generación, tal como pueden ser los conceptos de patria, religión, Dios, por citar algunos, los cuales resultan ser vagos, vacuos, pero a su vez, profundos, en la medida en que están incrustados en nuestra mente como verdades imposibles de controvertir (y que de ser posible su controversia, al menos en el campo religioso, resultaría uno expulsado cual paria, inocente, por demás).

                 Pero, como siempre, me he ido desviando un poco y hablando de la felicidad, el primer paso sería definir la felicidad (aunque de entrada sé que es bien difícil definirla de una manera concreta y a satisfacción de todos). La RAE dice: Estado de grata satisfacción espiritual y física[6]. Si se quiere complicar más el asunto dice Wikipedia: Se entiende en este contexto como un estado de ánimo positivo. Dicho estado de ánimo es subjetivo y, por tanto, se refiere a un hecho autopercibido. Esto implica que una misma serie de hechos puede ser percibido de manera diferente por personas con diferentes temperamentos, y por tanto lo que para una persona puede ser una situación feliz para otra puede llevar aparejada insatisfacción e incluso frustración. Es por esa razón, que la felicidad a diferencia de otros hechos relacionados con el bienestar se considera una situación subjetiva y propia del individuo (en contraposición a hechos objetivos en los que diferentes observadores concordarían). Y ni hablar de algunas constituciones que pretenden que la felicidad sea un derecho, cuando lo natural, según el racionalismo y la vida práctica nos llevan a pensar que el estado lo entiende en sentido contrario (y de serlo resultaría más fácil de explicar, de entender y de vivir pues así seríamos menos infelices), pero es tema que no quiero profundizar.

                 Prosigo con lo que venía. Me gustó una alusión de la misma palabra (felicidad) considerada como valor supremo, como meta en la vida, como elixir con olor a nirvana, es decir, como deseo ante la imposibilidad de lograr su realización permanente.

                 Baste preguntarse: soy feliz? Y eso me lleva a un grafiti que alguna vez fotografié en una pared anónima, de algún anónimo que se atrevió a hacerlo: Soy feliz, pero no mucho!

                 Sin darse cuenta ese anónimo pronunció una buena frase para la filosofía, ya que siempre pretendemos entender que la felicidad es una constante de vida, permanente, cuando es, como concepto, una excepción de vida (o digo, debida?).

                 Un tema para largo y ancho. Un mero concepto (como cielo, infierno) difícil de probar (en sus diferentes acepciones, la del verbo probar, explico), aunque entendamos que la felicidad se da a cuenta gotas y es así como se debe degustar.

                 Eso me lleva a pensar que deberían eliminarse del diario vivir los conceptos utópicos (como el mismo concepto de utopía, quimera y sobre todo de nociones jurídicas, porque, con el mismo argumento, nadie está obligado a lo imposible, me enseñaron hace ya mucho tiempo).

                 Entonces si se elimina el concepto, se elimina la meta y eso de pronto nos haría más felices, menos obsesivos en su búsqueda, lo que nos haría a la vez menos angustiados y por ende, menos estresados, lo que conduciría a hacer de la vida algo más llevadero, algo más cercano y más acertado a lo que la noción de felicidad encierra. He conocido a otros que consagraron sus días a la fantasía de un dios, de una religión o de un ideal, mientras que la mayoría se conforma con lo que les toca: una vida anodina, un pasar de un año al siguiente sin sobresaltos. Y a eso lo llaman felicidad.[7]

                 Parangonando a Nietzche se podría gritar: La felicidad ha muerto, ya podemos ser felices.

                 Y para cerrar, me pareció curioso que de dos palabras hermanas, consecuentes, supongo, pero pronunciadas en diferente contexto resultan ser dos palabras distanciadas por la temporalidad. Felicidad y feliz, claro está, pero la primera da una impresión de permanencia indefinida, etérea, vaporosa, inalcanzable, mientras que la palabra feliz es de una temporalidad inmediata, es momento, es presencia sin ausencia, es sentida, estoy feliz, acá y ahora, es patente, es presente. Qué diferencia entre ellas y eso que son hermanas, pero distantes y ya no se hablan, diría alguien.  

Tuve la sensación, intensa y deliciosamente insensata, de que esa quietud grandiosa había sido dispuesta para mi uso personal. Alguien ha dicho que los momentos de felicidad nos cogen por sorpresa y que, a veces —con frecuencia—, no nos damos siquiera cuenta de que se han producido. Descubrimos que hemos sido felices sólo tiempo después, lo que es algo bastante estúpido.[8]

Tomado de Facebook
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[1] Dicho de un juicio o de un raciocinio: Afirmado o negado sin restricción ni condición. RAE.

[2] O si se prefiere categórico imperativo: … un imperativo categórico denota obligación absoluta e incondicional, y en todas las circunstancias ejercería su autoridad, ya que sería autosuficiente y no necesitaría justificación externa… Wikipedia.

[3] Creo que en Ética para náufragos (su descubrimiento me ha confundido). José Antonio Marina.

[4] El lector ya sabe que este tipo de citas no tienen ningún valor científico. Mi abuela decía que siempre habría un roto para un descosido, e, igualmente, un pensador siempre encontrará una cita que le venga al pelo. Solo la transcribo para sentirme acompañado. Ética para náufragos. José Antonio Marina.

[5] El concepto surge de la necesidad de generalizar, o clasificar los individuos y las propiedades de los casos concretos conocidos en la experiencia agrupando las cosas o los aspectos y cualidades comunes por sus semejanzas y diferencias. Wikipedia.

[6] En la filosofía oriental, la felicidad se concibe como una cualidad producto de un estado de armonía interna que se manifiesta como un sentimiento de bienestar que perdura en el tiempo y no como un estado de ánimo de origen pasajero, como generalmente se la define en occidente. Wikipedia.

[7] Nadie en esta tierra. Víctor del Árbol Romero.

[8] Las perfecciones provisionales. Gianrico Carofiglio.


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