Leí el siguiente párrafo que me
llevó a la meditación (o si se quiere a pensamientos de viejo):
A veces me da por pensar que a los setenta
años todavía hay tiempo para cambiar de vida. El problema es que los paisajes
por los que transitamos siguen siendo los mismos, y albergamos las mismas
preguntas y la misma ausencia de respuestas. Al final, acabamos en lo de
siempre, abrigados por la certeza de los recuerdos. Ya conocemos sus dolores,
los tenemos domesticados, mientras que lo nuevo augura también nuevos
sufrimientos. Nos volvemos cobardes.
Miguel no compartía esa visión de la vida según la cual lo que no se mueve se
muere. No todo era una montaña rusa sin fin.
—La vida pone las cosas en su sitio. Es así de
sencillo. Tal vez lo que no podemos soportar, lo que nos cabrea de verdad es
que las cosas no sean como nos conviene. De nada sirve gritar, protestar,
quejarse.
Nunca pensé llegar a esta edad.
No lo hacía porque en la juventud no se tienen estos pensamientos, supongo, la
inmortalidad hace parte de esa misma juventud. Aunque también es cierto que en
aquellas épocas llegar a los setenta no era lo corriente, si ya de por sí a los
cincuenta se era visto como un viejo, viejo; pensar en los sesenta y setenta
años de vida, además de impensable, era porque se era anciano, anciano.
Suponía, supongo, que no vería
esta década, tal como ahora pienso que no veré el año 2040, que aunque lejano
ya se aproxima a pasos agigantados, aún a mi pesar. Y si lo hubiera supuesto,
me habría visto como un viejo, viejo, de lento andar, pensamiento elevado (no
por inteligencia sino por dispersión u olvido), quejumbroso, achacado (viejo,
flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones, canta Oscar Athie -nadie sabe quién
era pero todos la cantamos en su momento, se llamaba Fotografía la canción-) y
míreme acá, nada de eso, aunque de pronto sí más cansado y sin ilusiones… puede
ser.
Son cosas que uno no piensa,
pero que pasan, carajo, me digo, son cosas que verdaderamente pasan, no estoy
tan viejo, por lo que veo. Ese es mi consuelo.
La música se desvaneció sin que yo me diera
cuenta, lo mismo que mis pensamientos y mis preguntas sin respuesta. Algunas de
mis certezas ya se habían disipado hacía un rato.
Tomado de Facebook
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