lunes, 5 de agosto de 2024

PARADOJA DEL INFIERNO

                 Si existe el infierno sería el destino de toda la humanidad y si digo toda, es toda.

                 El racionamiento es simple[1] (o simplista, dirá alguien al que le gusta complicar la vida, siendo ésta tan simple).

                 Veamos pues.

                 Para ir al cielo es fundamental ser un ser bueno. Y me preguntaba quién, durante toda su vida es bueno? Quién podría serlo, entendida la bondad en toda su extensión, sabiendo que hasta a Jesús le sacaron la piedra, incluida su santa madre a la que criticó por impertinente, en las bodas de Canaán. Se podría decir que un bebé al no tener racionalidad, tal como se entiende con aquello del uso de razón, ya demeritado. En tal medida, la bondad podrá estar entonces en todos los que carecen  de ella, pero aún así tampoco, porque la madre iglesia señala que todos ellos -mientras no estén bautizados, pero agregaría yo, aunque estén bautizados, para no generalizar en este mundo distópico de discriminación indiscriminada- se van para el limbo, el lugar en donde se está sin estar, en donde están los que no deberían estar pero están, los que no cuentan, diría uno  y no entro en detalles adicionales ante mi impericia en el tema, solo lo menciono para que traten de entender el raciocinio por el que quiero ir y evitar a la vez, confundirme más, como se podrán dar cuenta.

                 De esa manera digamos que salvé el punto y que en el cielo solo está Dios, los ángeles, los arcángeles, tronos y dominaciones. Nadie más por las razones que adelante trataré de explicar como paradoja del infierno (si el término es adecuado), y si existiera.

                 Dije que por principio al cielo se llega por haber sido durante toda la vida (y toda es toda) un ser bueno lleno de bondad, por haber sido solidario, por haber tenido caridad, durante toda la vida, subrayo. (Si el principio no es cierto entonces cualquiera puede ser un ser de luz).

                 Prosigo.

                 El ser humano por naturaleza es dual, en principio. En él habita el bien y el mal, el doctor Jekyll y mister Hyde. No somos totalmente buenos, no somos totalmente malos, aunque existan sus variedades divergentes, pero no nos distraigamos.

                 Amamos y odiamos, somos sinceros pero también hipócritas así como somos valientes y cobardes a la vez; hacemos el bien pero también tenemos nuestras zancadillas a cuestas (no importan las excusas esgrimidas, porque siempre las habrá). Somos egoístas y a veces generosos. Somos legales y otras, abusando de las zonas grises de la legalidad, nos proclamamos como tales y otras cometemos nuestras ilegalidades (evadiendo impuestos, irrespetando señales de tránsito, por citar pequeños ejemplos) y por cada virtud hay una vileza, hay un vicio.

                 Claro que como humanos que somos, cada vileza que cometemos tiene una explicación exculpatoria, porque somos incapaces de asumir responsabilidades en nuestros actos y cuando las asumimos las minimizamos para no parecer tan pecadores ante los demás y ante uno mismo. Vaya genios, no nos gusta perder y en último caso nos conformamos con el empate, porque suponemos que así no se pierde (aunque no se gane).

                 Adicionalmente se me ocurrió que el balance final (por no hablar del juicio final) no se reduce a evaluar en una balanza lo que se hizo bueno y lo que se hizo malo durante una vida, como quien dice si el fiel se equilibra o el plato del bien supera al del mal el precio es celestial, de lo contrario, friquis mortis, directico al infierno, como lo enseñaba antiguamente la iglesia (digo antiguamente dado que algún Papa dijo que el infierno no existía, preciso). Con esto se quebraría la premisa original, sólo se llega al cielo si se ha sido bueno y así debe entenderse en todo el sentido de la palabra (bondad). Haber sido siempre bueno (que viene de bondad[2], reitero), pues no creo que, como lo predica la iglesia, sea justo que una persona totalmente mala (Hitler, Stalin, Mao, por citar algunos) pueda pasar derechito al cielo si con su último respiro llega la inspiración del arrepentimiento (como en mis épocas, con un dos con nueve se perdía la materia, pero con un dos con noventa y piquito se pasaba raspando, según el pesar que le diera al profesor, porque es cierto que nunca tenían una misma regla para medir) y como dirían los abogados, a contrario sensu, tampoco sería justo que una persona llena de bondad durante toda su vida en el último momento y por cualquier motivo perdiera los estribos y tome para que lleve y no alcanzara a arrepentirse en último momento. Sería injusto, repito, porque siguiendo la lógica religiosa, dentro de ella no cabe la injusticia, aunque también sé, al menos por experiencia, que este mundo (el de ayer, el de hoy y el de mañana, si las cosas siguen así), decía que este mundo no es justo (razón de más para alimentar la paradoja).

                 Para no alargar más el cuento, a mí me resulta claro que así las cosas nunca llegaré al paraíso prometido y que obligatoriamente estaría condenado al fuego eterno del infierno, porque fuera de las cagadas que he hecho, la balanza no da para que el fiel se equilibre porque por el hecho de no haber sido en mi vida totalmente bueno (nótese que omití decir que también fui malo, de alguna forma y por cualquier razón -justificable o no-  para no sentirme tan mal, supongo), decía que a lo largo de mi vida nunca he sido totalmente bueno y al no haberlo sido arderé en la profundidad de los infiernos, aunque me consolaría que Dante tuviera razón y existiera una escala de infiernos, para que los más malos ardan más abajo (nótese la maldad que hay en mis palabras deseando a ciertos prójimos un mal mayor al mío). Contradicciones de la vida o de la mía, supongo.

                 Siendo así concluiría que no soy merecedor del cielo (nótese una vez más la desazón de mis palabras, pues debí haber dicho sin agüero que me iba para el infierno, pero me gusta suavizar las cosas que a mí atañen, para pensar que no he sido tan malo o para que los demás piensen que he sido medio bueno, como he aparentado).

                 En conclusión, el cielo debe ser medio aburridor, no hay con quien hablar, porque nadie, durante toda su vida, ha sido tan bueno como para ganarse la gloria y no hay como pasarse el tiempo oyendo historias ajenas.

                 Estamos jodidos, digo, condenados, y en vez de implicar a los demás, debería haber dicho, estoy jodido, si todo esto fuera cierto (aunque supongo también que puedo escribir un discurso sosteniendo lo contrario con los mismos argumentos; vaya curiosidades del pensamiento, pero habiendo sido alumno de jesuitas…). 

No es larga la vida del viejo aunque viva mucho tiempo.

El que perdona á los malos escandaliza á los buenos

Quando el malo se finge bueno entonces es mas perverso.[3]


Tomado de Facebook
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[1] Sencillo, sin complicaciones ni dificultades. Enseña el DRAE

[2] La bondad es definida como una inclinación o tendencia natural del ser humano a hacer el bien, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita de una forma amable y generosa. Dicho con sencillez, la bondad es la cualidad que demuestra la persona buena, que no es mala ni corrupta y que es moralmente íntegra. Leí en internet.

[3] Sentencias de P. Siro, D. Laberio, Seneca y de algunos otros antiguos. Texto original.

1 comentario:

  1. Al infierno van los correctores? Así pues se raciona el agua, pero se raciocina lo jesuítico.

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