Si existe el infierno sería el
destino de toda la humanidad y si digo toda, es toda.
El racionamiento es simple
(o simplista, dirá alguien al que le gusta complicar la vida, siendo ésta tan
simple).
Veamos pues.
Para ir al cielo es fundamental
ser un ser bueno. Y me preguntaba quién, durante toda su vida es bueno? Quién
podría serlo, entendida la bondad en toda su extensión, sabiendo que hasta a
Jesús le sacaron la piedra, incluida su santa madre a la que criticó por
impertinente, en las bodas de Canaán. Se podría decir que un bebé al no tener
racionalidad, tal como se entiende con aquello del uso de razón, ya demeritado.
En tal medida, la bondad podrá estar entonces en todos los que carecen de ella, pero aún así tampoco, porque la
madre iglesia señala que todos ellos -mientras no estén bautizados, pero
agregaría yo, aunque estén bautizados, para no generalizar en este mundo
distópico de discriminación indiscriminada- se van para el limbo, el lugar en
donde se está sin estar, en donde están los que no deberían estar pero están,
los que no cuentan, diría uno y no entro
en detalles adicionales ante mi impericia en el tema, solo lo menciono para que
traten de entender el raciocinio por el que quiero ir y evitar a la vez,
confundirme más, como se podrán dar cuenta.
De esa manera digamos que salvé
el punto y que en el cielo solo está Dios, los ángeles, los arcángeles, tronos
y dominaciones. Nadie más por las razones que adelante trataré de explicar como
paradoja del infierno (si el término es adecuado), y si existiera.
Dije que por principio al cielo
se llega por haber sido durante toda la vida (y toda es toda) un ser bueno
lleno de bondad, por haber sido solidario, por haber tenido caridad, durante
toda la vida, subrayo. (Si el principio no es cierto entonces cualquiera puede
ser un ser de luz).
Prosigo.
El ser humano por naturaleza es
dual, en principio. En él habita el bien y el mal, el doctor Jekyll y mister
Hyde. No somos totalmente buenos, no somos totalmente malos, aunque existan sus
variedades divergentes, pero no nos distraigamos.
Amamos y odiamos, somos sinceros
pero también hipócritas así como somos valientes y cobardes a la vez; hacemos
el bien pero también tenemos nuestras zancadillas a cuestas (no importan las
excusas esgrimidas, porque siempre las habrá). Somos egoístas y a veces
generosos. Somos legales y otras, abusando de las zonas grises de la legalidad,
nos proclamamos como tales y otras cometemos nuestras ilegalidades (evadiendo
impuestos, irrespetando señales de tránsito, por citar pequeños ejemplos) y por
cada virtud hay una vileza, hay un vicio.
Claro que como humanos que
somos, cada vileza que cometemos tiene una explicación exculpatoria, porque
somos incapaces de asumir responsabilidades en nuestros actos y cuando las
asumimos las minimizamos para no parecer tan pecadores ante los demás y ante
uno mismo. Vaya genios, no nos gusta perder y en último caso nos conformamos
con el empate, porque suponemos que así no se pierde (aunque no se gane).
Adicionalmente se me ocurrió que
el balance final (por no hablar del juicio final) no se reduce a evaluar en una
balanza lo que se hizo bueno y lo que se hizo malo durante una vida, como quien
dice si el fiel se equilibra o el plato del bien supera al del mal el precio es
celestial, de lo contrario, friquis mortis, directico al infierno, como lo
enseñaba antiguamente la iglesia (digo antiguamente dado que algún Papa dijo
que el infierno no existía, preciso). Con esto se quebraría la premisa
original, sólo se llega al cielo si se ha sido bueno y así debe entenderse en
todo el sentido de la palabra (bondad). Haber sido siempre bueno (que
viene de bondad,
reitero), pues no creo que, como lo predica la iglesia, sea justo que una
persona totalmente mala (Hitler, Stalin, Mao, por citar algunos) pueda pasar
derechito al cielo si con su último respiro llega la inspiración del
arrepentimiento (como en mis épocas, con un dos con nueve se perdía la materia,
pero con un dos con noventa y piquito se pasaba raspando, según el pesar que le
diera al profesor, porque es cierto que nunca tenían una misma regla para
medir) y como dirían los abogados, a contrario sensu, tampoco sería justo que
una persona llena de bondad durante toda su vida en el último momento y por
cualquier motivo perdiera los estribos y tome para que lleve y no alcanzara a
arrepentirse en último momento. Sería injusto, repito, porque siguiendo la
lógica religiosa, dentro de ella no cabe la injusticia, aunque también sé, al
menos por experiencia, que este mundo (el de ayer, el de hoy y el de mañana, si
las cosas siguen así), decía que este mundo no es justo (razón de más para
alimentar la paradoja).
Para no alargar más el cuento, a
mí me resulta claro que así las cosas nunca llegaré al paraíso prometido y que
obligatoriamente estaría condenado al fuego eterno del infierno, porque fuera
de las cagadas que he hecho, la balanza no da para que el fiel se equilibre
porque por el hecho de no haber sido en mi vida totalmente bueno (nótese que
omití decir que también fui malo, de alguna forma y por cualquier razón
-justificable o no- para no sentirme tan
mal, supongo), decía que a lo largo de mi vida nunca he sido totalmente bueno y
al no haberlo sido arderé en la profundidad de los infiernos, aunque me
consolaría que Dante tuviera razón y existiera una escala de infiernos, para
que los más malos ardan más abajo (nótese la maldad que hay en mis palabras
deseando a ciertos prójimos un mal mayor al mío). Contradicciones de la vida o de
la mía, supongo.
Siendo así concluiría que no soy
merecedor del cielo (nótese una vez más la desazón de mis palabras, pues debí
haber dicho sin agüero que me iba para el infierno, pero me gusta suavizar las
cosas que a mí atañen, para pensar que no he sido tan malo o para que los demás
piensen que he sido medio bueno, como he aparentado).
En conclusión, el cielo debe ser
medio aburridor, no hay con quien hablar, porque nadie, durante toda su vida,
ha sido tan bueno como para ganarse la gloria y no hay como pasarse el tiempo
oyendo historias ajenas.
Estamos jodidos, digo,
condenados, y en vez de implicar a los demás, debería haber dicho, estoy
jodido, si todo esto fuera cierto (aunque supongo también que puedo escribir un
discurso sosteniendo lo contrario con los mismos argumentos; vaya curiosidades
del pensamiento, pero habiendo sido alumno de jesuitas…).
No es larga la vida del viejo aunque viva
mucho tiempo.
El que perdona á los malos escandaliza á los
buenos
Quando el malo se finge bueno entonces es mas
perverso.
Tomado de Facebook
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Al infierno van los correctores? Así pues se raciona el agua, pero se raciocina lo jesuítico.
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