miércoles, 21 de agosto de 2024

TODO TIENE SU LÍMITE

              Ya estamos bastante automatizados (viviendo en automático, me explico) que pareciera que la capacidad de sorprendernos se ha ido perdiendo con el tiempo, pues por hacer ya muchas cosas automáticamente (sin ser conscientes, sin estar presentes) no digerimos las cosas que resultaban elementales en otros tiempos, pero perceptibles.

                A través de un sueño adquirí conciencia de que todo tiene un límite. No me pregunten qué soñé, porque no lo recuerdo, es muy difuso lo soñado ahora que rememoro, pero lo cierto es que, a modo de parábola, supongo, la sensación del despertar era que todo tenía su límite. El tiempo, la distancia, las sensaciones, los sentimientos y hasta la paciencia.

                 El tiempo lo tiene, una hora se limita a sesenta minutos; la distancia, en el horizonte y la paciencia hasta que llega la desesperación.

                 Y pensar que tuve conciencia -racional si me explico- por un sueño, intrascendente, por lo que veo, solo sé que al despertar me quedó claro que todo tiene su límite y me vino a la cabeza aquella propaganda que dice que el límite lo pones tu (no sé qué tan cierta sea la frase, aunque pensándolo bien, puede ser muy certera). Límite es el grito silencioso que dice hasta aquí. Límite que no se limita, como decirlo, a hechos o situaciones, es tan amplio como los colores del arco iris, cada franja tiene un hasta aquí y contiene tantas variaciones como palabras puede haber (límite en el amor, en la paciencia, en el tiempo, en el espacio, en sensaciones, en sentimientos, en tantas cosas), lo que me lleva a lo curioso del asunto, que todo tiene su límite y venirlo a palpar de esta manera.

                 Parece que todo es cuestión de óptica, el horizonte puede estar más lejos o más cerca de lo que se piensa, hasta que se piensa.

 

La frase en realidad es un intercambio de sentencias. De En el camino. Dice así: «Tenemos que irnos y no detenernos hasta que no hayamos llegado». Contesta el otro: «¿A dónde vamos, amigo?». «No lo sé pero tenemos que ir».[1]

Tomado de Facebook
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[1] Testigo Involuntario. Gianrico Carofiglio.


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