viernes, 30 de mayo de 2025

UN POCO DE MAGNETISMO

             Hay cosas que tienen un magnetismo inusual, que aparecen y desaparecen sin saber a qué hora sucedió, es decir, ni cuándo ni cómo ni en dónde están ahora.

             Se tiene conciencia de que están o al menos que estuvieron en determinado lugar en algún momento pero que por obra de magia o de un magnetismo mágico desaparecen, lo que hace que uno comience la búsqueda normal que se vuelve irracional al momento de ver que no están donde deberían estar y, es más, ni siquiera están donde no deberían estar. Es el momento aquél en que uno comienza a maldecir así sea mentalmente y que buscando explicación no encuentra ninguna, ni racional ni irracional, simplemente no hay explicación, es como si la cosa hubiera cobrado vida propia, se hubiera alejado por voluntad propia y se hubiera escondido solo para conocer nuestra reacción, dejarnos en evidencia, mostrarnos que no somos tan pacientes como aparentamos.

             Eso sucede cuando en las noches busco el control del televisor, juro y aseguro que la última vez lo dejé a un lado, en la cama, pero nada de eso, desaparece y hasta que no nos emberracamos no vuelve a aparecer, en el lugar menos pensado, que muchas veces es el mismo en el que lo habíamos dejado. Eso me permite pensar que los espíritus chocarrenos me la juegan de vez en cuando. (Y eso que no menciono a dónde van a parar las uñas cuando nos las cortamos). 

Entonces pensé que todo francés debía aprender de memoria, para aplicarse el cuento, ya que hablamos de cine, la primera frase del monólogo interior que pronuncia Orson Welles al principio de La dama de Shanghai: «When I start out to make a fool of myself, then very titile can stop me», «Cuando empiezo a hacer el idiota, casi nada puede detenerme».[1]

Tomado de Google


[1] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.


miércoles, 28 de mayo de 2025

EN EL CLAVO

             Un asunto que me rondaba, desde hace ya algún tiempo pero que no tenía la claridad de poder expresar me llegó iluminado en palabras ajenas que atinaron y resumieron en un solo párrafo[1].

 Todos llegan tarde o temprano a un momento de su vida en que de pronto se percatan de que «el mañana ha llegado». Salvo catástrofe, guerra, revolución, accidente grave, crisis devastadora o locura irreparable, una mañana se levantan y saben que ya no habrá nada importante que modifique la arquitectura general de un destino cuyas líneas maestras están trazadas, sin marcha atrás y sin posibilidad de añadir nada que sea esencial. Hasta una edad más o menos alejada del nacimiento o la muerte, según los individuos y su modo de organizar o desorganizar sus «etapas en el camino de la vida», como dice Kierkegaard, o según el peso de sus obligaciones y necesidades, un ser humano puede tener la sensación de poder cambiar las bases mismas de su existencia, de poder dar una orientación nueva a su trayectoria. Desde el momento en que esta libertad desaparece, llega el último mañana y se convierte en un hoy, y ya no hay regeneración posible que extraiga un hombre nuevo del viejo.

                Supongo que ese mañana llega al pensionarse, al menos en mi caso, supongo a pesar de no tenerlo muy claro pues ese momento pudo ser antes de ello, pero no es el centro del tema.

                Cuando llega el mañana, cuando se hace patente y se toma conciencia de ello, efectivamente ya no hay otro mañana, no hay otro distinto del hoy, porque ya no hay oportunidad de hacer cosas que no se pudieron hacer en su momento, al ser ya tarde para ello. Naturalmente hay otras que sí pueden hacerse ya con más libertad aunque con limitaciones. La fortuna que se quiso hacer ya no se puede, aunque los viajes que quisieran hacerse, ya se pueden, sutil diferencia, pues saben que ya no habrá nada importante que modifique la arquitectura general de un destino cuyas líneas maestras están trazadas, sin marcha atrás y sin posibilidad de añadir nada que sea esencial.

                Por eso tengo claro que mi mañana ya me llegó, no puedo hacer mayores modificaciones de vida, pero puedo acomodarme a lo que me corresponde. 

Ya lo enseñaban los estoicos: el papel que nos atribuye el Destino no depende de nosotros. Lo único que depende de nosotros es representarlo bien o mal.[2]

Tomado de Google
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[1] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.

[2] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.


lunes, 26 de mayo de 2025

PREDECIBLES?

            Siempre había tenido mis dudas con los premios Nobel e igualmente mis reservas, al notar que en los últimos años los premios, particularmente los de paz y de literatura, no obedecían propiamente a un humanismo merecedor, sino que jugaban fuerzas ajenas, políticas y económicas, que dejaban alguna duda de transparencia.

             Y vaya curiosidad con la que me encontré, al parecer tenía razón:

 El Salvatore que acababa de entrar era Salvatore Quasimodo. A decir verdad, de entre su producción poética me gustaban más las traducciones de las Églogas de Virgilio, derroche de gracia y perfección, que sus obras personales. «Dentro de un año —le dijo Quasimodo a Silvio— me tratarás mejor porque me habrán dado el premio Nobel». «Caramba —dije yo—, ¿en qué cálculo se basa para estar tan seguro?». «Muy sencillo —explicó—. Después del escándalo Pasternak (el escritor ruso inconformista a quien las autoridades soviéticas habían obligado en 1958 a renunciar al premio porque no formaba parte de la nomenklatura de los plumíferos oficiales del partido) los cobardes de la academia sueca, temerosos de que pudiera suponerse que habían recompensado a Pasternak por anticomunista, se sentirán obligados a dar un premio a un comunista. Por otro lado, está claro que esta vez le toca a Italia. Ya era hora, porque el último escritor italiano galardonado fue Pirandello en 1934. La equidad impondrá a un italiano. Por último, desde la guerra los poetas están vergonzosamente ausentes en la lista de los laureados; dos de quince, creo: T. S. Eliot y Juan Ramón Jiménez. Sin contar a la pánfila de Gabriela Mistral, la chilena, falsa poeta que birló el premio creo que en 1945 —masculló el maestro con galante desprecio—. Deduzcan ustedes mismos: el siguiente premiado será seguramente italiano, poeta y comunista. Y hoy día yo soy el único individuo en el mundo que cumple esas tres condiciones. Y veterano: tengo el carné del PCI desde 1945».

Dos horas después Silvio y yo, en la Trattoria degli Orti Oricellari, después de un abundante fritto misto all’italiana fuimos recompensados por nuestras felicitaciones anticipadas y por haber lisonjeado su vanidad durante todo el almuerzo, pues empezó a gastar su futura fortuna pagando con ademán magnánimo la respetable cuenta, que solíamos repartirnos. Antes de separarnos Loffredo y yo nos reímos de nuestra hazaña, haber conseguido a base de adulaciones que el poeta revelara una desconocida faceta rumbosa. De haber adivinado el futuro hubiéramos pedido platos y vinos más caros, ¡porque el muy granuja ganó al año siguiente el premio Nobel de Literatura![1]

             Lo que uno aprende, lo que uno se encuentra y ratifica que no todo lo que se muestra es transparente. 

—Querida —explicó Bella, apoyando la mano en la rodilla de Sara—, el simple hecho de estar en el gallinero no te convierte en gallina.[2]

Tomado de Facebook
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[1] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.

[2] Perseguidas. Karin Slaughter.


viernes, 23 de mayo de 2025

EL DISFRUTE DE LA ATEMPORALIDAD

            No sé de dónde se me ocurrió eso de la atemporalidad. Pero ha de tener su explicación si es que logro llegar con lógica al final de este escrito. La atemporalidad es según la RAE: Que está fuera del tiempo o lo trasciende. Es decir, es real pero no se alcanza a percibir, creo.

             En algún lugar que no recuerdo si leí, oí o vi, por aquello de no tener lápiz y papel a mano o haber confiado en mi débil recuerdo de cosas importantes, pudo haber sido en algún podcast de BBVA o de algún programa de Chefs Table, vaya uno a saber, se hizo una reflexión sobre lo habitual de algunas conductas que al no ser apreciadas por la conciencia pasan desapercibidas en su profundidad. Y trataré de explicarme con algunos ejemplos, si me salen bien.

             Normalmente vamos a desayunar, almorzar o comer en algún lugar y mientras lo hacemos los distractores cotidianos hacen que la atención esté centrada en el distractor y no en la comida. Mientras llevamos la cuchara a la boca andamos pendiente de la conversación ajena, de la propia, del celular, del televisor del restaurante, de los otros comensales y qué sé yo. Pero de la comida no nos entregamos a ella, si está buena, está buena, sólo si resulta repelente es que nos centramos en su contenido y decimos sin agüero qué comida tan mala, de resto, listo ya almorzamos, podemos seguir el camino y estaba como bueno el almuerzo. Y listo, ya está.

             Vamos en plan paseo a algún lugar, imaginemos una playa, echados en una hamaca, con un sopor de calor que solo invita al sueño, con los distractores naturales del lugar como el celular, la conversación de cerveza ajena o propia, los gritos de niños en playa, los vendedores, de haberlos, que al ser lo que son hacen que se camuflen dentro del medio que les rodea. Y nos decimos, eso sí son vacaciones. Pues sí, rico, calorcito, pereza, sopor, sueñito.

             Pues bien, desayunamos, almorzamos o comemos sin tener verdadera conciencia de lo que hacemos ni de los alimentos que nos llevamos a la boca. Son parte de la rutina diaria, del automático vivir y por qué no decirlo, no hay que ponerle ciencia al asunto.

 Tal vez por eso hemos perdido el sutil encanto de los sentidos. No nos tomamos el tiempo para oler lo que nos alimenta, la sazón que le da el corazón a la comida. No degustamos en profundidad lo que comemos, al no importar si se detecta el ajo y la cebolla, con su punto de sal, esenciales para un buen arroz, no hay como un arroz bien hecho. Tampoco estamos atentos del olor del campo, de su sonido, de sus vistas.

 Y así con cada alimento consumido, lo consideramos un todo, sin explicación y nos lo comemos sin reflexión. Igual que una copa de vino, cual buen ignorante damos por bueno todo vino que tomamos en sociedad, pero no iniciamos oliendo la copa buscando la esencia del tanino o del barril que lo albergó, ni disfrutamos del placer de humedecer toda la boca con su sabor para luego pasar el trago, lo que hace que se escancie con satisfacción el resto de copa.

 Igual acontece en la playa, no degustamos los sonidos que le ambientan, ni nos confortamos con los sonidos de los animales que le rodean, los cantos de golondrinas o de los alcatraces, ni el tenue o el rugido de las olas al chocar y morir en la arena. O el placer de los niños en el mar agitándose y disfrutando el sabor marino.

 Todo eso lo hemos venido perdiendo, el disfrute de esa intemporalidad de sensaciones vitales que sazonan la vida. Es más, es ejercicio que debería hacerse si no constantemente, al menos de vez en cuando, disfrutar de un momento de acogida en paz, así sea en la cama oyendo los sonidos que nos ofrece el medio ambiente mientras que con ojos cerrados vamos decantando cada uno de ellos, imaginando historias de lo que está aconteciendo; lo sé, el ejercicio lleva a al adormilamiento y es un ejercicio que desestresa el alma.

 Recuerdo alguna enseñanza de relajación. Ponía sonidos de la naturaleza a buen volumen y comenzaba a identificar los más cercanos, alejándome de ellos cada vez más hasta llegar al sonido más profundo, el que pasaba desapercibido y me centraba en él y de un momento a otro me perdía, no sé si en la meditación o en la ensoñación, y allí me perdía en un plácido confort que renovaba el placer de vivir.

 Momentos imperceptibles de intemporalidad que fueron consumidos por la modernidad. 

Decidí morir, pero para eso primero tengo que vivir.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Buena frase, no sé cómo se me ocurrió.


miércoles, 21 de mayo de 2025

HISTORIA

             Se me pasó el tomar nota literal de una frase que, para las personas medianamente cultas, resulta al oído muy agresiva pero que, si se detiene uno un momento, resulta tener algún tipo de verdad.

 Decía algo así como que la enseñanza de la historia se limitaba a fechas y nombres. He de advertir que en mis buenas épocas era un apasionado de la historia, recitaba fechas, nombres, lugares, situaciones; ya hoy todo eso pasó a la historia. Lo que quiere decir que era una nulidad para las matemáticas.

 Y la historia que me enseñaron era esa, la que escribieron los ganadores, no hay de otra. Endiosaron a algunos, endemoniaron a otros, con o sin razón y lo mejor, callaron demasiadas cosas y exageraron en otras, es el privilegio de quien la escribe. Y aquello de que el que no conoce la historia está condenado a repetirla es pura carreta, porque siempre es la misma historia, solo hay que cambiar nombres y fechas y todo resulta igual, lo que quiere decir que de antemano estamos condenados, como con el pecado original, cargamos con culpa ajena.

 Con todo, me sigue gustando la historia, sobre todo, la ajena, no hay como una buena novela histórica que nos ayuda a comprender lo poco que sabemos y hasta lo poco que nos enseñaron, por eso la historia es mejor comprenderla como una buena novela, si está bien contada. 

El ingenio que gastan los humanos, desde el origen de los tiempos, para inventar o rehabilitar argumentos a favor de errores es mucho mayor que el dedicado a buscar y demostrar verdades.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.

viernes, 16 de mayo de 2025

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL

             Veo una hoja en blanco y quisiera que empezara a contar historias, ajenas naturalmente, porque las mías son muy aburridoras y nadie aguanta a leer su propia historia, por vergüenza o con rubor espontáneo, no lo sé.

             Ver cómo un instrumento en mano ajena cuanta una historia, cualquiera que ella sea, ya que la de uno no alcanza a llenar ni un párrafo y en todo caso es un párrafo insulso. Es tanto como cuando le preguntan a mansalva ese ruborizante: cuéntame de ti. Queda uno cortado, no sabe por dónde comenzar, a quién acudir, el tartamudeo y la indecisión lo dicen todo.

             Por eso es mejor leer las historias ajenas, pues uno no tiene nada qué contar, a pesar de las historias que en realidad sí tenemos para contar.

             Eso me dijo una hoja en blanco nada más la vi, que mi historia es demasiado común, creo que como la de muchos y eso me consoló al ver que mi historia era lo mismo para casi todo el mundo.

             Y de esa manera concatené una frase que oí en un podcast de la BBVA[1] de un neuro sicólogo, que a veces lo inútil puede demostrar la utilidad de sí mismo. El mismo autor que escribió el libro: El cerebro es un cabrón, y vaya que lo es. 

Entonces pensé que todo francés debía aprender de memoria, para aplicarse el cuento, ya que hablamos de cine, la primera frase del monólogo interior que pronuncia Orson Welles al principio de La dama de Shanghai: «When I start out to make a fool of myself, then very titile can stop me», «Cuando empiezo a hacer el idiota, casi nada puede detenerme».[2]

Tomado de Facebook
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[1] https://www.bbva.com/es/sostenibilidad/podcast-aaron-fernandez-del-olmo-que-suede-en-el-cerebro-cuando-falla/

[2] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.


miércoles, 14 de mayo de 2025

EL TIEMPO TODO LO CURA

            Puede sonar a frase de autoayuda, pero así es. A raíz del día de la madre, hubo un algo que me rondaba y me causó curiosidad. Ese día no tenía a nadie con quien celebrar, así como tampoco para el día del padre, pensé. Ambos ya han muerto, afortunadamente estando yo mayor y pudiendo valerme por mí mismo.

             Es cierto que el recuerdo se tiene, la pena pasó y hoy queda la sonrisa de tiempos pasados. Algunos tendrán el recuerdo más profundo, otros lo tendrán más doloroso, cada cual hablará de cómo le va en la procesión. Es íntima sensación que no se comparte.

             El tiempo ha curado el malestar de la pérdida, pienso ahora que ya entré en la lista de las próximas partidas.

             A quienes el tiempo no ha curado, es un problema de autoflagelación o de no aceptar las cosas como son. No hay de vuelta.

             A propósito, una lectura me enseñó:

 He pensado a menudo en este fenómeno. Entonces no lo entendí. Ahora tal vez sí. Nos encariñamos también con el dolor, incluso con la desesperación. Cuando hemos sufrido mucho por una persona, el hecho de que el dolor esté pasando nos asusta. Porque creemos que significa, una vez más, que todo, verdaderamente todo termina. No es verdad, por eso todavía no estaba preparado para comprenderlo. Y no había llamado a Margarita. No la había buscado porque tenía miedo de perder mi dolor. Extrañas criaturas, somos.

 

            En momentos de pesar, de tristeza, de abandono siempre había alguien que nos recordaba que el tiempo curaría la pena, el pesar el desconsuelo. En ese momento nunca se cree en la afirmación, pero con la edad me he dado cuenta de que así es. El tiempo cura todo, salvo que el paciente no quiera curarse, que es otra cosa.

             Retrotraigo el pensamiento a mi juventud, a mis años mozos. Cuánto se sufrió y se atormentó por un amor que nos dejó. Cuánta desazón hubo cuando nos quedamos sin empleo. Y así pueden citarse infinidad de ejemplos y hoy visto en retrospectiva queda claro que efectivamente en cada caso, en cada oportunidad, en cada ocasión, pasado el problema, el problema dejó de ser problema y todo porque el tiempo pasó y logramos que la autoflagelación se extinguiera.

             Está claro también que para algunos el tiempo no pasó porque no se han desprendido adecuadamente de su problema, pero ese es su problema, me digo hoy que entendí que el tiempo todo lo cura. 

Ya lo pasado pasado, no me interesa (el ayer)
Si antes sufrí y lloré
Todo quedó en el ayer
Ya olvidé (ya olvidé)
Ya olvidé (ya olvidé)
Ya olvidé (ya olvidé)[1]

 

Tomado de Facebook
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[1] Lo pasado, pasado. José José. https://www.youtube.com/watch?v=10-iq_TdYV4.

lunes, 12 de mayo de 2025

CUESTIÓN DE DEFINICIÓN?

            No sabía que la antigua cárcel de Alcatraz fuera un museo. Eso me llevó a pensar en las viejas cárceles de la Stassi, de los nazis y de los otros de igual ralea, por no hablar de las de mi pueblo.

             Cárceles que resumen humedad, mala iluminación, grises deprimentes de pared y si acaso un ventanuco que no deja pasar ni un aire de mediana pureza, por no decir de luz. Que en sus pardes guardan sollozos, torturas, dolor. Y todo esto catalogado como museos y, por ende, hay que pagar para deprimirse y sacarse la correspondiente selfi.

             Eso me llevó a preguntarme y qué es un museo? Mi eterno acompañante Wikipedia me dijo que era un lugar al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial (santuario de musas, agregaría)… ofreciendo experiencia para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos.

             Y de acuerdo a mi ironía, Alcatraz y demás prisiones no entrarían dentro de la definición, al menos la tradicional, según lo veo.

             Y lo mejor del caso es que los turistas van guiados por el morbo que el asunto les merece. Ver la celda donde estaba Al Capone es lo mismo que ver la celda donde se inspiraba Santa Teresa, aunque más de uno se escandalice con la comparación. Cuatro paredes frías, con lúgubre luz, ventanuco incluido y adicionalmente pagar para ver ese espectáculo? Creo que se necesita una buena dosis de morbo para ir a esos lugares. Y a eso la modernidad le llama museo. Que perdonen mi ignorancia pero a eso no lo considero museo si me atengo a la definición clásica y menos pagando. Aunque claro está, cada uno es libre de gastar la plata en bobadas para poder dejar salir sutilmente su propio morbo.

             Habrá más de uno que dirá que es parte de la historia, de esa que no se puede olvidar, pero con esa pendejada, mandada a recoger, la depresión dura lo que dura el tour porque nada más salir, el pensamiento se envía al olvido, como todo lo que no nos es grato en este mundo.

             He dicho! 

Desde siempre, en todos los desastres que no han aniquilado una civilización, un continente, un país, un tipo de instituciones, los hombres se consuelan pensando que, por lo menos, en el fondo del abismo, habrán aprendido una lección de su desgracia. Se liberarán para siempre, creen ellos, de los errores que la causaron y construirán una sociedad regenerada. Esta esperanza de rebotar hacia un mundo mejor supone que los hombres son capaces de extraer enseñanzas de sus experiencias, pero casi siempre es una ilusión. Después de la guerra de 1914-1918, los europeos pensaron que al menos el horror de la carnicería conduciría a la supresión definitiva de la guerra. La que acababan de vivir, por su propia atrocidad, debía ser la última, estaban seguros de ello. Las perfidias de la historia ridiculizaron semejante ingenuidad.[1]

Tomado de Google


[1] Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel.


viernes, 9 de mayo de 2025

PREGUNTA RETÓRICAMENTE BOBA

             A algún comentarista medianamente culto le oí un comentario sobre el cónclave que decía que dado que el espíritu santo estaba presente en él y señalaba al candidato sucesor, la ceremonia en sí misma sobraba y bastaba con que el espíritu, de alguna manera, señalara al elegido y evitaba un engorroso proceso o lo engorroso que el mismo podría ser.

             Me hizo reír, he de confesarlo, pero viéndolo de forma realista y fría, de acuerdo a los cánones católicos en la reunión estaban los más sabios y santos del planeta, cuestión que naturalmente no comparto, y siendo la fe el bastión de ellos, cuya premisa sagrada es que el espíritu santo es la tercera divinidad de la trilogía, era evidente que sobrara la reunión de elección, bastaba el señalamiento y sanseacabó.

             Podría parecer que confían, tal vez en el espíritu santo mas no en la santidad de los hombres allí presentes. Lo curioso es que deben hacer dos juramentos sobre el mismo tema, como si uno solo no bastara, parece que hasta allí llega la confianza entre ellos. Uno colectivo y otro personal, lo que hace concluir que no es posible confiar en un cardenal y eso me lleva a pensar que ni espíritu santo ni juramento doble valen dentro de la Sixtina.

             Son tan humanos que todos juran no querer ser papas, ponen cara de circunstancia, de humildad pero lo que pasa dentro del claustro parecería todo un circo romano, es una pelea por poder y todos contra todos, valiendo todos los artificios posibles.

             Eso me llevó a acordarme de la película Cónclave, muy ilustrativa y buena la película con un buen final. Allí prevalece el juego sucio y en ella se dicen de todo y se recuerdan los pecados ajenos.

             El cónclave deberían televisarlo, como un reality, para uno divertirse a costa de los purpurados. No sería una mala idea, me digo. Y como Dios está en todas partes, el espíritu santo, como jurado, podría tomar una mejor decisión, me digo.


Tomado de Google
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... olvidaba que todas las actividades humanas, incluso las más nobles, tienen algunos aspectos risibles. 

(Cita del libro Memorias. El ladrón en la casa vacía. Jean-François Revel)

miércoles, 7 de mayo de 2025

GROTESCO

             La noche del dandismo negro, así se llama el desfile de modas que ocupó los noticieros. Deprimente fue el ver ese desfile. No sé en qué piensan los modistos cuando diseñan ese horror de arte, si es que así puede considerarse. Vestidos que a duras penas permiten caminar a sus poseedoras y de los masculinos ni se diga, que de masculinos poco tienen, pero de grotescos hay bastante.

             No me imagino lo que es ponerse uno de esos vestidos, debe ser larga sesión, tratando de ocultar los gordos que sobran o la grasita que falta. Ni qué decir de la movilidad en los que se ve que tienen que dar pasitos a lo geisha sus portadoras. De todos los vistos casi ninguno era al menos fácil de lucir.

             Cada vestidito de esos debe costar una fortuna, con esa plata le daría una vuelta al mundo y me sobraría, no digo que debía regalarse a los desafortunados afrodescendientes porque va y se enojan (hablando a modo eufemístico), a pesar de que todo lo quieren regalado.

             Debe ser una tortura exhibirlos, se notaba a cada paso que daban, pero la vanidad pesa más que la holgura. Y quitárselos debe ser una liberación. Costosos y todo para qué? Para exhibirlos una noche y para que la gente, en la comodidad de su casa, se pueda burlar de ellos y luego para la basura o para archivarlo en donde no estorbe. Vanidad de vanidades, decía Salomón, si mal no recuerdo.

             Esa es la estupidez de la raza humana, una noche grotesca que al menos permite que una lengua como la mía pueda desahogar su mala leche. Pero eso somos y no pueden quejarse que plata no hay.

 

















            En las imágenes está definida la palabra grotesco.

lunes, 5 de mayo de 2025

IGNORANCIA

             Me habitué cuando voy de caminata solitaria, a hacer colas en bancos o a que me entreguen drogas a irme con el Spotify oyendo conversaciones ajenas, particularmente las del BBVA.

             Se aprende de todo el mundo, hasta de algún rapero que le oí hablar, de gente común y particularmente de científicos. Oyéndoles vi lo ignorante que soy, preciándome antaño de ser medianamente culto. Vi en mí el exceso de ignorancia y cada día, con los olvidos recurrentes, se hace más evidente mi propia ignorancia, creyéndome algo culto y pensé en el resto de mundo que no se cree algo culto. Solo vi ignorancia.

             La ventaja es que hay, en contraposición, más investigadores en todos los campos habidos y por haber, aunque sean los pocos viendo la dimensión de la población mundial.

             Y lo más curioso es ver que además de ignorante resultaba atrevido. Estoy lleno de mitos urbanos que dentro de mi inocencia los creía, sin mayor cuestionamiento, supongo que así se sentirían los congéneres de Galileo, aunque no evidenciaban la ignorancia que les asistía. No menciono ejemplos de mitos que he visto derrumbar ante la evidencia, porque lo más seguro es que al escribirlos terminara tergiversándolos, cosa propia del ignorante que cree en mitos.

             Y eso que en mis tiempos no había tanto descubrimiento como lo hay hoy, en todos los campos, en todas las actividades. Hoy me siento más ignorante de lo que creía ayer y sobre todo al escuchar a neurocientíficos y la cuestión es que como el avance actual es tan rápido mi ignorancia se agranda cada día más y difícilmente podré alcanzar la sabiduría, ni siquiera podré llegar al límite que debe existir entre ignorancia y sabiduría, estoy años luz de lograrlo. 

            Lástima, me hubiera gustado saber más, pero me toca conformarme con mi propia ignorancia.


Tomado de Facebook
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