Se me pasó el tomar nota literal de una frase que, para
las personas medianamente cultas, resulta al oído muy agresiva pero que, si se
detiene uno un momento, resulta tener algún tipo de verdad.
Decía
algo así como que la enseñanza de la historia se limitaba a fechas y nombres.
He de advertir que en mis buenas épocas era un apasionado de la historia, recitaba
fechas, nombres, lugares, situaciones; ya hoy todo eso pasó a la historia. Lo
que quiere decir que era una nulidad para las matemáticas.
Y la
historia que me enseñaron era esa, la que escribieron los ganadores, no hay de
otra. Endiosaron a algunos, endemoniaron a otros, con o sin razón y lo mejor,
callaron demasiadas cosas y exageraron en otras, es el privilegio de quien la
escribe. Y aquello de que el que no conoce la historia está condenado a
repetirla es pura carreta, porque siempre es la misma historia, solo hay que
cambiar nombres y fechas y todo resulta igual, lo que quiere decir que de
antemano estamos condenados, como con el pecado original, cargamos con culpa
ajena.
Con todo,
me sigue gustando la historia, sobre todo, la ajena, no hay como una buena
novela histórica que nos ayuda a comprender lo poco que sabemos y hasta lo poco
que nos enseñaron, por eso la historia es mejor comprenderla como una buena
novela, si está bien contada.
El ingenio que gastan los humanos, desde el
origen de los tiempos, para inventar o rehabilitar argumentos a favor de
errores es mucho mayor que el dedicado a buscar y demostrar verdades.
Tomado de Facebook
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