Hay cosas que tienen un magnetismo inusual, que aparecen
y desaparecen sin saber a qué hora sucedió, es decir, ni cuándo ni cómo ni en
dónde están ahora.
Se tiene conciencia de que están o al menos que
estuvieron en determinado lugar en algún momento pero que por obra de magia o
de un magnetismo mágico desaparecen, lo que hace que uno comience la búsqueda
normal que se vuelve irracional al momento de ver que no están donde deberían
estar y, es más, ni siquiera están donde no deberían estar. Es el momento aquél
en que uno comienza a maldecir así sea mentalmente y que buscando explicación
no encuentra ninguna, ni racional ni irracional, simplemente no hay explicación,
es como si la cosa hubiera cobrado vida propia, se hubiera alejado por voluntad
propia y se hubiera escondido solo para conocer nuestra reacción, dejarnos en
evidencia, mostrarnos que no somos tan pacientes como aparentamos.
Eso sucede cuando en las noches busco el control del
televisor, juro y aseguro que la última vez lo dejé a un lado, en la cama, pero
nada de eso, desaparece y hasta que no nos emberracamos no vuelve a aparecer,
en el lugar menos pensado, que muchas veces es el mismo en el que lo habíamos
dejado. Eso me permite pensar que los espíritus chocarrenos me la juegan de vez
en cuando. (Y eso que no menciono a dónde van a parar las uñas cuando nos las
cortamos).
Entonces pensé que todo francés debía aprender
de memoria, para aplicarse el cuento, ya que hablamos de cine, la primera frase
del monólogo interior que pronuncia Orson Welles al principio de La dama de
Shanghai: «When I start out to make a fool of myself, then very titile can stop
me», «Cuando empiezo a hacer el idiota, casi nada puede detenerme».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario