miércoles, 19 de octubre de 2016

ALMA MÍA



No te comprendo, Dios.
Dime otra vez:
¿Me pides que te dé las gracias o
que te perdone ?

Oriana Fallaci. Un Hombre.

Iniciaré con una serie de disquisiciones, entendidas por su segunda acepción, es decir como divagaciones, o más concretamente a digresiones que no llegan a ningún lugar, entendidas éstas como la acción y efecto de romper el hilo del discurso y de introducir en él cosas que no tengan aparente relación directa con el asunto principal, según veo en la real academia al corroborar escritura.

No los entiendan como depresiones, como signos evidentes de locura, como estupideces pensadas en voz alta, porque lo pueden ser, aunque descarto la primera, porque lejos de ellas, me divierte escribir. O, para ser sinceros, entiéndanlas como quieran, como dije, es el privilegio de quien escribe, escribir de lo que quiere y el del lector, leer lo que quiera y de entender su lectura como quiera.

Son solo conversaciones conmigo mismo, de fatuidades que me llueven en este inquieto cerebro y que quiero dejar plasmadas en letras, porque si se quedan en ideas, volando de un lugar a otro entre neuronas y dendritas, los estragos son mayores, porque los olvido u olvido que fue lo que pensé, que me ocurre frecuentemente, mientras que lo escrito, al menos puede dar pistas para una eventual evaluación de estado mental.

Ahora como ya he escrito varios blogs por adelantado, me doy cuenta que son temas que no tienen una adecuada ilación, que pueden generar confusión, piénsese que todo ha sido escrito con efusión, la del momento. Son saltos mentales de diversos temas, casi todos ellos para pensar durante la vejez que nos espera, pues será el único entretenimiento que nos quedará, fuera de permanecer con la mirada fija perdida en la infinitud del recuerdo, desde una ventana a la cual el paseante mirará y jurará que nos encontramos en profundo éxtasis de filosofía oriental.  Nada más lejos que eso será!

De otra parte, son temas que pueden ofender, temas que se consideran tabú y es mejor mantener escondidos junto con nuestros más íntimos miedos, cercados por los secretos inconfesables, si es que los hay! De allí que quedan advertidos por si no quieren perder el tiempo conmigo y con mis fantásticos pensamientos, fantásticos entendidos no como de fabulosos, sino de quien dice ‘sólo a él se le podían ocurrir tantas pendejadas’. Y así es. Por último advierto que pueden estar llenos de inconsistencias, contradicciones, irreverencias, de simplismo, pero entiéndase así y perdónese al escritor, como se prologaría en tiempos remotos. Por eso, si me ven errático, patinador, elusivo y hasta sacaculista, entiéndanme como dijo  Ramón y Cajal: Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que sabe cambiar de opinión.

            Empecemos entonces. El primero que se me ocurrió: Cuerpo y alma.

            El hombre compuesto de cuerpo y espíritu o alma, si se quiere. Y me asaltó la pregunta: cómo el cuerpo, más imperfecto que el alma, según dicen, es superior al alma misma? Cómo es posible que el alma esté subordinado al cuerpo material? Por qué razón? Acaso el alma, inmortal, inmaterial y perfecta se somete al cuerpo, mortal, material e imperfecto? El alma, como inmortal que dicen que es, con sapiencias milenaria de toda la eternidad no recuerda nada, no sabe nada, no le consta nada y ni siquiera es consciente ni de su inmortalidad, ni de su sumisión al cuerpo ni de su prisión en éste?

            En dónde ha fallado el discurso?

            La imperfección –cuerpo- triunfa sobre la perfección –alma-, en dónde se ha visto eso?

            O simplemente somos lo que somos, independientemente de lo que se espera que seamos?

            Hoy prevalecen las interrogaciones y con ellas, los interrogantes. Eso pasa con las preguntas imprudentes.

            Continúo. Y qué deberíamos ser? Se espera de la humanidad lo mejor de todo, lo deseable, lo bueno, siempre y cuando se esté sometido a unos cánones que alguien, en algún momento de la eternidad del tiempo lo dijo, hablando en nombre de una generalidad inexistente, pero que en virtud del poder concedido, por él y ante él, fue determinado, fue establecido.

            Y eso me lleva a la pregunta: Y entonces quiénes somos? Quién soy? –Tú lo has dicho! Nada es lo que parece ser, tampoco es lo que aparentaba ser.

            Y voy a la siguiente pregunta: El pensamiento, así como las pasiones –altas y bajas-, se originan en el cerebro? Si bien todos dependen del uno y el uno del todo, como buena máquina que es, al fallar fatalmente una parte de la maquinaria, cuando la pieza que falla no es posible cambiarla o repararla, hace que colapse la unidad. En este caso, una falla fatal de cualquier órgano y como consecuencia la caída en secuencia del dominó correspondiente, induce fatalmente a la muerte.

            La muerte, simple cesación de funciones, cesación de vida, de la vida. No se respira, el corazón deja de latir, el cerebro se apaga y al hacer, los sentimientos, las pasiones –las más altas y las más bajas-, los pensamientos cesan y mueren igualmente. El hombre ha muerto. Hora de deceso: las 24:12.

            Y el alma? Y el alma que aparentemente estaba prisionera y encarcelada en ese cuerpo, queda liberada? Con qué pensamiento, si esos también dejaron de existir? En que se transmuta, si es que lo hace? Cómo lo hace? O también murieron y c’est fini?

            El espíritu tiene otro idioma, otro pensamiento diferentes a los de su carcelero?

Cómo algo aparentemente superior puede estar encarcelado y sometido por algo inferior? No lo comprendo, como nunca he comprendido como millones de personas –judíos, negros, indios- pudieron estar sometidos a tan pocos nazis, esclavistas, colonialistas –todos ellos según la época-? Sigo sin explicación.

Teóricamente –aunque nunca se sabrá quién fue el teórico- el alma solo se libera con el sacrificio y la muerte del débil, del mortal y del subordinador.

Y me lleva a otra pregunta. El alma tiene sentimientos? Tiene principios? Tiene pensamientos? Tiene recuerdos? Y aún una pregunta más impertinente: el alma existe o se trata de otra falsa promesa que se hará patente cuando la nada se vuelva parte de la nada?

Eso me hace recordar una promesa que le hice a Mónica: cuando yo muera, si no hay nada en el más allá, vengo y te aviso!

Preguntas impertinentes, de esas que no deben hacerse y todo por culpa de Bertrand Russell (a alguien hay que echarle la culpa) a quien me dio por leerle.

No podemos evitar la muerte aunque con frecuencia podemos retrasarla.


B.Russell. Por qué no soy cristiano.

Foto: JHB (D.R.A.)

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