Una verdad
hay que conocerla siempre,
y sólo a
veces hay que decirla.
Gibran Jalil
Gibran. Arena y espuma.
El título de una película española, con un listado de requisitos
resumidos en: pareja, vida social, empleo, sexo, vida familiar, casa,
aficiones, ser feliz.
Eso me trajo a la cabeza una pregunta, con varios vértices: qué es ser
una persona normal? Qué es ser uno normal? Qué es normal? Qué es?
Miré por la ventana y haciéndome la pregunta veo que la normalidad es
tener la cabeza gacha, mirando fijamente al celular, con una habilidad
inexplicable para utilizar dedos que antaño no servían para escribir, por
ejemplo el gordo! Entonces tener celular, con Facebook (para perder el tiempo,
como lo hago yo), con guasap (para conversaciones insulsas, como lo puedo hacer
yo), cámara, grabadora, reconocedor de los pasos dados durante el día, de las
veces que el pulso se alteró, de un montón de cosas que en últimas, para mí,
exclusivamente para mí, son formas que alteraron la normalidad que uno traía y
que se convirtieron en una normalidad, en una realidad, en una nueva forma de
vida. Pero todo eso da estatus. Como lo da tener carro ojalá no mayor de dos
años, tener un apartamento que por impagable da pie para recaer en pecado.
Entrar a restaurantes exclusivos, pasearse con el último celular en la mano,
como reina de belleza y todo eso da estatus y supongo que hace que uno se
sienta normal.
(Paréntesis: no sé cómo lo hacen, para tener todo eso, con un sueldo
de empleado y por eso me he vuelto más malpensado, porque con un ingreso por
bien que le vaya de cinco millones, cómo se puede tener casa de setecientos
millones, carro de alta gama que llaman, celular de dos millones y un largo
etcétera. No me lo he podido explicar, supongo que alguno de los lectores sabrá
cómo se hace. Me hace acordar de la columna de Daniel Coronel del juez que
compró de contado un carro de alta gama, pocos días de dictar un auto en el
caso de Hiunday y tiene deudas de más de doscientos millones, creo que existen
los milagros y la Virgen se le aparece a los necesitados! Dejo el paréntesis y
la mala leche y continúo.)
Y siguiendo con la normalidad, también depende de a quién y cuándo se
le pregunta. A un niño o un joven lo normal es tener unos padres –a quienes
manipular-, tener celular –simplemente para mariquiar, no sé para qué necesita
un niño un celular, pero dejemos así que no es mi problema-, considerarse dueño
del mundo –porque usté no sabe quién es mi papá- y tener plata en el bolsillo.
Eso es lo normal. Miren a sus hijos y nietos, si los tienen –si no, mírenlos en
unos años-. Es decir, lo normal es tener casa, carro y beca, sin hacer nada,
sin merecerlo, porque son mis derechos, ellos nunca tienen deberes, nunca
supieron tener una obligación, eso es cosa de los demás, no de ellos.
Y viendo cómo se me sale la mala leche de solo pensarlo, corrijo el
rumbo y me centro en los requisitos para ser normal.
Y noto dentro de ellos uno: ser feliz. –Tranquilos, hoy no me centraré
nuevamente en el tema-. Casi todos los requisitos hacen referencia a tener
cosas y el ser feliz es una sensación, si se quiere un sentimiento, aunque
habrá quien diga que son las cosas las que dan las sensaciones. Tener padres o
familia, da sensación de tranquilidad, de algo de seguridad; el tener trabajo,
también, porque el sueldo, aunque queja de poquedad en últimas alivia la
posibilidad de comer al día siguiente; la pareja también, por lo menos es
principio de tranquilidad de… Entonces cosa más tranquilidad da…
tranquilidad, sentimiento evasivo porque
la intranquilidad siempre genera la tormenta, pero ese es otro tema.
La cuestión es que por ser normales nos parecemos de alguna manera
todos, somos convencionales para ser normales, al menos en el espejo que nos
refleja, en la cara que mostramos, en el silencio elusivo que guardamos.
Sólo la almohada es la única que nos podría dejar en evidencia y esa
no nos puede delatar, porque la acallamos con el peso que sostiene de nuestra
cabeza y antes de que nos delate, lavamos al menos la funda, para acallar aún
más cualquier vestigio que nos pueda evidenciar.
Entonces, qué tan normales somos? qué tan diferentes somos? qué tan
anormales quisiéramos ser?
Como siempre, preguntas indiscretas, preguntas que no deben hacerse,
si uno no quiere sonrojarse de lo que uno realmente es.
Foto: JHB (D.R.A.)
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