Se dice de la persona soñadora, de quien parece estar en las nubes,
en la inopia, fuera de la realidad.
Y la palabra tiene toda su estructuración idiomática: Formación culta del gr. νεφέλη
nephélē 'nube' y -βάτης-bátēs'que anda', y este der. de βαίνειν
baínein 'andar'.1. adj. Dicho de
una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad. U. t. c. s. Dice el diccionario de la Real Academia. No es una aparecida, tiene origen
griego y todo, aunque ya el ser griego no es propiamente un honor, con la Grecia
de hoy, digo. Y aplica a los despistados, a los que viven en las nubes, como tantas
veces me ha pasado.
Lejos de mi pretender conocer,
saber y usar todas palabras que la Real Academia ha informado que es U. t. c. s. (pensé que las siglas querían
decir que estaban en desuso, pero traducen úsase también como sustantivo, oséase:
me rajé, pensé que se trataba del a.e.d.
algo así como actualmente en desuso).
Pero bueno, a qué viene este
derroche de sapiencia?
A la dinámica del idioma? Sí,
pero no, porque después dicen los ignorantes que con ello vale todo y la Yuli Zuleima
saca pecho, aunque de por sí lo saca, conociéndola y no propiamente con fines didácticos,
ojalá el tatuaje se pudiera leer mejor, digo, para no tener que acercarse uno
tanto para leerlo.
Nuestro problema es que estamos
evolucionando, en este caso idiomáticamente, por el lado malo, el que considero
negativo, es decir llenándonos de anglicismos, galicismos y gaminismos innecesariamente
pues el idioma castellano o si lo prefieren español, da para largo y para ancho,
(oyó pelao?). Aunque ha de
reconocerse que a los gringos les hemos dado de su propia medicina, con la espanglización de su idioma, si se me
permite la expresión.
Ahora sí concreto, a qué
viene el cuento?
Venía con la idea
pendiente, tanto que había anotado la palabreja nefelibata para acordarme de
escribir sobre el tema. Pero Margarita Rosa se me anticipó con un artículo que
publicó en El Tiempo sobre las palabras que dejan el sinsabor, como lo es el
prefijo ex, que da para lo bueno como para lo malo, de expresidente a
expresidiario, por no decir lo de examante y exmarido, que era el tema de
Margarita y cada cual con su propia connotación.
Y lo mío venía precisamente
a ver cómo las palabras con el tiempo se desfiguran, para bien o para mal y con
el tiempo pasan a tomar características que originalmente no eran o al menos no
eran las principales, si tenemos en cuenta las diferentes acepciones que
pudieron tener.
Cito un ejemplo: manipular.
Según la Academia es Del b. lat. manipulare. 1. tr. Operar con las
manos o con cualquier instrumento. 2. tr. Trabajar demasiado algo, sobarlo,
manosearlo. 3. tr. Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la
política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o
la justicia, y al servicio de intereses particulares. 4. tr. coloq. Manejar
alguien los negocios a su modo, o mezclarse en los ajenos.
La primera acepción que corresponde
a la noción que tiene un uso más común, era la que antaño uno conocía. Aún la
segunda. Hoy, las tercera y cuarta acepciones tomaron la posición de las otras,
desplazándolas. Hoy por hoy oír de manipulación uno piensa de inmediato en algo
doloso, ilegal, rastrero.
Otras palabras no han
ascendido ni descendido, se mantienen incólumes, por ejemplo la siniestra,
entendida como la izquierda y la izquierda, como todos sabemos (nótese el
plural de primera persona usado en marketing -por mercadotécnica para purismo lingüístico-
o manipulación de masas en ambos casos para hacer énfasis de sabiduría y evitar
ser contradicho, porque contradecido lo corrige automáticamente el
autocorrector, por aquello que es auto –pero no vehículo, aunque en últimas
podría considerarse como el vehículo para subrayar en rojo la ignorancia o, se lo advertí, en otras palabras);
decía, como todos sabemos a pesar de que ya no es una palabra tan pecaminosa
como antaño si deja el sabor de la improvisación en materia gubernamental,
entre otros. Aún hay que recordar que en el siglo pasado los izquierdos, es
decir los zurdos, no eran muy bien vistos, tal vez por eso cambiaron la palabra
y de ser izquierdos pasaron a ser zurdos, para desviar la atención y no ser
satanizados.
Y otras palabras tienen
poder asesino. El mejor ejemplo la palabra pero
seguida de un sustancial y preciso silencio o pausa, para darle la connotación
pertinente y no precisamente la mejor. Nada más recordar aquellos tiempos
juveniles en que le decían a uno: lo
quiero (en esa época no se daba el tuteo como se hace ahora), lo quiero pero… y con eso quedaba uno
matado con el corazón partío. O el usté es bueno para ascender pero… laboralmente
le generaban un chichón que dolía y cómo dolía, pensando uno que era el mejor
para ello, que no tenía peros. Por eso las palabras matan.
Y otras, como eufemismo y
sin eufemismo, que ya quedaron abandonadas en el diccionario, como la de
melifluo, deleznable y que de ser usadas, queda uno como un fantoche tratando de descrestar cristianos y
naturalmente como la que titula este blog, que para ser sincero no he podido
pronunciar de corrido y me trabo con ella, tal vez, solo tal vez, por andar en
las nubes.
Cada vez que
Proeresio habla se limita, ya que las palabras limitan todo, siendo ellas
mismas limitadas. Por esa razón Prisco es el más sabio de todos: el silencio no
puede juzgarse. (1)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) Mika Waltari. Sinuhé el Egipcio.
Proeresio:
retórico y maestro cristiano de Armenia originario de Cesárea quien
enseñó en Atenas. Fue uno de los sofistas destacados de la época. Conocido como el rey de la elocuencia.
Prisco: (no confundir con los hampones colombianos). Al parecer filósofo
contemporáneo del primero, pero no logré mayor información.
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