lunes, 8 de mayo de 2017

RUTINARIA MENTE



Los dioses se complacen en dejarnos en la incertidumbre. (1)

Hay momentos en la vida en que es la misma vida la que le indica a uno la necesidad de cambiar de rutina. Son momentos en que uno no se halla, en que hay algo que da sensación de que algo no está funcionando, pero es difícil determinar qué carajos es, es imprecisión del pensamiento.

La vida también es una secuencia de rutinas. Cada edad, cada etapa está conformada por una serie de rutinas, sutiles, imperceptibles, subterráneas que se acomodan en el confort y que deben ser así para hacerla más llevadera.

Para no volver tediosa la rutina es menester, como decían los sabios de antaño, mover un poco la rutina para hacer de la vida un cambio o al menos pensar que hubo un cambio necesario, así sea de rutinas.

Viéndolo bien, así como la incertidumbre es el sino del hombre, la rutina es su materia prima, por predecible, por contradictorio que suene.

Esa es la vida, una constante rutina, dependiendo del momento, dependiendo de la edad: la rutina del estudio, la del trabajo, la de la familia, aún la del juego.

Y es precisamente cuando la rutina carcome, cuando nace la sensación, el momento en que debe sucederse el cambio a pesar de que tal cambio implique un trueque: el cambio de una rutina por otra, por una nueva.

Es tanto como pensar que la rutina de la primaria cambia a la de bachillerato y ésta a la universitaria y luego, cambiar a la del trabajo, igualmente con los cambios que supone, bien por ascenso, bien por cambio de puesto, bien porque lo echaron a uno, bien porque se independizó. Simplemente es cambio de rutinas, en donde se deja una rutina, con alguna variación, con alguna profundidad, por otra nueva, tal vez no tan diferente a la anterior, tal vez no tan distinta a la siguiente.

Y no afirmo, en momento alguno, que la rutina sea mala, dado que lo que hice ayer, lo hago hoy, lo haré mañana o en una semana pero se vuelve cíclico, como cíclica es la vida, como lo es la rutina misma.

Hay que recordar que no hay mal que dure cien años –tal vez por eso no llegamos a esa edad para corroborarlo- y así como somos seres sociales -y aún solitarios- somos seres rutinarios, aún en vacaciones, por razón de la actividad realizada, por razón de la inactividad y todo lleva a lo mismo, sin intención de desmoralizar, sin buscar desasosiego, en cuanto rutina el hoy es igual que el ayer, como será el mañana, insistiendo en que no hay diferencia entre lunes, sábado o puente, porque ellos son días de nombre, pero siguen siendo días de rutina, cada uno con su propia identidad rutinaria hasta que la una desplaza a la otra y ésta sea desplazada por la posterior, todo a pesar de la eterna incertidumbre que nos rodea.

Por eso, para sentirnos en algo diferentes, hay que cambiar de rutinas, naturalmente por otras rutinas, en lo posible más gratas, es una forma de engañar al cerebro para que nos permita vivir en paz, así sea en rutina.

—Pregúntale a tu Dios por qué le gusta tanto vernos sufrir. (2)


Foto: JHB (D.R.A.)




(1) Pierre Grimal. Memorias de Agripina.
(2)  Julia Navarro. Historia de un canalla

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