Siguiendo con la
pregunta formulada, naturalmente hoy contesto que en materia de matemáticas
fuera de las nociones básicas de la aritmética y la geometría –como en aquella
época se estilaba- ellas fueron las que me han ayudado en todo este trajinar
para saber cuánto gano, cuánto me queda y en cuánto me empeñaré y saber que las
áreas se pueden calcular dependiendo de la figura geométrica. Pero pare de
contar. Para quien es ingeniero, economista o calculista, para ellos la
matemática habrá de ser fundamental. Y este párrafo me lleva a mi eterna
respuesta: todo es relativo.
Otros me preguntarán
para qué me sirvió saber tanto de Bolívar, Napoleón o Hitler? Qué obtuve
sabiéndome el listado de presidentes, del santoral jesuítico o datos históricos
o geográficos? Si he de ser sincero, tal vez de nada; tal vez el querer ser
aceptado por ser culto? Sinceramente no lo sé, pero tampoco me arrepiento de la
cultura y el conocimiento que he adquirido en toda mi vida. Diría lástima que
no me enseñaron las cosas prácticas de la vida, tal vez sería culto con
conocimiento práctico, pero de cualquier manera si no fue eso, la vida en su
camino me ha enseñado y he aprendido de ella, bastante; algunas veces a
trancazos, pero de cualquier manera todo lo aprendido a lo largo de mi vida
tuvo su fruto, momentáneo, esporádico o permanente.
No me niego a la
tecnología, contiene ese gustico que nos incita a involucrarnos de cualquier
manera y ah! sí la he disfrutado –a pesar de no saber manejar un celular, me
enredo cuando me piden un número y con eso digo todo-. Si la hubiera tenido en
mi época hubiera sido genio. Hoy pienso ante tantas ideas prácticas: por qué no
lo pensé yo antes?
Entonces, todo es
relativo, aceptémoslo. Cosas muy buenas de la educación de antaño (hasta el detodito
intelectual era bueno y más si se dejara que cada quien aprendiera lo que le
correspondía, sin estar obligado a estudiar por una nota) y de hoy, la
información a la mano, qué importa quién sea el presidente, basta consultarlo
por internet y se sale de la duda. La cuestión termina siendo cómo equilibrar
lo bueno de antaño, con lo bueno actual si todo es pasajero, todos somos
pasajeros.
Por último, si mi voz
tuviera valor –literal y no tan literal- siempre –ese siempre debe entenderse
como parte del actual filosofar-, he pensado que los primeros siete o diez años
–a pesar de la esponja cerebral que tanto pregonan profesores- deberían estar
dedicados a formar al ser humano, no al hombre, al ser humano. Controlando y
enseñando emociones, forjando acciones, compartiendo diferencias, cohabitando,
viendo hacia dentro y de dentro a afuera –Innsaei(2)-.
Con Mónica hemos hecho
el ensayo mental de cómo debería ser la educación actual, especialmente para
los primeros años. La respuesta inicial fue hacer de los niños seres felices y
luego decentes, lo que requeriría tener profesores felices y decentes, en toda
la extensión de la palabra. Pero continuamos echando globos y como lluvia de
ideas el uno dice: la respuesta es el yoga, la principal materia que se debería
ver desde esos primeros años; el yoga ayuda a controlarse, a observarse y a
observar al otro, a jugar con la motricidad, a concentrarse, a enfocarse, a ser
elástico, a pensar en uno y en el otro, su reflejo, el prójimo, a ser virtuoso,
concluiría yo. Pero suponíamos que no bastaría, sería importante enseñarles
buenas maneras y costumbres, como correlacionarse decentemente, como respetarse
y respetar más al diferente, que puede ser uno mismo, de esa manera se
evitarían los gamines. Enseñar un poco de espejo, diría yo, cómo me veo, cómo
me ven, cómo nos vemos para la convivencia social, cómo nos soportamos de la
mejor manera. Qué tan difícil puede resultar enseñar a observar la naturaleza,
sus procesos simples, su interacción, que sepan que los huevos no los pone
Carulla, salen de la gallina y el pollito de la unión de padres (gallo y
gallina, para no ser tergiversado). Enseñarles el amor predicado por los
grandes filósofos (Gandhi, Russell, Confucio, Buda y Jesús, por qué no?),
naturalmente sin meterse en las profundidades de la filosofía, sino como
experiencias de vida. Enseñarles la felicidad, simplista, con el juego, con el
compartir, con el día a día.
No sé si algún profesor
se ha preguntado alguna vez qué debería cambiar, cómo debería cambiar él mismo
y ponerse en los zapatos de sus alumnos, de todos y de ninguno en particular,
aunque en particular de todo aquél que es diferente. La cuestión es que si el
profesor no cambia, los niños tampoco y el futuro menos.
Pero naturalmente, si mi
voz tuviera valor…
Mi querido amigo, sin derramar sangre la historia no avanza.(3)
Foto: JHB (D.R.A.)
[1] http://www.semana.com/educacion/articulo/julian-de-zubiria-que-es-necesario-ensenar-hoy-en-el-colegio/527540
[2] Un documental
muy interesante pasado en Netflix. Corresponde a la palabra islandesa innsaei,
de las difíciles de definir, que puede entenderse como el mar en el interior,
según Wikipedia, o ver hacia dentro. https://www.youtube.com/watch?v=QNObzPFVJ2w
[3] Julia Navarro. Dime quién soy