En el mundo de hoy son muchas las palabras que
ya carecen de sentido, porque se les haya cambiado significado, porque no han
sido comprendidas, porque no son vividas, porque fueron tergiversadas, trocadas,
truncadas y aún manipuladas o mutiladas.
En Facebook, un grupo denominado un millón de
voces por la paz. Pareciera que se equivocaron de nombre y en vez de voces
debería decir de coces. Como todos los grupos y opiniones de las redes
sociales, los nombres designados terminan tergiversados, confundidos,
olvidados, maltratados.
Pensaba que la tolerancia con ese nombre llevaría
a unir gente en favor de la paz. Me equivoqué, como siempre. Es un grupo que
comenzó a desperdigarse, al parecer con el beneplácito de su administrador y
con el tiempo se convirtió en un nido para desunir, denigrar y sacar lo peor de
las opiniones de los participantes. Naturalmente, por su contenido político,
las palabras disonantes surgen contra Uribe, Ordoñez y demás politiqueros que
nada nuevo ni bueno aportan, salvo la disociación y el crear un medio de miedo.
Nada de eso es cierto, ni
la ineficacia de las vacunas ni la creación del mundo con Adán y Eva en medio
de los dinosaurios, pero la falta de verdad no importa pues la gente no se
moviliza por argumentos (así lo crea), sino por defender a su grupo, que es su
identidad, su marca.
Tal vez todo esto esté
relacionado con el miedo que hoy existe al anonimato; a quedar perdido en medio
de una masa humana globalizada que consume lo mismo, piensa lo mismo y hace lo
mismo. La mejor ilustración de este miedo es el afán por aparecer en las redes
sociales, incluso a costa de la buena imagen. Cada vez hay más gente que
prefiere una notoriedad ridícula a un anonimato sereno. Eso no pasaba antes. La
vergüenza era algo que casi todo el mundo evitaba; hoy pareciera como si muchos
la buscaran.(1)
He de hacer un paréntesis. Soy furibundo
antiuribista, antiordoñizta, antipetrista y demás fauna nacional. Replico la
mayoría de mensajes contra ellos, me confieso, trato de no hacerlo, pero hay
una parte de mí que como rechazo a todos ellos me lleva a denigrar. Mea culpa.
Para unas cosas soy intolerante, como a la lactosa, me prometo cambiar pero no
he podido, ante tanta estupidez. Cierro el paréntesis.
Luego aparecieron los neoilustrados (aquellos
que no investigan ni piensan ni toleran, tal vez como una parte mía) y que van
soltando frases que solo llevan al caos. Dizque votar en blanco es votar por
Uribe. Que el voto en blanco patatín, patatán y con ello desinforman. Alguno
decía, tratando de mediar en la discusión, que se consultara con un funcionario
de la Registraduría sobre el alcance del voto en blanco. Para qué, me
preguntaba. Acaso la Constitución no es clara en ese aspecto? Simplemente dice:
Art. 258, PARÁGRAFO
1o. Deberá repetirse por una sola vez la
votación para elegir miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o
la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando los votos en blanco
constituyan mayoría absoluta en relación con los votos válidos. Tratándose de
elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras
que en las de corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas
elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral.
Es una manera en que la democracia puede
depurar, aunque también es cierto el dicho popular colombiano: Hecha la ley, hecha la trampa.
Naturalmente si se saca a un aspirante, éste pondrá a alguien de su parentela,
pero es una forma -me ilusiono- de limpiar la política. En consecuencia, el
voto en blanco vale la pena probarlo, porque dentro de la democracia, qué más
se puede hacer, en medio de un país de leguleyos?
Llegó un momento en que por sanidad mental y
ante la arremetida a mis comentarios decidí salirme de ese grupo, ante tantos
incompetentes, groseros e ignorantes, lo mejor fue salir corriendo de allí.
Naturalmente el sinsabor queda y por eso este blog.
Y retornando
al título del blog, la paz es una de esas palabras que vienen perdiendo
sentido, como el sentido común. Por eso baste con transcribir:
La noción de paz está íntimamente ligada a la idea de
curación, reconciliación y perdón. Es una actitud de la mente y del corazón que
permite trascender un pasado doloroso para reencontrarse con el otro a un nivel
de relación más alto. De hecho, la paz evoca la salud del cuerpo social que se
recompone en unidad, después de una profunda experiencia de dolor en la cual
los individuos se niegan y se desconocen. (…) De
hecho, el fundamentalismo no es otra cosa que la convicción rígida de tener la
verdad y de estar en lo correcto sin la capacidad de ponerse en relación con
otras ideas. Además, el fundamentalismo está radicado en la
convicción de que el otro no puede cambiar o evolucionar porque es la
encarnación del mal. Sólo con esta abertura uno puede
redescubrir al otro y así redescubrirse a uno mismo. La forma más poderosa para
hacer eso es ponerse a escuchar y compartir las historias y las experiencias
entre todos. Este sería un ejercicio que nos humanizaría.(2)
Sólo para tener en cuenta, me digo, porque de cambiar, nada cambia.
Cuadro al óleo y espátula. JHB (D.R.A.)
(1) Mauricio García Villegas. La defensa de lo pequeño.
https://www.elespectador.com/opinion/la-defensa-de-lo-pequeno-columna-720176
(2) Aldo Civico. El fundamentalismo colombiano.
https://www.elespectador.com/opinion/el-fundamentalismo-colombiano-columna-722007
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