… las cosas
alguna vez tienen que suceder y que no hayan sucedido ayer no quiere decir que
no sucedan hoy o mañana. (1)
Ya olvidé por
qué pensé en lo del minutico, en lo que se puede hacer en un minuto y ello me
llevó a pensar cuánto se puede escribir en un minuto, si se tiene la
inspiración. Miré a la pared del edificio y me encontré con ella, ladrillo a la
vista, tratando de ser simétricos, de guardar cordura y de saber guarnecerse de
la lluvia y del sol, supongo.
Y a través de
la ventana, me veo viendo ventanas ajenas. Una, de casa vacía, ordenada, en su
puesto, pero vacía como si fuera bodega que solo es visita en las noches, con
las cortinas cerradas y la iluminación, artificial. En contraposición, ventanas
en donde el orden no es el reinante diría uno, apartamentos de jóvenes o de
provincianos que aún no se han acomodado al gusto de sus vecinos.
Mirar a otra
ventana y ver a un alguien sentado en la sala, entreabriendo un libro, sin la
decisión de leerlo, con la duda de no hacerlo, de tal vez dejarlo para más
tarde o simple entremés para poder tomar la siesta del medio día. Eso se nota.
Un lector con libro en mano, visto en la distancia, es fácil de determinar el
destino que les acompañará. No hay como ver la seguridad de un lector al
retomar la lectura, abrir en precisa página y verle iniciar el largo camino de
la lectura.
Más allá, un
perro asomado a la ventana, viendo pasar a sus congéneres y él, allí esperando
su turno, si llega; pero con mirada triste se entretiene y deja que sus minutos
pasen, sin pena ni gloria; afortunado él que no tiene noción de tiempo, aunque
sus cálculos habrá de hacerlos, en su propia intimidad. Uno nunca sabe.
Todo esto puede
pasar en un minuto, pero como buen colombiano, un minutico no más ya tiene
implícito diez adicionales y en ese minutico puede pasar de todo, hasta el
terremoto no esperado. Un minuto de espera difiere entre la felicidad del
escape en cama ajena al de quien está encarcelado en sí mismo, en la tristeza o
literalmente en la celda.
Un minuto es
diferente. Difiere por el sujeto, por la situación, por la circunstancia.
Además, es relativo, como lo es el tiempo. Pero siempre esperando que ese
minuto mal o bien pase de largo y lo más pronto posible o, por el contrario, que
se congele y que su paso sea lerdo, lento, como de viejito sin afán.
Y a qué viene
el cuento? No sé, sólo necesitaba esconderme un minutico de esta vida… esta
vida que se nos está pasando.
Todo puede ser contado de otra manera. (2)
Foto JHB (D.R.A.)
(1) Saramago. Claraboya.
(2) Saramago.
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