Inicialmente
vale la pena precisar que no me refiero a la enfermedad maniaco-depresiva
descubierta no hace mucho tiempo, en la que en un segundo se pasa de la
felicidad a la desesperanza(1).
Hago
referencia a una especie de bipolaridad mental o de pensamiento, si es dable
hacer ese parangón. Es esa dualidad que habita en nosotros que podemos ser
seres decentes, casi angelicales, pero que con un detonante, explosivo por
demás está añadir, podemos volvernos unos gamines completos, llegando hasta el
deseo de matar, muchas veces sin una explicación racional del momento, porque
todo ha de tener su explicación, pero cuando nos entra la irracionalidad, que
entre el diablo y escoja, no hay Santa Lucía que valga.
Y
pensando así, dado el transcurrir de mi vida ya hacia el agotamiento –de la
vida, no del pensamiento- el devenir humano no transcurre de manera totalmente
horizontal, constante por lo que su pensamiento tampoco es invariable. Y me
pongo a pensar en que si hiciera un recorrido a lo largo de mi vida, digamos
que desde la vida laboral, pues la anterior el grado de irresponsabilidad era
mayor, la variación de pensamiento ha sido una constante. Piénsese en el
pensamiento político, en el familiar, en el cotidiano, en lo religioso, en el
laboral y cada época ha impedido mantener un único pensamiento que lleve a un
mismo proceder constante.
Las
anteriores palabras dan pie a que yo mismo piense si estoy desvariando, si me
picó la elegancia del pensamiento o si simplemente ya me confundí por tratar de
explicar lo que mi pensamiento sí tiene claro, mas no me ha sido claro
expresar.
Como
sea, en muchas cosas mi concepción ha variado a lo largo de este tiempo,
algunas veces retornando y retomando viejas posiciones, otras criticando nuevos
procederes, algunas más adaptándome a los tiempos modernos. Lo que ayer
critiqué tal vez hoy lo aplique, para bien o para mal y esa es la bipolaridad a
la que me refiero, al constante cambio de posturas, de posiciones, de
actitudes, de apariencias, tal vez de composturas tanto en lo familiar, en lo
político, en lo religioso, en lo cotidiano y en su momento en lo laboral. Y
muchas veces han sido cambios contradictorios que ni uno se explica cómo pudo
sucederse, como el de aquellos en que en su juventud fueron fanáticos
comunistas y hoy son buenos burgueses.
La
bipolaridad notoria la vi hoy en un noticiero español en que varios panelistas
discutían el asunto de Cataluña. Tenía la palabra uno de ellos y se estaba
explicando y a medida que avanzaba su explicación empezó a tratar de intervenir
otro para contradecir, hasta el momento en que ese otro forzando su necesidad
de intervenir elevó tanto el tono que el primero al no respetarle el turno de
la palabra decidió callarse y dejarlo que ese otro groseramente asumiera la
vocería, cosa que hizo sabiamente, porque la conductora del programa
deplorablemente no hizo nada. Y ese otro que tomó la palabra a la fuerza
comenzó a sentar cátedra y otra panelista trató de intervenir, conforme lo
había intentado quien ahora tenía la palabra. Y este señor comenzó, casi
gritando, a exigirle a la interviniente que le respetara el derecho de la
palabra, que le dejara hablar, porque él tenía la palabra, como si no se la
hubiera robado al otro. Y la otra trataba de intervenir diciéndole que ella sí
le respondía a la pregunta y el otro, el que se robó la palabra, insistía en el
uso de su derecho y argumentaba adicionalmente que él no le había hecho a ella
ninguna pregunta, por lo tanto no estaba dirigido a ella. Y ese enredo, y
relajo añado yo, se alargó buen rato y era como si el que gritara más tuviera
más derecho a la palabra.
Ese
bipolar fue el que me dio motivo a este blog y me hizo recordar también muchas
discusiones en las que de manera parecida participé, muchas veces me rendí,
otras grité más y en otras más, me robé la palabra, de manera indecente, hoy he
de reconocerlo.
De
mañana no respondo, porque aún no entiendo mi bipolaridad.
Pasó en vela noches enteras
debatiendo con su profesor de teología sobre el concepto de la doctrina del mal
menor y la meta más alta, según la cual el fin justifica los medios y aun así
no condenar el alma, con tal de que nunca sean quebrantados los parámetros de
aquello que no es permisible.(2)
Foto: JHB (D.R.A.)
(1) El trastorno bipolar es una
enfermedad mental severa. Las personas que la sufren experimentan cambios de
ánimo poco comunes. Pueden pasar de ser muy activos y felices a sentirse muy
tristes y desesperanzados. Y, así, empezar el ciclo otra vez. Frecuentemente
tienen estados de ánimo normales entre uno y otro ciclo. A las sensaciones de
euforia y actividad se les llama manías. A las de tristeza y desesperanza se
les llama depresión.
https://medlineplus.gov/spanish/bipolardisorder.html
(2) Frederick Forsyth. Vengador.
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