Parecerá una contradicción y en sí misma encierra una
contradicción, pero a los viejos se nos aguanta todo, hasta las incoherencias
de la vida. Y parangonando a Isabel Allende: La verdad es que cuanto más vieja soy, más me gustan
mis defectos. La vejez es el mejor momento para ser y hacer lo que a uno le
place. Pronto no me va a soportar nadie. Dime, Lenny, ¿te arrepientes de algo?(1)
Nos preciamos de lo que fuimos, de lo que fueron
nuestros padres o familia, pero no de lo que somos, como personas, como ciudad,
como país, a sabiendas de que de lo que nos preciamos, tampoco era en su
momento tan importante, porque antes de eso podía haber muchas cosas más
valiosas que no supimos ver.
Qué tan equivocados podemos estar, qué tanto lo
solemos estar.
En eso vivimos del pasado, sacamos pecho por el pasado
o también nos arrepentimos de ese pasado. Pero no pensamos en que eso ya pasó,
lo que fuimos ya no lo somos. Ver tantos recitando lo que hicieron, de todos
los diplomas obtenidos, sin darse cuenta que hoy, pasado el tiempo, ya poco
importa lo que hicimos y todos los diplomas que hay, ya hoy no acreditan nada.
Pensar sólo en que hizo un doctorado, un diplomado o cualquier cosa hace más de
veinte años, olvidando que ya pasaron esos veinte años y lo aprendido ha
cambiado, que tal vez ya ni existe, pero aún nos aferramos a esa idea. Sí mi
papá hizo, mi papá fue, pero ya no está y lo hizo él. Yo hice, yo fui, pero hoy
con las canas al hombro ya nada queda, porque soy otro, con otra visión, con
otras equivocaciones, con otras esperanzas, tan diferentes a las de ayer.
Lo que fui, ya lo fui. Lo que soy, es hoy, no hay de
otra. Es como ver una foto de la Bogotá de antaño y nos quedamos viéndola con
añoranza, sin ver que esa fue la de aquella época –que he de reconocer que era
una Bogotá deprimente-, que hoy hay una Bogotá moderna, menos gris, más amable,
más bonita, que había que cambiarla, que había que modernizarla y que ya va
avanzando, pero seguimos mirando la foto del ayer que hoy en nada nos alimenta,
sólo en los recuerdos y como tales, es bueno dejarlos así, recuerdos, que para
la vejez, resulta cierto, sólo la alimentan los recuerdos más remotos. Por eso
es una buena contradicción de la vida.
… aquella vieja idea de los
efectos del tiempo, ese tiempo inexorable que a nosotros nos destruye y que a
las obras de arte las vuelve infinitamente más hermosas.(2)
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