Pensaba en
tiempos pasados, cuando una condición para posesionarse de un cargo se debía
prestar juramento de respetar la constitución y las leyes o que Dios o la
patria os lo premien o de lo contrario os
lo demande, que era como culminaba.
Busco
entonces la definición de la palabra y Wikipedia naturalmente dice: Un juramento es tanto una promesa como una declaración de
hechos invocando a algo o a alguien. Desde un punto de vista religioso, es un
acto que pone a Dios por testigo de la verdad de un hecho o de la sinceridad de
una promesa.
Se ponen de
testigos a palabras etéreas como son Dios –directamente o por conducto de la
biblia- y patria –o constitución y leyes-, entre otras. Temor a Dios creo que
ya no hay y la noción de patria, con el mundo globalizado, está tendiendo a
desaparecer o al menos ambas palabras andan evaporándose de la gente de hoy,
entre otros yo.
En alguna
oportunidad en que fui encargado de un puesto, del cual tenía que posesionarme
cada tres meses, cuando no era mensual, me hice la pregunta de por qué, si ya
había jurado una vez, tenía que reiterarlo cada vez que el encargo vencía?
Formulismos innecesarios pero que hay que cumplir (Dicho de otro modo: se limitaba a seguir el procedimiento, pues quien
sigue el procedimiento jamás yerra.(1)).
Y cada vez juraba
a sabiendas de que en mi interior no creía nada de lo que la fórmula
sacramental obligaba a decir, ni lo sentía ni lo creía y las promesas eran
entonces igualmente de etéreas. Lo único que sabía era que haría mi mejor
esfuerzo para hacer el mejor trabajo posible, pues para eso me habían dado el
empleo, o sea la satisfacción del deber cumplido.
Otros
eran los tiempos en que la palabra dada, la promesa entregada, el apretón de
manos y aún el juramento tenían alguna fuerza, al menos moral. De eso ya no
queda nada.
Y
hoy sigo preguntándome para qué carajos el juramento, pues si Dios anda tan
ocupado qué va a demandarme o a premiarme? Y si es la patria? Esa está ocupada
siendo desvalijada y solo se acuerda de mí cuando hay elecciones o para cobrar
los impuestos, para nada más. Pareciera que Dios y Patria fueran sinónimos, me
digo aquí en silencio, ante el peligro de ser nuevamente excomulgado.
Era
una sola pregunta que me hacía en un momento de procrastinación.
No,
si él nunca hace nada fuera de la ley! ¡Sólo la ignora!(2)
Óleo sobre papel, con espátula. JHB (D.R.A) |
(1) Alberto
Vásquez. Medio hombre.
(2) Matilde Asensi.
El último Catón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario