Si
pudiéramos escoger, no lo dudaríamos, las pruebas del coronavirus serían para
nosotros; las ayudas, para nosotros; los permisos de salida, para nosotros; los
primeros que pudieran salir libremente, seríamos nosotros, sin duda alguna.
No
lo dudaríamos, lo tenemos grabados en nuestro ADN, en que siempre somos
nosotros los primeros, pero eso sí, si nos conviene.
Si
no nos conviene nunca seremos los primeros, seremos los segundones o los
últimos, mejor.
Ese
es el pensamiento que tenemos cuando nos hemos de enfrentar a la colectividad,
al conglomerado, al prójimo y naturalmente cuando se trata de ellos o de
nosotros. Porque si el pensamiento de ellos se acomoda al nuestro, como buen
rebaño, allí estaremos, ya que no podemos estar solo nosotros.
Tal
vez por eso nos ha cogido tan mal el coronavirus, porque lo primero hemos de
ser nosotros –sin eufemismo así debe ser-, pero cuando la desgracia es
colectiva, pensando en nosotros debemos pensar en los ellos, en los otros, pues
si los otros caen, las posibilidades de que caigamos nosotros son grandes.
En
estas circunstancias todos deberíamos pensar igual. Primero nosotros, es decir,
que todos tuvieran la misma conciencia de que si cada cual, pensando como el
nosotros, actuara bajo la misma premisa, las cosas podrían ser diferentes. Pero
la realidad es otra, el podríamos se conjuga desde el punto de vista del verbo
podrir, no del poder –como verbo, no como sustantivo-. Hay tanto inadaptado,
hay tanto inepto que en vez de poder pensar en cómo no contagiarme, piensa que
el problema es de los demás, pues ahí sí el nosotros es personal; el problema,
de los demás.
Si
pudiera elegir, otro gallo cantaría. Obvio.
La memoria es
flaca cuando no interesa recordar lo que no se desea.(1)
Tomado de Google. 1566458175_882287_1566458274_noticia_normal |
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