viernes, 1 de mayo de 2020

SIN LUZ NO HAY NADA


            En medio de esta cuarentena, desde donde habito me propuse ver por las ventanas, ver cómo la gente les rehúye, prefieren el anonimato, tal vez tengan ese prurito de ver desde donde no les vean, no quieren una confrontación visual, prefieren la de soslayo, aunque a medida que va pasando la cuarentena, la vergüenza se va distendiendo.

            Ver a quienes empezaron a hacer ejercicios, prefieren su intimidad, cierran cortinas y se dedican a su actividad. Con fisgones no pueden hacerlo, ya lo veo.

            Durante el día se les ve con celular en la mano, con tablet a disposición o con computador en su sitio. Trabajando, desaburriéndose en redes sociales, chismiando, chateando, pero siempre conectados, aún mientras toman un sorbo de agua. Y el día se les va en eso.

            Y cuando el cansancio los vence, se les ve recorriendo todos los rincones de la casa, estirándose, desentumeciéndose, mirando a los vecinos, tal como ellos han sido observados en algún momento. Y ven que con el paso del tiempo es obligatorio ver al vecino no haciendo nada o perdiendo el tiempo en la red, esa que nos agobia pero que nos enreda y nos envicia.

            Y un día, no hace mucho, se fue la luz. Se fue la luz en todo el conjunto y al parecer en toda la manzana, según estruendo que se oyó a lo lejos y que dejó todo sumido en silencio; que apagó todas las luces que se veían encendidas, a pesar de ser medio día; que apagó las músicas que en diferentes volúmenes se hacían presentes.

            Y todo enmudeció, más que antes.

            Y las ventanas se empezaron a poblar, por mirones que no entendían qué pasaba. Por aquellos que antes se escondían ahora sin rubor aparecían en la ventana mirándose mutuamente, como dándose el pésame, al compartir una pena que no era posible, pero que había ocurrido.

            Casi todas las caras reflejaban la misma pregunta, pero que nadie se quería formular, porque podía ser el advenimiento del acabose y nadie podía preverlo: No hay luz y ahora qué hacemos?

            Así como nadie pudo prever esta cuarentena. Pero sucedió.

El dios (…) parece contemplar, dormitando o impasible, el sacrificio de sus fieles; sus ángeles permanecen inactivos en las alturas.(1)

Foto JHB (D.R.A.)


(1) José Luis Corral y Antonio Piñero. El trono maldito.

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