lunes, 8 de febrero de 2021

Y YO QUÉ DIABLOS HAGO ACÁ?

             Tal vez por estar viendo películas de guerras, lejanas y no tan lejanas, de leer algunas novelas, me dio por pensar en la obligación de ir a la guerra para defender a la patria, dirán los que la convocan. Y pensé en todas estas guerras en el medio oriente, en donde teóricamente los gringos no tienen por qué exportar su democracia, aunque realmente vayan por sus intereses económicos, pues a ello se están reduciendo estas guerras, porque hay petróleo, porque hay algún material raro que necesitan los gringos y sus aliados, por desestabilizarlos para que caigan en sus órbitas (o garras, como se diría en otro tiempo).

             La guerra tiene entonces un trasfondo de interés, cualquiera que sea, pero nunca por interés de su propia gente y menos de la ajena y mucho menos si el escenario es bastante lejitos. Y la guerra en sí, tiene su propio negocio, con sus propios negociantes, los que se enriquecen sin importarles la desgracia ajena (por eso las melcochudas frases gringas: time es gold y business is business), es decir, guerras rápidas para hacer platica lo más rápido posible. Y no quiero hablar, en parte por mi ignorancia, en parte por ser secreto a voces, sobre el interés de los militares, de las agencias secretas, de la corrupción que en ello hay, etcétera.

             Pienso en el soldado que tiene que ir a la fuerza, no del profesional pues como lo dice su nombre, son profesionales que saben en qué se meten y les gusta. En una guerra, cuando se les agotan éstos tienen que recurrir a la juventud, en primer lugar, tal como lo reflejó Vietnam entre otros. Y así van agotando a la población masculina. Recuerdo haber leído que luego de las grandes guerras mundiales, los países que las sufrieron directamente se vieron ante el hecho de que los hombres comenzaron a escasear y esos países se estaban quedando sin niños, sin futuro. Para los gringos eso poco importa, no es problema de ellos, pues después de que deshuesan al respectivo país se largan dejando la democracia que supieron imponer, más imperfecta de lo que estaba con un país más quebrado de lo que lo encontraron. Pero ese no es tema, por ahora.

             Me preguntaba por todos los soldados que fueron a la fuerza, por una pelea que ni siquiera era de ellos y que se preguntaban y yo qué diablos hago acá? En varias películas se hace esta reflexión, en el pensamiento íntimo en medio de una guerra que no habían decidido, que ni siquiera era suya.

             Y venía a mí el patriotismo, mi país lindo, que lo defiendo a capa y espada, esas frases de que tu país te necesita. Hoy, para mí, palabras huecas, palabras sin sentido tales como bandera, patria, estado, que pretenden decir mucho, pero que en últimas no dicen nada, porque en el fondo no contienen ninguna sustancia, solo formas.

             Recordé a Cassius Clay, luego Mohamed Alí y su renuencia a ir a una guerra sin sentido y todo el calvario que ese estado le hizo sufrir por su decisión de tener calzones para decir: allá no voy yo, a matar a otros que no me han hecho nada. Y eso es lo curioso, que en esas guerras se enfrenta un cristiano que no tiene velas en el entierro contra otro en las mismas condiciones, ambos defendiendo conceptos vacíos. Mientras que los egos que las iniciaron y sus respectivos séquitos están bien lejos tomando decisiones como si fueran los amos del mundo.

             Si me preguntan hoy, conmigo no cuenten, que el problemita lo resuelvan los tarados que la iniciaron, que sean ellos y sus hijos los que deben sufrir el problema y nada de tildarme que no soy patriota, que soy un egoísta, que no doy la vida por la patria, porque efectivamente la patria me tiene sin cuidado y parodiando a Kennedy, con su famosa frase manipuladora, no me pregunten qué he hecho yo por mi país, más bien pregúntense que ha hecho mi país por mí. (Y seguimos preguntándonos vanamente, por qué los hijos de los jerarcas, los mismos jerarcas y poderosos y su ralea no han prestado el servicio militar?)

             Sencillamente, conmigo no cuente y me tiene sin cuidado que me llamen traidor y desalmado, el que armó el lío, que salga del lío, que este anónimo no va a morir por ellos, más bien espero que la muerte se conduela conmigo y me venga por otro camino.

  Entonces? ¿Crees que a mi edad puedo tener miedo de expresar lo que pienso? ¿Con lo que yo he hecho en la guerra por mi país? Te contesto como contestan ellos: ¡me importa un bledo![1]

Tomado de Google. 5c3f6ff860f97,jpg


[1] Maurizio de Giovanni  El otoño del comisario Ricciardi

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