Y no me refiero a la pandemia, sino a la otra, la noche de ese noviembre de 2019 en que nos asustaron con el vandalismo y terminamos haciendo guardia en el edificio para evitar que los vándalos entraran a arrasar. Un pánico colectivo con un detonante explosivo, las redes sociales, esas que echaron más leña al fuego.
Pasado
todo este tiempo me preguntaba si alguien había investigado o estudiado el
fenómeno presentado, cuáles sus causas y si fue premeditado, cuáles las
conclusiones.
Internet
no me ayudó mucho y fue poco lo que logré averiguar. No sé si el gobierno tenga
un informe secreto, pero como es secreto, por ahí quedó archivado, sin
consecuencias, al parecer.
Todo
fruto del miedo que demostró que por más valientes que creamos ser, no éramos
más que un infundio de cobardía.
Me
quedo con la duda de cómo se generó el asunto, quién pudo estar detrás de esta
amenaza y cómo lo utilizarán en el futuro, en un futuro que les convenga.
A
mí me quedó la enseñanza de que de ocurrir en el futuro, no cuenten conmigo, me
digo que el edificio está asegurado contra el vandalismo y mi apartamento
también, soy previsivo.
Leí que tenemos
dos sistemas para enfrentarnos al miedo. Uno, el automático, el del subconsciente
animal del que estamos dotados. Usa información emocional, usa estereotipos y
es subconsciente. Este sistema detecta relaciones simples entre la
información que recibimos y genera conclusiones de una forma rápida y
automática[1].
Es ese gamín que tenemos que nos ayuda a no pensar sino a actuar, como tal,
nada más sentimos el peligro. Es el peligroso, es un inconsciente y actúa como
tal. El otro sistema es el lógico, el racional, el que nos hace pensar antes de
actuar, aunque nunca actuemos como él piensa o, dentro de nuestra propia
ignorancia, nos hace ver las cosas de otra manera. Éste es lento, requiere
más esfuerzo, es lógico, es calculador y es consciente. El sistema 2 nos sirve
para tomar decisiones después de analizar con más detalle la información y la
evidencia disponibles. Tanto el sistema 1 como el sistema 2 están continuamente
activos y mantienen un diálogo constante.
Todo esto me lleva a concluir
que ante el miedo somos impulsivos, meros animales que como rebaño, nos dejamos
llevar sin pensar, pensando que el que va de primero sabe lo que está haciendo
y éste piensa que los de la retaguardia lo saben. Es mero contagio social, sin
razón. En una palabra, perdimos el año, por no pensar.
Es cuestión de tiempo que las hienas de
Twitter encuentren otro cadáver que roer hasta dejar los huesos mondos y
blancos.[2]
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