Oyendo unas entrevistas con humoristas, parece que todos llegaban a una conclusión semejante. Hoy en día no es posible hacer el humor, ser cuenta chistes, sin el peligro de terminar tildado de cuantos epítetos hay, porque cualquiera se ofende y donde se ofende uno, salen a ofenderse los que no deben hacerlo, pero la presión del grupo…
Y les ha tocado cambiar para evitar
ofender, aunque la sal del chiste se pierda por completo. Y el cambio es en
últimas, por físico miedo. Ya no se pueden echar chistes de maricas, de negros,
de gordos, de gangosos, de enanos, de putas, de abogados ni de nada, porque
todos se ofenden, siempre va a haber un ofendido y colateralmente se llega a
ser tildado de sexista, homófobo, xenófobo, machista, racista y como dijera la
Falacci, de todos los istas existentes, desde fascista hasta comunista.
Y me pregunto por qué el cambio
hasta en el humor? Y creo que es por miedo, por ese miedo que se instaló,
subrepticiamente, en nuestras mentes, el miedo a que nos tachen, como dije, de
sexistas, machistas, homófobos y yo no sé qué más, porque ellos sí se pueden
sentir ofendidos, ellos tienen más derechos, según la actual creencia.
Por qué en cambio no nos dejamos de
maricadas y llamamos las cosas tal como son. Tal vez por eso nos estamos
volviendo grises, por simple miedo a no ser aceptados, a ser tachados, el
físico pánico de ser ninguneados o de ser tachados con esos istas mencionados,
aunque deberíamos rebelarnos y mandar a la mierda todos esos conceptos
impuestos a la brava (No me diga, ya se emberracó? Dirá alguno).
Pues sí, ya me emberraqué. (Con lo
difícil que es…)
A veces te crees indispensable, piensas que
sin ti el mundo se desplomaría o, como poco, no podría seguir adelante. Después
sucede una cosa como esta y te das cuenta de que: a) no eres indispensable; b)
no ser indispensable no está nada mal. [1]
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