lunes, 27 de septiembre de 2021

QUÉ PASA SI… (IV) EL RE-NACIMIENTO

             Ya pontifiqué sobre las alternativas después de la muerte, si no hay nada en el más allá o si efectivamente hay cielo (si me han seguido en blogs precedentes).

             Ahora queda la última posibilidad que es la reencarnación, en cuya palabra pretendo abarcar lo que se considera la reencarnación en sí misma considerada, pero que involucra el resto de formas posibles, tales como la transmigración del alma, renacimiento, metempsicosis, vida kármica, el alma como energía, etcétera.

             Si se me permite resumir la idea, el asunto consiste en que el ser, el espíritu, la energía; si se quiere, el alma, contiene dos estados a la vez, que coexisten en algún momento (cuando se es espíritu y cuando se vive como ser humano, por ejemplo).

 El de energía propiamente dicho, es decir aquel estado que se genera luego de la muerte (y antes de la vida) y el que comparte con la vida como cuerpo real, según nuestra visión humana. Advirtiendo naturalmente que ese estadio de alma o energía, es vida también, si se observa con cuidado.

 El principio, para este caso, me atrevo a acudir a las palabras científicas sobre la energía, no se crea ni se destruye, se transforma. Y de esta manera el que es eterno es el espíritu. No voy a encauzarme en que cada espíritu es una partícula que forma parte de un todo que es el Hacedor, o el Dios, o la partícula primaria, pues sería entrarme en asuntos que no domino y que sinceramente, por el momento, no tengo ganas de pontificar (ya habrá tiempo, si me alcanza esta vida!).

 Enfocándome y evitando irme por las ramas, en esta alternativa explican los que saben, y si no les malinterpreto, uno viene a la vida corporal humana (al desconocer otras formas que pueda tomar el alma) a experimentar, a vivir, en nuestros términos humanos, y una vez experimentada esa vida (larga o corta, buena o mala) se muere el cuerpo, se retorna a un más allá y en búsqueda de la perfección (el nirvana?) se retorna una y otra vez hasta la plena satisfacción. Son estadios por los que hay que pasar, hasta lograr el último de perfección total; otros señalan que cada vida es una escuela, en la cual se vienen a pagar karmas (deudas no saldadas en búsqueda de la perfección), en las que se viene a vivir situaciones que el espíritu necesita conocer (de bondad o maldad, a experimentar el goce de los placeres -para bien o para mal-, por eso hay madres teresas y hitleres), de donde el espíritu es uno y los cuerpos en los que se integra son múltiples, como variadas son las épocas en las que vive (de cuerpo presente, para ser más explícito).

 

Y ante todo y ahí está el misterio, es que todo lo relacionado con el espíritu hay que separarlo de todas las nociones humanas que tenemos, particularmente hay que tener claro que en ese mundo no existe tiempo ni espacio, debe haber otras nociones que escapan a nuestro entendimiento, y pudiendo comprender eso, tal vez se podrá tener una noción sobre lo que es la eternidad.

 Siempre he pensado que en esto hay una infinita injusticia que está en la imposibilidad de que, como seres humanos, conozcamos la verdadera intención de ese espíritu, pues haciendo una evaluación de nuestra vida, como hombres de carne y hueso, la vida no es fácil, nada fácil y si hemos de pasar por infinidad de vidas, no es justo que no sepamos, al menos que tengamos un indicio, que vinimos para algo, pero ese algo nunca nos será dicho y ahí está la injusticia, que no podamos recordar al espíritu.

 Amén.

 Estas disquisiciones las termino con esta cita:

Así descubrió que la verdad es huidiza, que es casi imposible desentrañar el pasado tal y como sucedió porque solo disponemos de versiones diferentes, interesadas, contradictorias e incompletas de los hechos. En las Historias abundan frases como: «que yo sepa», «según creo», «de acuerdo con lo que averigüé por boca de…», «no sé si es verdad; solo escribo lo que se dice». Milenios antes del multiperspectivismo contemporáneo, el primer historiador griego comprendió que la memoria es frágil, evanescente, y que cuando alguien evoca su pasado deforma la realidad para justificarse o encontrar alivio.[1]

Tomado de Facebook
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[1] El infinito en un junco. Irene Vallejo.

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