viernes, 24 de septiembre de 2021

QUÉ PASA SI… (III) EL CIELO

             La segunda alternativa que me formulé respecto de lo que ocurre después de la muerte es precisamente un acto de fe, de creer que ganaremos el cielo (o el infierno), según los actos de bondad o maldad que hayamos realizado, del equilibro de la balanza entre el bien y el mal que hicimos durante la estadía en la vida.

             Este cielo (o infierno) nace, en mi caso, de la programación religiosa a que fui sometido en mi niñez y juventud y resulta aplicable a la mayoría de religiones, particularmente las llamadas cristianas y con precisión, la católica, en mi caso (hoy he de confesar que ya ni sé qué soy en ese aspecto).

             Los curas me prometieron que al final de mis días, habiendo contrición de corazón y arrepentimiento firme, con solo evocarlo, puedo salvarme e ir directo al cielo. Allí gozaré de los placeres celestiales, en compañía de mi Diosito, ángeles, arcángeles, coros, querubines y serafines, así como de todos aquellos que murieron antes de mí, por toda la eternidad. Por toda la eternidad.

             Si no hubo tiempo para tal arrepentimiento o deseo final de salvación, se hará una evaluación de lo bueno, de lo malo y de lo regular que hice en este mundo de vivos (sin sarcasmos, dirá alguien). La balanza celestial determinará si el camino es recto al cielo, si es necesario pasar por un intermedio llamado purgatorio hasta que se logré la exculpación total o si, por el contrario, el comportamiento no se sujeta a las previsiones celestiales, directico al infierno, sin intermedios. (Supongo que supeditado al previo juicio final, nunca han explicado si se adelanta para cada uno al momento de su muerte o hasta que se extinga la humanidad para poder adelantar ese juicio final para todos, que en tal caso debe durar otra eternidad). Aunque Donald Walsch[1], al haber hablado con Dios sostenga que la infinita bondad de Dios impide calificar a unos y otros como pecadores o personas salvas, pues cada uno vino con su tarea a realizar en este mundo (si no lo tergiverso, claro está).

             Caigo ahora en una contradicción religiosa, la madre iglesia dijo que no existe el infierno[2], pero no se ha pronunciado sobre el diablo; aunque claro está, de ser así se confirmaría la teoría de Walsch. Pero claro, las sagradas escrituras sí que lo mencionan en sus diferentes nombres (diablo, satán, el ángel caído, etc.), hasta tentó a Jesús, según quedó escrito, ergo… Cosas de la iglesia que es mejor no controvertir, por ser dogma y ser expuesto, ante insistencia, en la excomunión (en mi caso ya perdí la cuenta de las barbaridades que he dicho y que motivarían la expulsión).

             Sea como fuere, la posibilidad de que exista ese cielo (e infierno) está y, tal vez, sea un motivo por el que no nos hayamos matado todos (más? Dirá alguno) con el fin de tenerlo todo lo que queramos, si supiéramos que luego de morir no hay nada. Tal vez, solo tal vez, ese límite conscientemente inconsciente es el que nos hace obrar de la mejor manera. Vaya uno a saber. En conclusión, bajo esta perspectiva, se vive -lo mejor que se puede-, se muere -lo mejor que se pueda- y se goza de un paraíso por toda la eternidad y, al parecer, sin retorno nuevamente a esta vida. A gozar de los goces celestiales por toda la eternidad! (aunque me pregunto si toda la eternidad no es mucho tiempo?).

 

—Dios es demasiado listo y no viene por aquí, muchacho. Estamos solos.[3]

Tomado de Facebook
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[1] Conversaciones con Dios. Interesantes todos sus tomos.

[2] En estos días el Papa, indirectamente, reconoció la existencia del infierno al manifestar que las parejas que se vuelven a casar, varias veces, ya no iban al infierno.(¡!) Vaya adelanto, me digo.

[3] El último hombre. David Baldacci.

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