Una historia tal vez mal contada, de
pronto una historia con mal final, un fallo judicial tal vez injusto, así fuera
divino. Para este caso, me baso en la historia contada por dos libros,
respetables, según dicen algunos. La Biblia
y el Libro de Urantia.
Ambos cuentan la historia, sin saber si realmente es historia y son
respetables, porque así lo sostienen algunos. No estoy seguro de ninguna de las
dos afirmaciones, pero así la leí.
El cuento es que, en resumen, Caín
mató a Abel y así hemos creído en la historia (o en el cuento), sin tener
mayores antecedentes o sin contar con el contexto necesario, como se dice
ahora.
Caín, el mayor, agricultor. Abel, el
menor, pastor. Al parecer Caín era el Caín de la familia y Abel, el de mostrar,
el ejemplo de la familia, todo buenito él. Es decir, de entrada, la rivalidad
nació en casa y no me aventuro a conjeturar más.
Al parecer, cada tanto se debía
rendir tributo a la divinidad. El uno llevaba lo mejor de su cosecha, el otro
lo mejor de sus ovejas. (3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto
de la tierra una ofrenda a Jehová. 4 Y Abel trajo también de los
primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas).
Y aquí comienza a moverse la historia. Al parecer
Dios era proclive a la segregación y prefería al bonitico de la casa: Y miró Jehová con agrado a Abel y a su
ofrenda; 5pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Sagrada palabra de la Biblia, no es invento mío. Por su parte
Urantia lo reconoce claramente: 76:2.4 (848.4) Nunca
se llevaron bien los dos jóvenes, y este asunto de los sacrificios contribuyó
más al creciente odio que se tenían. Sabía Abel que era hijo de Adán así como
de Eva y nunca dejó de recalcarle a Caín que Adán no era su padre. Caín no era
de pura cepa violeta puesto que su padre era de la raza nodita que más tarde se
había mezclado con el hombre azul y rojo y con la cepa andónica aborigen. Todo
lo antedicho, sumado a la herencia belicosa natural de Caín, hizo que éste
abrigara un odio hacia su hermano menor que aumentaba sin tregua.
Ya ni se podían ver y con ese cuento de que usted no es hijo de mi papá, pues
la cosa estaba clara. De lo que deduzco que Abel no era tan angelito como lo
pintan. También se la buscó.
Y
es así como la rivalidad terminó en lo que terminó: 76:2.5 (848.5) Los
muchachos tenían dieciocho y veinte años respectivamente cuando se resolvió
finalmente la tensión entre ellos; un día, las mofas de Abel enfurecieron a su
belicoso hermano hasta tal grado que Caín, sobrecogido por su ira, lo mató.
Así quién no se emputa? Me digo en silencio.
Y
viene la famosa frase bíblica: 9 Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él
respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? (sería que una respuesta en ese tono es pecado, mas
tratándose de Dios?) Aunque ya vimos que Dios le tenía también su tirria a Caín.
Y siendo Dios el juzgador, cómo recusarlo y ante quién, por aquello de la
manifiesta enemistad entre juzgador y juzgado, tal como ha quedado escrito?
Buena pregunta, me digo y la consecuencia, falta de imparcialidad del juzgador.
Pero sigamos: 76:2.7
(849.1) De la muerte de Abel supieron sus padres cuando
sus perros llevaron el rebaño a casa sin amo. Para Adán y Eva, Caín iba
convirtiéndose rápidamente en el sombrío recuerdo del desatino de ellos, y le
alentaron a decidirse a abandonar el jardín. 76:2.8
(849.2) La vida de Caín en Mesopotamia no había sido
feliz que digamos, ya que, de manera tan particular, él era símbolo de la
falta. Esto nos lleva a pensar que la discriminación contra Caín también
provenía de los padres, al que consideraban que no era tan bonitico como el
Abel. En Urantia
hay una interesante referencia al medio en que se educaron y a las condiciones
ambientales que definieron el carácter de cada uno, que puede llevar a
exculpación, modernamente hablando.
Y llegando al final de la historia, Dios (o Jehová, como se
prefiera) sin fórmula de juicio lo expulsó de las tierras paternas: 11Ahora,
pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano
la sangre de tu hermano. 12Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante
y extranjero serás en la tierra. Bonita
sentencia, al menos en Urantia dice que fueron los padres (Adán y Eva) los que
lo sacaron corriendo de la tierrita.
Y me sigo preguntando, en dónde quedaba la bondad
del señor Dios? Sin juicio y maldiciéndolo sentenció. Ni siquiera le oyó en
descargos, ni decretó pruebas, ni se tuvieron en cuenta los exculpantes ni
atenuantes. Sentencia a rajatabla y sin apelación, ni recurso alguno adicional,
no como ahora que se usa (y abusa). En términos actuales, Dios actuó de manera
irresponsable administrando justicia, no respetó los derechos de Caín y éste,
creo yo, hoy merecería una indemnización bien justificada, por falta de la
aplicación de la debida justicia.
Eso se llama justicia divina. Y por último me
pregunto si así será el juicio final; si así es, me jodí!
Dios
no era amable ni misericordioso. Dios era un monstruo más perverso que el
demonio, el cual, por lo menos, no hacía alardes de virtud.
—¿Quiere que le diga una cosa, padre Barbera? Yo a veces me pregunto qué pruebas tenía Dios para acusar a Caín del homicidio de Abel. (6)
76:2.6
(848.6) El análisis de la conducta de Abel
establece el valor del medio ambiente y la educación como factores en el
desarrollo del carácter. Abel tenía una herencia ideal, y la herencia forma los
cimientos de todo carácter; pero la influencia de un ambiente inferior
neutralizó virtualmente esta magnífica herencia. A Abel, mayormente en edad
temprana, le afectó considerablemente su ambiente adverso. Habría llegado a ser
una persona totalmente diferente, si hubiese vivido hasta los veinticinco o
treinta años; su espléndida herencia, en este caso, se habría dejado ver.
Aunque un buen ambiente no puede contribuir gran cosa a sobreponerse en rigor a
los defectos del carácter de una herencia vil, un ambiente malo puede dar al
traste de forma muy eficaz con una excelente herencia, a lo menos durante los
primeros años de la vida. Un buen ambiente social y una educación adecuada son
factores indispensables para hacer que se aproveche al máximo una buena
herencia.