miércoles, 13 de octubre de 2021

ENCUESTA DEL DANE. SAINETE EN TRES ACTOS

 PRIMER ACTO. PREPARATIVOS

 

            A mediados de septiembre timbran a mi puerta y me encuentro con unos encuestadores del Dane informando que en los próximos días van a hacer una encuesta de hogares. Naturalmente el nombre de la encuesta es tan largo que me pierdo en entresijos pensando de qué se trata.

             Pasan los días y no aparecen, al menos mientras yo estaba en casa. Pensé en que me había librado. En 8 de octubre, en horas de la noche, llaman nuevamente a mi puerta y me entregan un papel en que dicen que me van a encuestar el sábado 9, a cualquier hora del día, cosa de por sí ya usual, tratándose de citas programadas, que significan: no se mueva de la casa en todo el día. Así nada más.

             Pasó el sábado y aparentemente no hubo visita, aunque, naturalmente tampoco estaba dispuesto a quedarme encerrando, teniendo ya programado el sábado, por lo que no supe si vinieron o no.

 

            Salí de la duda, cuando el 11 llamaron a mi puerta y era una muchacha encuestadora. Ni modo había que recibirla. Luego supe que el artículo no se cual, del decreto ni idea cual, imponía multa al que no atendiera la encuesta. En conclusión, me salvé de taquito.

 SEGUNDO ACTO. LA ENCUESTA

             Gracias a la tecnología la encuesta venía en Tablet, aunque intuyendo las preguntas me permití sugerir que me diera la Tablet y yo la llenaría, pues tenía lectura rápida. Pura paja, lo que quería era impedir que se prolongara el tiempo con la lectura directa de la encuestadora, preguntarme las opciones, anotarlas y así ver cómo pasaba el infinito tiempo que suponía duraría. Mi idea era acortarla lo más posible. Afortunadamente me lo permitió, lo que hizo más ágil, si se puede decir, llenar el formulario electrónico. La que terminó aburriéndose, más que yo, fue la encuestadora al verme contestar directamente en la Tablet.

             Uno empieza impulsado a contestar preguntas, con entre dos y diez o más alternativas, como la primera: en qué tipo de vivienda vive. Opciones: a) en piso de tierra, sí o no; b) en piso encementado, sí o no; c) en piso de madera, sí o no; d) en piso de mármol, sí o no; e) en piso de tableta o cerámica, sí o no; ya no me acuerdo de la f), g) o h) que le seguían. Esa pregunta ya empezó mi indisposición, si vivo en un edificio… Eran como veinte preguntas por cada capítulo y había un sinnúmero de capítulos, por lo que pude ver a lo largo del cuestionario, dedicadas al tema de vivienda, salud, ingresos, estudios, embarazos. A los veinte minutos ya estaba cansado y solo estaba empezando porque cada uno de los habitantes debían responderlas, aunque no lo sabía hasta que terminé yo, luego de otros quince minutos, me imagino. Sentí que no era una encuesta, era una confesión, una larga confesión de un penitente habitante de esta ciudad que no tenía la culpa de vivir allí. La encuestadora tampoco tenía la culpa, simplemente se ganaba su sustento haciendo eso, aburriéndose con el entrevistado, con las mismas preguntas que tendría que hacerle a ene número de otros entrevistados. Vaya trabajo tan jarto!

             Facilito contesté como más de cien preguntas con cerca de diez alternativas en promedio. Fue casi una hora de tiempo perdido que hubiera aprovechado perdiendo el tiempo en otras cosas, más fructíferas, supongo, como procrastinando.

 TERCER ACTO. CONCLUSION

             No supe si reír o llorar con las últimas preguntas.

             Se considera usted rico? En voz alta me dije, depende, si es frente a Luis Carlos Sarmiento…

             Se considera usted feliz? En silencio me respondí… o mejor, no me respondí, quedé mudo con la pregunta.

             Por último, servirá para algo? Y por qué no hacen las encuestas por estratos, me pregunto también, pero estamos en este país, Ay país, país, país, cantaba Piero.

             Así finalizó este sainete[1]. 

Si los gobiernos no desperdiciasen el dinero que los ciudadanos han ganado con tanto esfuerzo, entonces «¿cuál sería la función de los gobiernos?», pensó.[2]

Tomado de Facebook


[1] Pieza teatral breve de tema jocoso y normalmente de carácter popular. Google.

[2] A cualquier precio. David Baldacci.

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