Tal vez sea trivial pero una canción que gravitaba en mi mente desde hace unos días -de esas canciones que en silencio aparecen y se quedan como invitado que no se quiere ir y que se despide sin irse- se volvía recurrente, sin razón.
Una canción que hablaba del corazón, de mi propio corazón y de
allí su nombre, cantado por Mirabai Ceiba[1],
pero no cantando propiamente al órgano, sino al corazón de antaño, en donde
pensaban que reposaban todos los sentimientos, los sentimientos del ayer, no
como los de hoy, que dicen que reposan en el entresijo del cerebro.
Y decía: Corazón, de mi corazón/ Que me haces palpitar/ Se libra una
batalla en mi alma/ Cada momento de despertar/ Y darme cuenta que no hay mas/ Que
detenerme y respirar/ Y dar un paso a la vez/ Y nada más...
Sí, ese corazón que me hace palpitar, el que mantiene en tensión,
supongo que al cerebro, de ese corazón lleno de sentimiento que no se detecta por
electros ni holteres, que no descubre sus grietas, sus punzadas ni permite oír
los engranajes íntimos de ese corazón, enamorado o abandonado, nostálgico o
esperanzado. Ese que quisiera decir que lo mejor es detenerme
y respirar/ Y dar un paso a la vez/ Y nada más... Como en
la vida, detenerse, respirar, dar un solo paso y nada más, así de sencillo.
Ese y nada más con que concluye, tal vez sea respuesta a lo
que un electro no puede explicar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario