Palabrejas que se inventan, para dar
más publicidad, para escudarse en ese nombre para cobrar más, sabiendo que de
todos modos uno va a un hotel para pasar de locha y no se necesitan nombres
raros. También están los que se denominan eco-pet o pet frendly, nombres
rimbombantes para descrestar indios, pero están de moda.
Como sea, terminé en uno de ellos,
muy bonito, amigable con las mascotas (pero por favor no las dejen sin
correa, advirtieron). Lo primero que noté: no tenían extinguidores, por lo
que supuse que como son eco, no necesitan de ellos, la naturaleza sabrá
cuidarse de ella. Y por la otra, oh sorpresa! No había televisor. (Pero se
tenía acceso a wifi, juana1991 la clave, no sé por qué se me quedó grabada de
inmediato).
Naturalmente uno cuando va de paseo
no es que se quede las 24 horas dentro del hotel elegido, pero es como si
necesitara saber que tiene acceso a algo, úselo o no. Es una ausencia notoria
que desequilibra de cualquier manera.
Ante esa ausencia, lo mejor era
gozarse la presencia. Un constante silencio, sin ser silente, pues la brisa
arrullaba a los árboles, llevándoles a cantar su tonada. Los pájaros,
haciéndose sentir, de alguna manera y el tiempo, complaciente con el veraneante
que plácido se sienta a leer, como mejor opción para pasar el tiempo. Lástima
la incomodidad de las sillas que impedían la mejor concentración posible.
Una soledad silenciosa, sin que
fuera lo uno ni lo otro, al estar acompañado y a que el silencio no existe, al
no ser absoluto, lo uno ni lo otro, pero al tener palabras equivalentes a lo
que queremos significar, son válidas, por el arrullo de la naturaleza y el cantar
de los pájaros, y la ausente presencia que junta las soledades, de cualquier
manera.
Como sea, un buen descanso, que de
alguna manera descansó, en medio de una nueva rutina, la otra rutina, la más
larga, la de todos los días. Aunque terminé sin saber que era eso de eco-lodge,
pues era una finca agradable (sin televisor).
Es posible, si uno no ve la televisión, ni
escucha la radio, ni lee los periódicos —reveló una vez que hubo encendido la
pipa—. Algunas personas se conceden unas semanas al año, semanas blancas,
durante las cuales no consumen nada de alcohol. Seguro que es una costumbre
sensata. Yo, por mi parte, he elegido pasar unas semanas al año, llámalas
blancas o negras, en las que no dedico el menor interés a mi entorno. Después,
cuando salgo de ese celibato informativo, la mayoría de las veces comprendo que
no me he perdido gran cosa. Vivimos bajo un diluvio de desinformación, de
rumores y de muy pocas noticias decisivas. Durante esas semanas, me dedico a
buscar otro tipo de información: la que llevo en mi interior.