Y me refiero a ser hombre en el sentido masculino (o macho o varón o caballero, si se prefiere como se decía en otros tiempos). Por cualquier mirada, actitud o expresión, como hombre (masculino, varón, repito), uno puede terminar mal. Así se sea un anciano, hoy con mayor razón, puede terminar siendo tildado de viejito pervertido (nótese el diminutivo tan de moda y su entonación).
Imaginarse nada más a uno
caminando en cualquier lugar y si viene una mujer a medio vestir (nótese que es
la moda, no prejuicios míos), mostrando las tetas (hablando sin eufemismos)
incluyendo el inicio de la aureola que delata el pezón (sigo hablando sin
eufemismos, las cosas como son), puesto adrede para ser vista, pero tratándose de
un anciano quien mira es un pervertido y si no se les mira entonces es un
anciano maricón. Lo que son las cosas.
Digo si se les mira, porque es
imposible no mirarlas (mostronas, diría mi mamá) y se visten así y luego se
emberracan porque se les mira, e imposible no mirarlas, como se mira un paisaje,
si fuera un bello paisaje, pero… dejemos así. Ellas por su parte pensando que
uno es un viejo verde y uno pensando que ellas son unas desvergonzadas y hasta,
una que otra, con la pinta de prepago escrita en la cara, recordando otros
tiempos. Mientras las prostitutas se visten así porque al menos son conscientes
de ello y no tienen tantos prejuicios.
Si se les cede el puesto o se
ofrece a ayudarles con paquetes o en cualquier otra circunstancia que antaño se
consideraba caballerosidad, de pervertido, sexista o anciano abusivo lo
catalogarán.
Uno como hombre, que hoy no tiene
oportunidad de defensa, estamos condenados a ser culpables mientras no se
demuestre lo contrario, por lo que olímpicamente hoy somos tildados de
sexistas, machistas, racistas y el resto de epítetos que el fanatismo permite
actualmente, hace que el hecho de ser hombre sea sinónimo, en tales casos, de
culpables, con lo cual nos hicieron más vulnerables, tal vez más cobardes e hipócritas,
ante la imposibilidad de defendernos, porque de hacerlo se nos va más hondo.
Por eso sigo pensando que hoy
más que nunca es difícil ser hombre y si se es viejito, peor. Y por cualquier
mal paso puede terminar empapelado en un injusto sistema judicial como el
nuestro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario