Dentro de esos recorreres inútiles en las redes sociales, a veces aparecen mensajes que conmueven y dentro de ellos me encontré esta plegaria, al parecer de la cultura hebrea y la cual, si he de ser sincero, me ha conmovido.
Ella
dice:
Que tus despertares
te despierten. Y que al despertarte, el día que comienza te entusiasme. Y que jamás
se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en
cada nuevo amanecer.
Y que tengas la
lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se
cruza en tu camino.
Y que no te olvides
de saborear la comida, detenidamente, aunque solo sea pan y agua.
Y de encontrar
algún momento en el día, aunque sea corto y breve, para elevar tu mirada hacia
lo alto y agradecer por el milagro de la salud, ese misterio y fantástico
equilibrio interno. Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres
queridos.
Y que tus abrazos,
abracen. Y que tus besos, besen.
Y que los
atardeceres no dejen de sorprenderte, y que nunca dejes de maravillarte.
Y que llegues con
satisfacción al anochecer por la tarea realizada durante el día. Y que tu
sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.
Y que no confundas
tu trabajo con la vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio. Y que
no te creas más que nadie porque solo los ignorantes desconocen que no somos
más que polvo y ceniza.
Y que no te
olvides, ni por un instante que cada segundo de la vida es un regalo, un
obsequio y que si fuéramos realmente valientes, bailaríamos y cantaríamos de
alegría al tomar conciencia de ello.
Como un pequeñísimo
homenaje al misterio de la vida que nos abraza y nos bendice.
Y
que tus abrazos, abracen. Y que tus besos, besen. Así sí vale la pena la vida.
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