lunes, 23 de octubre de 2023

CONCURSOS O REALITIES

            Viendo varios programas televisivos, de aquellos que se ven cuando no hay más qué hacer, en que varios personajes variopintos participan en un concurso en donde, en últimas, se muestran las miserias humanas -envidia, odio, trampa, poder-.

 

            Lo curioso, a pesar de tales miserias, lo diseñan de tal manera que el televidente se inclina a favor de alguno de los concursantes, conociendo pero a la vez ocultando tales miserias y así como uno se inclina a favor de alguno, igual manera puede llegar a odiar o rechazar a los demás.

 

            Son variopintos, porque así son escogidos. El fantoche, el que se las da, el hijo de papi, el venido a menos, el sobrado, la pesada, la antipática, por citar algunas de esas joyas variopintas.

 

            En los insoportables la repulsión es automática. Tanto es así que en un concurso español (la rueda de la fortuna) al presentador, sin que lo diga pero se refleja, se nota cuando un concursante no le gusta, se vuelve más parco, menos receptivo.

 

            Es la primera impresión la que genera el rechazo, sin saber si es o no una buena persona, simplemente se cierra uno a ver otra perspectiva de la persona. Y lo fatal es que desde ese momento espera uno que ese concursante no gane.

 

            Y otro concurso que presenta una dualidad. Con una palabra que se hace a otro concursante se pretende que adivine la palabra escrita en el sobre y así gana el punto. Solo una palabra debe contener la pista, una sola, nada de gestos indicadores, hasta aquí bien, pero… viene la trampa que incumple la regla, con la que se puede evadir la limitación, sin ser motivo de sanción. Una mirada indicadora o, como ya se acostumbraron, a voltear la cara hacia la izquierda, para indicar que es lo contrario, o a la derecha para señalar que es sinónimo. Eso no es trampa? Eso no hace que lo honesto se tiña de visos llevándose a los límites de la honradez, tanto como en película gringa en donde el policía bueno puede acudir a argucias que pasan por encima de la ley (lo llaman causa probable: no oíste el grito de auxilio? Cuando el silencio ha sido rotundo.)

 

            Y después criticamos por qué no somos honestos, o más honestos, diría la autoridad como si la honestidad tuviera grados o visos, aunque ya se ha impuesto la palabreja, ya se puede ser honesto, más honesto (que implicaría deshonestidad) o menos honesto (que implicaría lo mismo, me digo). Se es o no se es, pues en algunos temas no valen las mediatintas, a pesar de la democracia o de su generalizada aceptación.

 

            Y de los realities ni hablar, allí abunda la humillación, el pordebajeo, la cizaña, sobre todo en ciertos presentadores que se creen la mama de Dios, con derecho a insultar a los concursantes.

 

            Pero bueno, quién soy yo para criticar?

 

            Son solo percepciones de un viejo en tiempos modernos.

 

Ahora no sé dónde empieza la causa y dónde las mentiras.[1]

Tomado de Facebook
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[1] El hombre que amaba los perros. Leonardo Padura.

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