Si
alguien lo afirmara con contundencia, creo que lo hace porque no es objetivo,
se está dejando llevar por lo subjetivo y de ser así, vale la pena que me lo
explique.
Qué
objetivo? Cuál objetivo? En la vida cuál es el objetivo, me sigo preguntando,
si el final, como el comienzo, siempre es igual, aunque uno siempre está
aspirando a algo mejor, a lo mejor de la vida, pero el azar o el destino tienen
su camino definido, a pesar de nuestras intentos o insistencias y siendo así
siempre está oculto a nuestros ojos.
Filosofar
es vivir, leí. Filosofar no cuesta nada, me digo y por eso me puedo dar el lujo
de divagar.
Objetivo?
Es que la vida tiene un objetivo? El único que podría ver es que el objetivo es
simple, es vivir, como buenamente se pueda, con las promesas de la fe, de la
esperanza, de que sea una buena vida, a pesar de que el camino esté lleno de
sorpresas, porque sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas, predica
Rubén Blades.
Claro
que me puedo fijar una meta, un objetivo, alcanzable o no, aunque generalmente
no lo es. Quisiéramos ser felices siempre, pero no siempre lo logramos y cuando
lo somos, es demasiado efímero, se evapora en cualquier momento y surge la
añoranza, como si fuera un objetivo, perdiéndose el objetivo.
Sé
que ya empiezo a divagar y por eso termino pensando: Y si no hay objetivo?
Mejor
dejarse llevar del destino, previamente escrito y delimitado milimétricamente,
para qué luchar en tal caso, pudiéndose dejar llevar por él, sin deprimirse, si
se quiere ser objetivo, si ello es posible.
—Cotidie morimur, cotidie conmutamur, et tamen
aeternos esse nos credimus —dijo lentamente, para traducirse pocos segundos
después a sí misma—. «Cada día morimos, cada día cambiamos, y sin embargo nos
creemos eternos».
Tomado de Facebook
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