miércoles, 31 de enero de 2024

NI MIEDO NI SUMISIÓN

                 Si uno muestra miedo, se la montan. El miedo se huele, y el que olfatea lo sabe y se aprovecha. Igual cosa ocurre con la sumisión. Aunque también es cierto que ésta está acompañada de la primera. Cosas de la vida.

 

                Por eso no hay que demostrar miedo ni sumisión. Es como pasar por una calle y ver a un malencarado con intenciones, verdaderas o imaginarias, de hacer algún daño. Aprendí desde hace ya mucho tiempo que en estas circunstancias es mejor poner igual cara de pocos amigos, cara de que no le tengo miedo y cara de que no se meta conmigo porque también le arranco a la pelea, a pesar de estar uno cagado del susto. Pero funciona.

 

                Pero lo curioso es que con las computadoras y las impresoras no funciona el truco. Tienen un no sexto sino como un octavo sentido (por eso serán femeninas, las palabras, digo). Nada más saben que uno las necesita con urgencia, se ponen lentas para arrancar, se ralentizan automáticamente, es como si la cámara que tienen incluida informaran a la RAM que hay miedo de por medio (y entre miedo y medio hay trastoque de letras). La impresora igualmente queda notificada: se traba el papel, el papel no entra, traquea, se hace la boba, en una palabra.

 

                Y del afán solo queda el cansancio, porque ellas terminan haciendo su voluntad y uno con la piedra alborotada no sabe si cogerlas a golpes o tirarlas contra la pared, pero nos detiene no la razón sino el costo que representaría su reposición.

 

                Aunque inicialmente dije que el truco citado no funcionaba con éstas, pero en realidad como que sí hay truco. Es poner cara de indiferentes ante la ausencia de funcionamiento, es decir en voz alta: no tengo afán. Es mostrar impasibilidad, en una palabra. Y como que, en estos casos, la cosa cambia y todo vuelve a funcionar como es debido. No sé si sea cierto, pero me ha funcionado.

 

                Y todo esto para concluir como el titular: ni miedo ni sumisión, que se jodan!

 

Dícese vulgarmente con relación al individuo, que nadie escarmienta en cabeza ajena; debe añadirse que las colectividades políticas no experimentan ni en la suya propia.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Memorias. Aquileo Parra.

1 comentario:

  1. Me pareció espectacular este artículo y muy cierto. Me arranco más de una carcajada. Blanca Flor

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