Veo una hoja en blanco y quisiera que empezara a contar
historias, ajenas naturalmente, porque las mías son muy aburridoras y nadie
aguanta a leer su propia historia, por vergüenza o con rubor espontáneo, no lo
sé.
Ver cómo un instrumento en mano ajena cuanta una
historia, cualquiera que ella sea, ya que la de uno no alcanza a llenar ni un
párrafo y en todo caso es un párrafo insulso. Es tanto como cuando le preguntan
a mansalva ese ruborizante: cuéntame de ti. Queda uno cortado, no sabe por
dónde comenzar, a quién acudir, el tartamudeo y la indecisión lo dicen todo.
Por eso es mejor leer las historias ajenas, pues uno no
tiene nada qué contar, a pesar de las historias que en realidad sí tenemos para
contar.
Eso me dijo una hoja en blanco nada más la vi, que mi
historia es demasiado común, creo que como la de muchos y eso me consoló al ver
que mi historia era lo mismo para casi todo el mundo.
Y de esa manera concatené una frase que oí en un podcast
de la BBVA
de un neuro sicólogo, que a veces lo inútil puede demostrar la utilidad de sí
mismo. El mismo autor que escribió el libro: El cerebro es un cabrón, y vaya
que lo es.
Entonces
pensé que todo francés debía aprender de memoria, para aplicarse el cuento, ya
que hablamos de cine, la primera frase del monólogo interior que pronuncia
Orson Welles al principio de La dama de Shanghai: «When I start out to make a
fool of myself, then very titile can stop me», «Cuando empiezo a hacer el
idiota, casi nada puede detenerme».
Tomado de Facebook
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yo creo que si tiene historias muy amenas y divertidas que contar.
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