Una pregunta que me atreví a hacer. Como siempre que se
hace la pregunta surge la respuesta correlativa de que qué es ser feliz, que la
felicidad es transitoria, y blablablá, la natural respuesta ante lo que no se
tiene respuesta inmediata, por lo que en un momento de lucidez paré la
respuesta que estaba obteniendo y se me ocurrió decir que cambiaba la pregunta
por esta otra: Estás satisfecha con tu vida?
Mutis en el foro. Esta pregunta sí generó un silencio,
elocuente, en su mayor parte, inquietante, en la otra. Pregunta que desarma,
que invita a la reflexión y por tanto no genera respuesta inmediata, porque es
de esas que hay que saber rumiar y que no condensa un instante sino todo un
recorrido de vida.
Eso me llevó a pensar que todo se reduce a la forma como
se hace la pregunta. Por ejemplo, nunca se le ocurra preguntar a la pareja si
es feliz conmigo (ese migo no soy yo, sino el que pregunta, aclaro, yo ya
aprendí a no hacer determinadas preguntas cuyas respuestas pueden no ser lo que
quisiera que fueran o que me pueden incomodar, demasiado). En fin, la respuesta
en un caso así puede ser hipócrita, generalmente; pueda que sea asertiva en ese
momento, porque es el momento, pero no será demasiado sincera, en cualquier
caso.
Estoy satisfecho con mi vida? Sin mayor silencio, me
respondí que a esta edad y evaluando todo el tiempo, lo estoy, que hubiera
querido que hubieran sucedido otras cosas con mi vida, claro está, pero no
sucedieron y no se puede hacer nada para recomponer el pasado, así que debo
seguir con la vida con la satisfacción de que me ha ido bien y no hay mayor
cosa de qué arrepentirme, (aunque sí de una que otra cosita, debo aceptarlo).
—Hágame un favor. —Ese era siempre el preludio
del final—. De aquí a la próxima sesión intente concentrarse, al menos durante
un rato cada día, en lo que tiene. Bueno o malo, pero en lo que compone su
vida; no en lo que le falta.
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