Volví a mis lecturas de cultura. Me encontré con un buen
libro: La
era del ingenio. Anthony C. Grayling. Habla del florecimiento del pensamiento
ocurrido únicamente en el siglo XVII; a ese período se limita, siglo en el que
realmente no hubo paz, nada más pensar en la llamada guerra de los treinta
años, treinta, Dios mío. Y aún así floreció el pensamiento, en todas sus ramas,
de los consabidos filósofos hasta los científicos que hoy pasarían
desapercibidos totalmente, como los dedicados a la óptica o a la botánica, por
ejemplo.
De ellos solo nos enseñaron sobre
la existencia de unos cuantos (Descartes, Pascal, Hobbes, Galileo, de ese
siglo, de otros Aristóteles, Platón, Euclides, Pitágoras de otro siglo
particular). De esta manera encontré tan acertada una frase que resume lo que
digo: … le contaban historias de una guerra que los libros del colegio
resumían en un único párrafo.
Y a eso se resume la historia que nos enseñan, a un simple resumen, unos
párrafos que pretenden resumir décadas, dejando de lado otras circunstancias,
otros momentos que terminan en el olvido de la historia. En el libro inicialmente
citado oí mencionar unos nombres totalmente desconocidos,
pero que aportaron mucho para el avance de la humanidad y que por obra del
historiador del momento fueron dejados a un lado al no poder caber en un
párrafo. (Pierre Petit, Gassendi, Beeckman, Van Helmont, Roberval, De
Peiresc, Hobbes, Giovanni Doni, Torricelli, Constantijn Huygens, Mersenne.
Olvidando igualmente a Isabel Estuardo, que además de bonita, dicen, fue una
intelectual de la altura de Descartes, con quien se carteo y dio origen a un
famoso libro del mismo Descartes, en fin).
Lo mismo había pensado hace un buen rato, de tantos
anónimos que aportaron a la historia que decidió dejarlos en anónimos, como cuando
en alguna oportunidad me encontré unos hermosos cuadros de pintores de finales
del siglo XIX y principios del XX, particularmente en Inglaterra cuyos cuadros
incitan a la envidia,
pero solo nos hablaron de Miguel Ángel, Rafael, Leonardo por no
explayarme.
Antes
no somos más ignorante; me gustó un comentario que hizo Pérez Reverte,
en donde en resumidas cuentas dice que la cultura a través de la lectura (la
buena lectura) es la única defensa que nos queda y mostrando su celular señala
que en ese aparato hay tres mil años de cultura a la que todo el mundo tiene
acceso pero a la que nadie acude, por estar embebidos de cosas inútiles como el
Facebook, Instagram y demás redes sociales que no aportan nada, fuera de
ignorancia y odio (precisión mía, preciso).
Pero
también es cierto que hoy la cultura o el tener cultura no es distintivo y, por
el contrario, creen que es una inutilidad para el mundo real, el diario. Puede
que así sea, pero lo inútil puede estar lleno de curiosidades y, al contrario
de lo que pueda pensarse, puede ser de utilidad para la vida. Y hablando de lo
inútil, me llamó la atención un artículo que encontré: La conquista de lo
inútil.
Los que corren maratones, los que escalan montañas, los que ayunan varios
días, los que atraviesan caminando el desierto, los que se lanzan al mar
confiados únicamente en el viento y la vela. Todos ellos conquistan algo inútil
que es, al mismo tiempo, demasiado valioso… ¿Para qué? «Para nada
—escribió Herzog— O para mucho: para conquistar lo inútil». Y concluye Sara
Jaramillo: Definitivamente, lo que parece inútil es cualquier cosa, menos
inútil. Por eso vale la pena pararse del sofá y, con miedo o sin miedo, salir a
conquistar algo.
En
fin, no hay como matar el tiempo leyendo un buen libro que por lo más inútil
que pueda parecer para las nuevas generaciones, da algo de cultura, así se
considere inútil.
Si la mayoría no dispone de cultura, será
porque no quiere. Nunca hubo tanta tan accesible y disponible. Nunca. La idea
del analfabeto forzoso caducó hace tiempo, querido amigo. Ahora los analfabetos
en España suelen ser voluntarios.
Tomado de Facebook
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