Estuve viendo la transmisión del Tour de Francia. No es que
me apasione el tema del ciclismo, como creo que lo dije en otra oportunidad,
pero lo veo para conocer mundo, desde mi cómoda cama. Es así como, gracias a la
vuelta a España, el giro de Italia (pronunciado
con y de yiro, para que se sienta la sangre italiana!, siento que me
dicen), vengo conociendo las partes de los países del mundo que un turista no
conoce por estar enfocado en los grandes monumentos que turísticamente son
dirigidos al parecer por la genética dominante.
Como dije, sin conocer del tema ciclístico, que es lo que
menos me interesaba, desde las primera etapas veía cómo los ciclistas se iban
charlando en el recorrido, como si fueran de turismo, cosa que me llamó la
atención, dado que en las vueltas a Colombia, de mi época naturalmente, porque
hoy ya pasa desapercibida, desde la primera etapa salían a ganar, sin esperar
estrategias, ni el carbono o las lentejuelas que ahora dominan los “caballitos
de acero”.
Inicialmente hago un paréntesis. (Abro paréntesis, falta que diga! Ejem, contesto con indiferente
menosprecio). Por aquello del “caballito de acero” veo cómo los locutores
deportivos van ayudando a degenerar el idioma y en la etapa de hoy, el locutor
colombiano, tal vez ya contagiado por la palabrería del argentino Sábato,
hablaba con insistencia y con una propiedad propia de un académico, de la
“entrante semana”, se le oía como cuando uno oye hablar a un fantoche que
quiere descrestar. Pero bueno. La idea es que los honorables locutores,
creyéndose cultos de una parte y maestros del arte, por la otra, han venido
generando un idioma paralelo que, a nosotros los legos (será a usté, que es al único que no está fanatizado con los deportes,
oigo que me recriminan). Está bien, a mí, ese idioma que están generando no es
de mi agrado, no sé a los demás, porque creo que soy, estadísticamente, el cero
cero cero cero uno por millón, que considera que sentarse a ver un partido es
una pérdida de tiempo, aunque he de confesar que contradictoriamente sí me
gusta ver una ronda de golf o de gimnasia, por ejemplo. Cierro paréntesis para
ser congruente.
Continúo con el Tour. Decía que en varias etapas parecía más
que una carrera una reunión de amigos departiendo por el camino en subida a la
Calera o al Alto del Vino, sin intención de sudar pero si de tomar cerveza nada
más llegados a la cima. Esa apreciación se hizo patente cuando los mismos
locutores dejaban ver que esa modorra hacía que la transmisión se atrasara
hasta media hora. Adicionalmente en el mismo Tour se han venido presentando una
seria de irregularidades administrativas, imprudencias de grupos de apoyo, todo
lo que me ha llevado a pensar en que la seriedad del Tour se está viniendo
abajo. Y los mismos locutores, que son los que saben del tema, se han quejado
de algunas decisiones administrativas e improvisaciones, demostrando malestar.
Y a que viene toda esta disquisición. A Europa. No es que me
preocupe lo que le pase a Europa, sinceramente, me tiene sin cuidado; sin
embargo lo veo como el fenómeno, que no sé si los que saben lo han visto o no,
pero creo que, así como ha iniciado en Estados Unidos, que ha venido en declive,
como áreas de liderazgo y de empuje. Bélgica, la más respetada de Europa en un
tiempo, hoy es un hazmerreír y no lo digo yo, el liderazgo de Bruselas ha caído
de tal manera que ya sus opiniones son oídas como por necesidad, pero no por su
seriedad. Lo demostraron los hechos de los últimos atentados, la falta de
seguridad que tenían, las incoherencias e improvisaciones de las decisiones que
a raíz de ello adoptaron y dejo constancia que no son opiniones mías, aunque sí
las compartimos. Las oí en noticieros europeos y en la prensa. Las percibí, aún
antes de que otros con más autoridad lo dijeran! (Uyyyy no, el sabihondo! Me replica el humillativo que tengo también
dentro de mí. A lo que le refuto, con ese mismo tonito, deje y verá que en unos
años, cuando relean estas palabras… ni profeta que fuera!).
Las experiencias de los atentados, cuando involucra la
necesidad de intervención de varios países europeos ha hecho que salgan las
quisquillosidades de cada cual, con aquello de que yo lo vi primero, yo tengo
mejor tecnología, mataron más de mis nacionales, etc. Reculando en decisiones
que anuncian con bombos y platillos y al otro día en contradicción, sin que ya
se sonrojen al decirlo. Es allí donde se ve que la Europa unida no funciona,
por los nacionalismos, por los celos y por el deseo de predominar, no de
unificar. Es un motivo de más para seguir insistiendo en que la Comunidad
Europea no está funcionando y difícilmente va a funcionar. Soy pesimista con
ese experimento (Ya empezó a comprenderme,
me dice mi pesimista!). Curiosamente en el Espectador apareció un artículo cuyo
título llega como caído del cielo: Un mes desastroso para el mundo! (http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/un-mes-desastroso-elmundo-galeria-643667).
Pero tampoco es el punto propiamente el que quería mencionar.
Mi pregunta es: será que este mundo se está volviendo loco? Y la más suspicaz:
Será que nos estamos enfrentando a la caída de imperios? Tal como ocurrió con
el romano, Europa y Estados Unidos al unísono? La sintomatología, para mí, un
lego en predicciones, en estudios y en conocimiento, parece indicar que
efectivamente el mundo occidental está en declive. Nos estamos volviendo más
agresivos, más intolerantes, serán síntomas? Y me pregunto: Alguien importante,
conocedor del tema y no invisible se habrá dado cuenta?
Y continúan las preguntas que no tendrán respuestas y que
pueden resultar incómodas: en cuánto tiempo se produce una caída de ese tipo?
Serán pensamientos de un pesimista? (Téngalo
por seguro, oigo decir). O de alguien que a la distancia lo siente? Y
parece que el contagio es de medio mundo: Europa y Estados Unidos, Medio
Oriente, Corea del Norte, centro de África, por mencionar algunas. Pero
curiosamente Putin, por no decir Rusia, calladito, tal vez lo habrá notado y
está esperando haciéndose el pendejo, para coger la tajada que le corresponde
en la hecatombe. China, con su mirada de desconfianza, igualmente pasiva,
haciéndose la pendeja, como saben hacerse los pendejos profesionales.
Y vuelve y juega, soy un invisible para decisiones y cuando
hablo de Estados Unidos, China, Rusia aparentemente estoy hablando de países,
con millones de millones de pobladores que deciden, pero que son igualmente
invisibles a mí, cuando realmente las decisiones del curso de la historia está
en manos de unos pocos, poquísimos que me aventuro a decir que no llegan a
cincuenta cristianos. En manos de ellos estamos millones, esa es la ironía. Y
lo mejor, los elegimos o ellos se eligieron solos? (Buena pregunta!)
Al comentar el tema en voz alta, mi alter ego dice: No será que se están haciendo reales las
predicciones de los indios hopis? (No los recordaba y menos que tenían
profecías, pero no quiero entrar en ellas ni en las de Nostradamus, ni otros,
porque nunca he entendido los mensajes celestiales ni de dioses o humanos,
porque todos ellos hablan en idiomas insondeables y enredados. Siempre he
pensado por qué Dios no puede hablar claro? Toda profecía es enredada, por eso
es mejor dejárselas a los abogados, expertos en interpretaciones! Puede que en
el futuro se hable en este blog al respecto. Sólo puedo decir a mi alter ego: “… Pero Pluma Blanca no podrá presenciar todo
esto. Ya estoy viejo y me queda poco tiempo. Tu
quizás lo verás. A su tiempo, a su tiempo…”[1])
A propósito y como para ampararme otra vez en
palabras ajenas, la columna de Esteban Carlos Mejía[2],
hablando de Rubem Fonseca (ni idea quién era, hasta que supe que es escritor
brasileño y hasta ahí con mi ignorancia[3]),
precisa en mi defensa: “A él se debe esta
joya, que suscribo al pie de la letra: “El
escritor debe ser esencialmente un subversivo, y su lenguaje no puede ser ni el
lenguaje mistificador del político (y del educador), ni el represivo del
gobernante. Nuestro lenguaje debe ser el del no-conformismo, el de la no-falsedad,
el de la no-opresión. No queremos poner orden en el caos, como suponen algunos
teóricos, ni siquiera hacer el caos comprensible. Dudamos de todo siempre,
incluso de la lógica. El escritor tiene que ser escéptico. Tiene que estar
contra la moral y las buenas costumbres. Propercio puede haber tenido el pudor
de contar ciertas cosas que sus ojos vieron, pero sabía que la poesía busca su
mejor materia en las ‘malas costumbres’ (véase Paul Veyne). La poesía, el arte
en fin, trasciende los criterios de utilidad y nocividad, incluso los de
comprensibilidad. Todo lenguaje muy inteligente es mentiroso”. Y a renglón
seguido, añade: “Estoy diciendo esto hoy, pero no aseguro que dentro de un mes
crea aún en esta o en cualquier otra afirmación, pues tengo la buena cualidad
de la incoherencia”. Oh, dioses y demonios, esto es música para mis oídos: “la
buena cualidad de la incoherencia”.
Y me gustó la siguiente frase que me
sirve para escudarme finalmente en mis escritos y poder concluir por hoy: “Fonseca
dice que un escritor debe tener el coraje para mostrar lo que la mayoría de la
gente teme decir.”
Amén, por hoy.
[1]
http://www.taringa.net/post/info/12027393/Indios-Hopi-Las-9-predicciones-del-fin-del-mundo.html
[3] “Tello
Garrido nos narra un comentario que le hizo Fonseca durante una visita a México
sobre los motivos que lo llevan a mantenerse al margen de los reflectores
literarios: Al parecer Rubem Fonseca prefiere pensar que un escritor puede
decir todo lo que a él le parezca importante, independientemente de lo que los
lectores puedan opinar al respecto, pero siempre a través de sus obras y no
como personaje público que dicta sentencias en cuanto tiene un micrófono
enfrente. Él mismo me comentó después que John Updike le había dicho alguna vez
que la fama es como una máscara que los hombres suelen ponerse, y que resulta
peligrosa porque devora el rostro original, le impone gestos, niega la
identidad de quien se la ha echado encima.” (Wikipedia)
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