Usted está a mi merced
Porque yo estoy
escogiendo
todas las palabras que
la forman,
así como el orden de
aparición.
Grafiti
Somos inmortales si pensamos que vamos de vida en vida, de un
tiempo en otro, pero somos tan mortales que la inmortalidad nos parece mentira.
Y eso me lleva a pensar: Y si todo esto que llamamos vida es una mentira? Y si
no hay inmortalidad? Otros se preguntarán: Y si no hay vida? Si estamos
viviendo una mentira?
Me lleva el pensamiento a aquellos cuentos, increíbles por
demás, que dicen que somos meros juguetes de la imaginación de un niño que a su
vez está leyendo un cuento y sólo somos parte de ese cuento, en la parte de la
historia que nos hace reales y luego, dejamos de serlo.
Entonces solo somos letras de palabras ajenas, ni siquiera
somos nosotros por nuestras propias palabras o imaginaciones y no nos
inmortalizamos por nuestras propias palabras, sino por palabras de quien
escribe nuestra historia o escribe una historia en la que nos involucra, sin
nuestro consentimiento.
Y entonces, como personaje transitorio de un cuento, no
existimos y todo se reduce a una mentira que deseamos convertir en verdad,
pretensión como la de Pinocho que de palo quería ser niño, de carne y hueso,
simple mortal, mientras que como Pinocho, por sí mismo, ya era inmortal.
Es una locura de pensamiento, pero y si todo eso fuera
verdad? Y si la mentira fuera verdad, porque la mentira no existe? Y viceversa,
igualmente válido.
Sólo queda pensar que nuestra farsa sea la mayor mentira,
como aquella que nos hará desaparecer, al momento en que al niño lector aquél
le dé sueño y termine la lectura, o le aburra el libro o llegue al final y
pronuncie ese impronunciable FIN que termina con la lectura y con la vida de
sus personajes.
Momento en que nace la esperanza que nos permita resucitar en
los ojos de otro lector, del mismo niño que pueda, por nuestro bienestar, no
tener otro cuento más o que le haya gustado hasta el cansancio o simplemente se
le ocurra nuevamente volver a abrir ese libro, para ojearlo por puro
aburrimiento, ojalá para releerlo, para que podamos revivir en toda nuestra
dimensión, porque de lo contrario, seguiremos siendo sólo palabras olvidadas en
un libro imaginario.
Y si todo esto es sólo mi imaginación?
Y si realmente no hubiera inmortalidad? Jesús fue inmortal? O
simplemente resucitó de entre los muertos, es decir, revivió, se aburrió de los
difuntos y decidió volver, no inmortalizado, porque inmortal lo es por su
propio nombre y divinidad, aparente contradicción, pero si Jesús no fuera en virtud
a su propia contradicción? Revivió, es decir vivió dos veces, ambas en nuestro
imaginario, o eso dicen los libros sagrados. Pero cómo corroborarlo?
Necesitamos entonces a Tomás, el eterno incrédulo, el hombre que necesitamos
para que nos ayude a dilucidar el asunto que nos ocupa. Pero él ya murió, no
creo que haya resucitado, ni revivido, simplemente anda muerto. Y si hubiera
reencarnado, sería yo? Ese eterno incrédulo?
Y por el contrario, si la inmortalidad existiera? Sería el
único caso en que sería válida la esperanza, de resto es sólo una frase más de
los retóricos, un espejismo para bobos, un horizonte que nadie ha alcanzado. Por
eso es inalcanzable la esperanza.
Y si la inmortalidad existiera? Para qué fregarse tanto en
esta vida? Para demostrarnos qué? Si ni siquiera tenemos conciencia de otra
vida, a duras penas tenemos conciencia de lo poco que somos, de lo que nos toca
sufrir, de la inutilidad de la vida, con todas sus contradicciones y
contradictores.
Y si la inmortalidad existiera, en qué cambia la vida? Si
existiera, vuelvo y me digo, para qué fregarse en esta vida? Mejor no sería
disfrutarla en toda su plenitud, bueno y malo, blanco y negro, porque de todos
modos, pase lo que pase en ésta, ya la otra está asegurada.
Me dirán, es que vino a esta vida a ser bueno y como bueno
que ha de ser, debe sufrir esa bondad, la persecución por ser bueno, soportar
el destino de los buenos, que no es tan bueno al final de cuentas. O vino a ser
malo, en ese caso, venga ese apretón de mano, porque vale todo y el bueno que
venga a interrumpir mi fatalidad, se verá con la suya, porque yo si no me lo
aguanto, porque precisamente soy malo y a eso he venido, a hacer y deshacer, a
mentir y engañar, a disfrutar las delicias de este edén del mal, por más pretensiones
que tengan los buenos.
Vino a aprender cosas nuevas, dirán. Como qué, diré. Ninguno
tendrá respuesta.
Vino a acabar de aprender lo que no aprendió en otra vida,
dirán. Como qué, diré. Y tampoco encontraré respuesta, por ninguno de los dos
lados, porque no me acuerdo de haber perdido el año, en otra vida.
Reencarnó para continuar su viaje, dirán. Cuál viaje, diré. Y
tampoco tendremos respuesta porque ni siquiera somos conscientes de esa agencia
de viajes llamada vida, ni de la anterior y menos de la que viene, según dirán.
Eres un hijo de dios, dirán. De cuál, diré. Y no sabrán
decírmelo, no sabrán cuál padre: Yahve, Dios, Alá, el sin nombre, el que no se
pronuncia, cuál? Y si el padre no es ese, sino el otro, el contrario? Satán,
Diablo, la fuerza, el Luzbel caído, cuál? Y si fueran ambos? Tampoco encontraré
respuesta, ni de ellos ni mía, porque esta pregunta sí que resulta odiosa.
Y si solo soy mi propia imaginación? Perdiste el año, me
dirán. Si es producto de su propia imaginación, parece que escogió mal, un
hombre invisible, en vez de haber sido el líder, el príncipe. Sí, la embarré,
diré. Corto de imaginación, la mía. En ese caso, eso me merezco, diré. Eso se
merece, dirán.
Y si no es? Me dirán. Pero soy, eso sí lo puedo asegurar, a
pesar de ser indiferente, invisible, indistinto, imperfecto, a pesar de no ser
inmortal, pellizcándome sé qué tan mortal soy, diré.
Y nadie me podrá contradecir, soy, en mi imaginación, en el
libro aquél, en las palabras que me forman, en la historia escrita por mí o por
alguien más, y la esperanza…
La única esperanza que desearía tener es la de poder tener
conciencia de quién soy realmente!
No, es usted quien está
a mi merced
porque tendrá que leerme
hasta que llegue a mi
fin.
Grafiti
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