viernes, 8 de julio de 2016

REFLEXION ES

Usted está a mi merced
Porque yo estoy escogiendo
todas las palabras que la forman,
así como el orden de aparición.

Grafiti


Somos inmortales si pensamos que vamos de vida en vida, de un tiempo en otro, pero somos tan mortales que la inmortalidad nos parece mentira. Y eso me lleva a pensar: Y si todo esto que llamamos vida es una mentira? Y si no hay inmortalidad? Otros se preguntarán: Y si no hay vida? Si estamos viviendo una mentira?

Me lleva el pensamiento a aquellos cuentos, increíbles por demás, que dicen que somos meros juguetes de la imaginación de un niño que a su vez está leyendo un cuento y sólo somos parte de ese cuento, en la parte de la historia que nos hace reales y luego, dejamos de serlo.

Entonces solo somos letras de palabras ajenas, ni siquiera somos nosotros por nuestras propias palabras o imaginaciones y no nos inmortalizamos por nuestras propias palabras, sino por palabras de quien escribe nuestra historia o escribe una historia en la que nos involucra, sin nuestro consentimiento.

Y entonces, como personaje transitorio de un cuento, no existimos y todo se reduce a una mentira que deseamos convertir en verdad, pretensión como la de Pinocho que de palo quería ser niño, de carne y hueso, simple mortal, mientras que como Pinocho, por sí mismo, ya era inmortal.

Es una locura de pensamiento, pero y si todo eso fuera verdad? Y si la mentira fuera verdad, porque la mentira no existe? Y viceversa, igualmente válido.

Sólo queda pensar que nuestra farsa sea la mayor mentira, como aquella que nos hará desaparecer, al momento en que al niño lector aquél le dé sueño y termine la lectura, o le aburra el libro o llegue al final y pronuncie ese impronunciable FIN que termina con la lectura y con la vida de sus personajes.

Momento en que nace la esperanza que nos permita resucitar en los ojos de otro lector, del mismo niño que pueda, por nuestro bienestar, no tener otro cuento más o que le haya gustado hasta el cansancio o simplemente se le ocurra nuevamente volver a abrir ese libro, para ojearlo por puro aburrimiento, ojalá para releerlo, para que podamos revivir en toda nuestra dimensión, porque de lo contrario, seguiremos siendo sólo palabras olvidadas en un libro imaginario.

Y si todo esto es sólo mi imaginación?

Y si realmente no hubiera inmortalidad? Jesús fue inmortal? O simplemente resucitó de entre los muertos, es decir, revivió, se aburrió de los difuntos y decidió volver, no inmortalizado, porque inmortal lo es por su propio nombre y divinidad, aparente contradicción, pero si Jesús no fuera en virtud a su propia contradicción? Revivió, es decir vivió dos veces, ambas en nuestro imaginario, o eso dicen los libros sagrados. Pero cómo corroborarlo? Necesitamos entonces a Tomás, el eterno incrédulo, el hombre que necesitamos para que nos ayude a dilucidar el asunto que nos ocupa. Pero él ya murió, no creo que haya resucitado, ni revivido, simplemente anda muerto. Y si hubiera reencarnado, sería yo? Ese eterno incrédulo?

Y por el contrario, si la inmortalidad existiera? Sería el único caso en que sería válida la esperanza, de resto es sólo una frase más de los retóricos, un espejismo para bobos, un horizonte que nadie ha alcanzado. Por eso es inalcanzable la esperanza.

Y si la inmortalidad existiera? Para qué fregarse tanto en esta vida? Para demostrarnos qué? Si ni siquiera tenemos conciencia de otra vida, a duras penas tenemos conciencia de lo poco que somos, de lo que nos toca sufrir, de la inutilidad de la vida, con todas sus contradicciones y contradictores.

Y si la inmortalidad existiera, en qué cambia la vida? Si existiera, vuelvo y me digo, para qué fregarse en esta vida? Mejor no sería disfrutarla en toda su plenitud, bueno y malo, blanco y negro, porque de todos modos, pase lo que pase en ésta, ya la otra está asegurada.

Me dirán, es que vino a esta vida a ser bueno y como bueno que ha de ser, debe sufrir esa bondad, la persecución por ser bueno, soportar el destino de los buenos, que no es tan bueno al final de cuentas. O vino a ser malo, en ese caso, venga ese apretón de mano, porque vale todo y el bueno que venga a interrumpir mi fatalidad, se verá con la suya, porque yo si no me lo aguanto, porque precisamente soy malo y a eso he venido, a hacer y deshacer, a mentir y engañar, a disfrutar las delicias de este edén del mal, por más pretensiones que tengan los buenos.

Vino a aprender cosas nuevas, dirán. Como qué, diré. Ninguno tendrá respuesta.

Vino a acabar de aprender lo que no aprendió en otra vida, dirán. Como qué, diré. Y tampoco encontraré respuesta, por ninguno de los dos lados, porque no me acuerdo de haber perdido el año, en otra vida.

Reencarnó para continuar su viaje, dirán. Cuál viaje, diré. Y tampoco tendremos respuesta porque ni siquiera somos conscientes de esa agencia de viajes llamada vida, ni de la anterior y menos de la que viene, según dirán.

Eres un hijo de dios, dirán. De cuál, diré. Y no sabrán decírmelo, no sabrán cuál padre: Yahve, Dios, Alá, el sin nombre, el que no se pronuncia, cuál? Y si el padre no es ese, sino el otro, el contrario? Satán, Diablo, la fuerza, el Luzbel caído, cuál? Y si fueran ambos? Tampoco encontraré respuesta, ni de ellos ni mía, porque esta pregunta sí que resulta odiosa.

Y si solo soy mi propia imaginación? Perdiste el año, me dirán. Si es producto de su propia imaginación, parece que escogió mal, un hombre invisible, en vez de haber sido el líder, el príncipe. Sí, la embarré, diré. Corto de imaginación, la mía. En ese caso, eso me merezco, diré. Eso se merece, dirán.

Y si no es? Me dirán. Pero soy, eso sí lo puedo asegurar, a pesar de ser indiferente, invisible, indistinto, imperfecto, a pesar de no ser inmortal, pellizcándome sé qué tan mortal soy, diré.

Y nadie me podrá contradecir, soy, en mi imaginación, en el libro aquél, en las palabras que me forman, en la historia escrita por mí o por alguien más, y la esperanza…

La única esperanza que desearía tener es la de poder tener conciencia de quién soy realmente!

No, es usted quien está a mi merced
porque tendrá que leerme
hasta que llegue a mi fin.

Grafiti


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