Mi
alter ego siguió insistiendo en cambiar de rumbo en la forma de escribir mi
blog. Con el tiempo he entendido que las cosas suceden, cuando suceden y por
ello, sin afán, cada vez que escribo dejo que las palabras que resultan sean
producto de su momento, independiente del aparente estado de ánimo con que es
escrito. Digo aparente porque, afortunadamente, voy escribiendo sin dejarme
llevar por pasión diferente a la de escribir, aunque en algunos temas, sí que me
dejo llevar, como habrán podido corroborar.
Un
amigo, al que volví a ver, fue otro que hizo el comentario de que mis blogs
estaban muy pesimistas, muy oscurantistas, muy propio de mí, según supo
concluir con su mirada.
En
el primer blog escribí que el objeto de escribir, era escribir para mí, con el
sentimiento que quisiera ponerle, indiferente al lector. Pero no sé si influyó
el deseo de aceptación, de lucirse o de hacer un paréntesis, para demostrar que
sí escribía bonito (¿) y hoy, por diversas razones me llevaron a recordar el
cuento que a continuación transcribo, escrito curiosamente un 11 de septiembre,
de 2001.
Tómenlo
como un descanso o si prefieren, paren acá y tomen un descanso a mis blogs y
esperen el siguiente, si eso place.
El mendigo o apariencias que engañan
Allí viene un mendigo con su presencia de mendigo
abandonado, vistiendo ropa sucia de diferentes colorines que impiden descubrir
el color original de su atuendo. Sucio como mendigo abandonado. En una mano con
su costal lleno de cachivaches que ni él sabe para qué han de servir; en la
otra, una lata de cerveza que a leguas se ve que contiene bóxer, ese disolvente
de rico aroma que les trastoca la mente y les hace vivir en un mundo de
ilusión, que les ayuda a evadir esa realidad en que viven, de esa mendicidad,
de ese mundo atroz que les rodea, de esa realidad en que están rodeados de “personas
de bien” que rehúyen de su propia presencia, de todos esos transeúntes que
le evaden en su andar, que ni siquiera les miran a los ojos porque son
invisibles a los suyos, que ni siquiera les consideran seres humanos...
Allí viene ese mendigo, con su figura de locura y
suciedad. En un principio cuando el ojo radar lo detecta produce la primera
reacción de alejamiento, es desechable y por eso produce esa reacción, la
reacción de la “gente de bien”. Un primer impulso lleva a esconder
cualquier objeto que pudiéramos tener a la vista ajena: reloj, arete, un sobre,
argolla, anteojos, cualquier cosa que tememos perder. Una vez protegida toda
nuestra materialidad viene el siguiente impulso, el del imán que rechaza a la
persona, por estar sucia, por ser aparentemente peligrosa, mendiga,
posiblemente loca y por... no ser “gente de bien”...
Venciendo todos esos resquemores, no me pregunte por
qué, el imán que tengo no lo rechaza de inmediato, por el contrario decido no
cambiar de rumbo, decido continuar el camino y pasar junto a ese mendigo... No
me pregunte por qué, pero la mano va hacia la moneda con intención de ser
entregada y el pensamiento decide dar esa moneda si ese mendigo la solicita. No
me pregunte por qué, pero así sucedió y de la unión de mano y pensamiento, como
en una relación de amor, la sonrisa afloró y el sentimiento de entrega,
pensamiento y sonrisa hacia ese mendigo se hizo sincero y le perdí el miedo, le
perdí el temor y con seguridad seguí el camino hacia el encuentro. No me
pregunte por qué...
Fue una sonrisa sincera la que le di y él...
...
Me miró a los ojos, unos ojos que no estaban tristes
sino que reflejaban una cierta alegría, sería la alegría de encontrarme...? -me dije, a manera de consuelo.
Se paró a mi lado mientras yo pasaba al lado suyo y
haciendo el ademán propio de un militar, con la seguridad de un militar, se
puso firmes mientras yo pasaba a su lado y mientras se ponía firmes, con voz
militar me dijo: SALUDOS JEFE! Y puso su mano en la frente, con saludo militar.
A continuación, volvió a la posición de descanso militar y agregó: QUE DIOS LO
BENDIGA JEFE... Y continuó su camino... y yo el mío... No me pidió una moneda,
me dio su bendición...
Foto: JHB (D.R.A.)
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