lunes, 11 de julio de 2016

MI YO, MI OTRO YO Y LOS DEMÁS

Mi pecado ha sido una tendencia irreprimible
a la divagación[1].


Sigo pensando en mis preguntas impertinentes. O más bien sigo pensando pendejadas, dirán algunos más letrados y conocedores. Pero antes de continuar, desde la mañana venía pensando en las contradicciones que uno mismo tiene, unas que se dicen de viva voz, otras que se ocultan en la caja de pandora, para que no sean escuchadas, por el temor de compartirlas y de que alguien conozca el secreto, secreto que nos llevaremos a la tumba, porque cada cual ha de tener su secreto en lo más recóndito del alma. Por eso no confesaré los míos ni espero conocer los de ustedes, es mejor así: “Nadie sabe muy bien  qué es lo que teme pero todo el que sabe, sabe que teme[2].

Aunque a mi favor, “Ninguna pregunta carece de mérito o es indigna de atención. Las preguntas son como las personas[3], y otra cosa que sí es cierta es que “La vida propia del secreto es desear escaparse: cuanto más grave es, más cuesta guardarlo.[4]

Pero bueno, dejo las disquisiciones que enredan aún más mi vida, como habrán notado y el problema es que efectivamente tengo un pensamiento saltarín que hace que efectivamente tenga en mi mente “una loca en la casa” y mientras no la aplaque, harán oídos sordos a mi alter ego que sigue insistiendo: “escriba cosas bonitas…”.

Y entonces brinco a otro tema que, como decía, estaba pensando esta mañana. Cuántos yoes[5] tengo en mi cabeza? Pensé inicialmente que era una pregunta deshonesta para conmigo mismo –Un pleonasmo? Dice el yo docto. Pero suena bonito! Replica mi yo poeta.- Soy uno –piensa el yo egoísta ya que con él también son uno!- y teóricamente soy uno –Pero uno bien curioso, replica el del sarcasmo. Dirá el sarcástico, precisa el elocuente-.

Si ven? Quiero escribir, pero me es imposible mantenerme concentrado en un tema, en el tema elegido, porque como acostumbro a dejar en libertad a todos los pensamientos, ellos son los que se me atraviesan e impiden que culmine… Me acabo de acordar que tengo por ahí reservados unos grafitis que coleccioné en su oportunidad, que son muy dicientes –dice el yo olvidadizo-:

Usted y yo, qué lástima,
únicamente podemos establecer
una comunicación en un solo sentido;
porque usted es una persona
y yo una simple frase.

Y pienso que en efecto, si bien cada pensamiento es una identidad, parodiando la trinidad -multiplicada a la ene potencia, precisa el calculador-, todos ellos soy yo, cada uno es fruto de mi conciencia y nace, cuando lo traigo a mi realidad –Puf! Se iluminó, dice mi yo que acostumbra a echar vainas y no es propiamente el sarcástico- Pero sigo:

El lector de esta frase
solamente existe cuando me lee.


Yo soy la corriente eléctrica
que va de neurona en neurona en su cerebro,
mientras usted lee la serie de letras
que forman esta frase y piensa en mí.


Esta frase inerte es mi cuerpo,
pero mi alma está viva
y baila en los chispazos de su cerebro.

Los anteriores grafitis definen la existencia de mis yoes, porque qué sería sin la neurona, sin la energía que se les imprime para que tomen vida propia y literalmente toman vida e individualidad en nuestra cabeza, en nuestra mente, en ese pequeño espacio que llamamos cerebro –y yo celebro también su existencia, dice el yo… ese, el que se cree muy gracioso-.

Para aquellos que no entienden francés,
la siguiente frase no significa nada:
"A ceux qui ne comprennet pas l'espagnol,
la phrase espagnole qui introduit ce passage
entre quille­ mets ne dit rien".

La ironía se hace presente en los siguientes:

Cuando usted no la mira,
esta frase está en francés.


Tuve que traducir esta frase al español
porque no la podía leer en sánscrito.

Y culmina el siguiente, que puede resultar el más diciente y preciso (Más de uno de los lectores lo ha pensado hace ratooo, dice el realista, y no de los grafitis, precisa):

Dejen de hacer grafitis tan maricas.  Atte. El papel

Y eso que también hay yoes disfrazados, o que operan bajo seudónimo, como aquél del sexto sentido, el de la intuición, el ángel y el malo, al que es mejor llamar malo y no demonio. Son todos esos pensamientos que nos llevan a cambiar de opinión a última hora, aquellos que nos soplan las respuestas antes de que acontezca el hecho.

Capítulo aparte también tienen esos yoes, como catalogarlos? Religiosos? Producto de la educación religiosa? Esos que se escudan en la fe, en la esperanza, que nos dicen que no nos rindamos, que nunca hay que rendirse, porque nunca habrá un nunca, así como nunca alcanzaremos el horizonte, sólo lo divisaremos, pero no lo probaremos, como fue el castigo impuesto a Moisés.

Otro inalcanzable el del mañana, porque “El mañana nunca muere[6].

El tímido (Ya se metió conmigo, dice); el arriesgado (pero qué es una montaña rusa?); el inseguro (yo que, yo no hice nada…) y así podría seguir la lista, porque creo que todos nosotros –plural que incluye al escritor de estas letras y a los lectores de ellas mismas-, a pesar de no haber divisado su alcance ni su presencia, nos hemos encontrado con todos ellos, hemos participado algunas veces de sus conversaciones, nos hemos infringido castigo (pero bien marica que fui…!), nos felicitamos a veces (Buena esa campeón!), pero los peores –espero que no me estén oyendo- son esos yoes odiosos, el buscapleitos, el depresivo, el deprimente, el retador, el mala gente, el mala leche y no sigo para no abrir esa caja de pandora a la que tanto tememos. Sin olvidar los egos napoleónicos y hitlerianos que también cargamos, como si el mundo girara exclusivamente a nuestro alrededor.

Tengo –en singular, hummm-  tantos yoes como pecados capitales, como obras de caridad y de misericordia tiene la madre iglesia, un híbrido de bien y mal y entre el bien y el mal, que nos lleva precisamente a ser contradictorios en ciertos momentos, como cuando se pretende el bien y podemos terminar haciendo el mal –el caso del yo celoso, por ejemplo y lo cito antes de que se despierte-. Muchas veces la reacción que esperan de uno resulta la contraria a lo esperado, en donde se funde bondad y maldad, sin explicación, porque eso somos, en eso consistimos.

Tengo tantos yoes y tan abundantes, que van del bobito al vivo, del excesivamente crédulo al incrédulo obsesionado, según el tema; del dictador fascista al penitente bondadoso. Es decir, soy un mar de ambigüedades! (Aplaude el poeta!)

Y por hoy, he desahogado otra pregunta inútil e impertinente, cuya respuesta no existe (piensa el pesimista).

Que no oiga el diablo, señor Ministro,
El diablo tiene tan buen oído que no necesita
que se le digan las cosas en voz alta,
Entonces que dios nos valga,
No vale la pena,
ése es sordo de nacimiento[7].




[1] Fernando Savater. Criaturas del Aire
[2] Fernando Savater. Criaturas del Aire
[3] Walsch, Neale Donald - Conversaciones con Dios 2
[4] Eliette Abécassis. Qumrám
[5] Tenía la duda de cuál era el plural de yo. Lo natural, que naturalmente no pensé pero que vi en revisión de internet es el nosotros, pero para el caso no cala. Me ayuda a no sentirme abusivo con el lenguaje: “2. Se emplea también como sustantivo que designa la propia personalidad individual. Su plural es yos o yoes ( plural, 1b): «Son tantos los yos que en mí murieron» (Tusquets Mar [Esp. 1978]); «Esta participación significa, por un lado, un trascender del yo hacia la instancia suprema, pero también un trascender hacia los demás yoes» (Aisenson Cuerpo [Méx. 1981])” http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=4xAX3ECMnD6xEwWR4V
[6] Título de película de James Bond.
[7] Ensayo sobre la lucidez. Saramago


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