Mi pecado ha sido una tendencia irreprimible
a la divagación[1].
Sigo
pensando en mis preguntas impertinentes. O más bien sigo pensando pendejadas,
dirán algunos más letrados y conocedores. Pero antes de continuar, desde la
mañana venía pensando en las contradicciones que uno mismo tiene, unas que se dicen
de viva voz, otras que se ocultan en la caja de pandora, para que no sean
escuchadas, por el temor de compartirlas y de que alguien conozca el secreto,
secreto que nos llevaremos a la tumba, porque cada cual ha de tener su secreto
en lo más recóndito del alma. Por eso no confesaré los míos ni espero conocer
los de ustedes, es mejor así: “Nadie sabe muy bien
qué es lo que teme pero todo el que sabe, sabe que teme”[2].
Aunque a mi favor, “Ninguna pregunta
carece de mérito o es indigna de atención. Las preguntas son como las personas”[3],
y otra cosa que sí es cierta es que “La vida propia del
secreto es desear escaparse: cuanto más grave es, más cuesta guardarlo.”[4]
Pero bueno, dejo las disquisiciones que enredan
aún más mi vida, como habrán notado y el problema es que efectivamente tengo un
pensamiento saltarín que hace que efectivamente tenga en mi mente “una loca en la casa” y mientras no la
aplaque, harán oídos sordos a mi alter ego que sigue insistiendo: “escriba cosas bonitas…”.
Y entonces brinco a otro tema que, como decía,
estaba pensando esta mañana. Cuántos yoes[5]
tengo en mi cabeza? Pensé inicialmente que era una pregunta deshonesta para
conmigo mismo –Un pleonasmo? Dice el
yo docto. Pero suena bonito! Replica mi
yo poeta.- Soy uno –piensa el yo
egoísta ya que con él también son uno!- y teóricamente soy uno –Pero uno bien curioso, replica el del
sarcasmo. Dirá el sarcástico, precisa
el elocuente-.
Si ven? Quiero escribir, pero me es imposible
mantenerme concentrado en un tema, en el tema elegido, porque como acostumbro a
dejar en libertad a todos los pensamientos, ellos son los que se me atraviesan
e impiden que culmine… Me acabo de
acordar que tengo por ahí reservados unos grafitis que coleccioné en su
oportunidad, que son muy dicientes –dice el yo olvidadizo-:
Usted y yo, qué
lástima,
únicamente
podemos establecer
una
comunicación en un solo sentido;
porque usted es
una persona
y yo una simple
frase.
Y pienso que en efecto, si bien
cada pensamiento es una identidad, parodiando la trinidad -multiplicada a la ene potencia, precisa el calculador-, todos ellos
soy yo, cada uno es fruto de mi conciencia y nace, cuando lo traigo a mi
realidad –Puf! Se iluminó, dice mi yo
que acostumbra a echar vainas y no es propiamente el sarcástico- Pero sigo:
El lector de
esta frase
solamente
existe cuando me lee.
Yo soy la
corriente eléctrica
que va de
neurona en neurona en su cerebro,
mientras usted
lee la serie de letras
que forman esta
frase y piensa en mí.
Esta frase
inerte es mi cuerpo,
pero mi alma
está viva
y baila en los
chispazos de su cerebro.
Los anteriores grafitis definen
la existencia de mis yoes, porque qué sería sin la neurona, sin la energía que
se les imprime para que tomen vida propia y literalmente toman vida e
individualidad en nuestra cabeza, en nuestra mente, en ese pequeño espacio que
llamamos cerebro –y yo celebro también su
existencia, dice el yo… ese, el que se cree muy gracioso-.
Para aquellos
que no entienden francés,
la siguiente frase
no significa nada:
"A ceux
qui ne comprennet pas l'espagnol,
la phrase
espagnole qui introduit ce passage
entre quille
mets ne dit rien".
La ironía se hace presente en
los siguientes:
Cuando usted no
la mira,
esta frase está
en francés.
Tuve que
traducir esta frase al español
porque no la
podía leer en sánscrito.
Y culmina el siguiente, que puede resultar el
más diciente y preciso (Más de uno de los
lectores lo ha pensado hace ratooo, dice el realista, y no de los grafitis, precisa):
Dejen de
hacer grafitis tan maricas. Atte. El papel
Y eso que también hay yoes disfrazados, o que
operan bajo seudónimo, como aquél del sexto sentido, el de la intuición, el
ángel y el malo, al que es mejor llamar malo y no demonio. Son todos esos
pensamientos que nos llevan a cambiar de opinión a última hora, aquellos que
nos soplan las respuestas antes de que acontezca el hecho.
Capítulo aparte también tienen esos yoes, como
catalogarlos? Religiosos? Producto de la educación religiosa? Esos que se
escudan en la fe, en la esperanza, que nos dicen que no nos rindamos, que nunca
hay que rendirse, porque nunca habrá un nunca, así como nunca alcanzaremos el
horizonte, sólo lo divisaremos, pero no lo probaremos, como fue el castigo impuesto
a Moisés.
Otro inalcanzable el del mañana, porque “El mañana nunca
muere”[6].
El tímido (Ya
se metió conmigo, dice); el arriesgado (pero
qué es una montaña rusa?); el inseguro (yo
que, yo no hice nada…) y así podría seguir la lista, porque creo que todos
nosotros –plural que incluye al escritor de estas letras y a los lectores de
ellas mismas-, a pesar de no haber divisado su alcance ni su presencia, nos
hemos encontrado con todos ellos, hemos participado algunas veces de sus
conversaciones, nos hemos infringido castigo (pero bien marica que fui…!), nos felicitamos a veces (Buena esa campeón!), pero los peores
–espero que no me estén oyendo- son esos yoes odiosos, el buscapleitos, el
depresivo, el deprimente, el retador, el mala gente, el mala leche y no sigo
para no abrir esa caja de pandora a la que tanto tememos. Sin olvidar los egos
napoleónicos y hitlerianos que también cargamos, como si el mundo girara
exclusivamente a nuestro alrededor.
Tengo –en singular,
hummm- tantos yoes como pecados
capitales, como obras de caridad y de misericordia tiene la madre iglesia, un
híbrido de bien y mal y entre el bien y el mal, que nos lleva precisamente a
ser contradictorios en ciertos momentos, como cuando se pretende el bien y podemos
terminar haciendo el mal –el caso del yo celoso, por ejemplo y lo cito antes de
que se despierte-. Muchas veces la reacción que esperan de uno resulta la
contraria a lo esperado, en donde se funde bondad y maldad, sin explicación,
porque eso somos, en eso consistimos.
Tengo tantos yoes y tan abundantes, que van del
bobito al vivo, del excesivamente crédulo al incrédulo obsesionado, según el
tema; del dictador fascista al penitente bondadoso. Es decir, soy un mar de
ambigüedades! (Aplaude el poeta!)
Y por hoy, he desahogado otra pregunta inútil e
impertinente, cuya respuesta no existe (piensa el pesimista).
Que no oiga
el diablo, señor Ministro,
El diablo
tiene tan buen oído que no necesita
que se le
digan las cosas en voz alta,
Entonces
que dios nos valga,
No vale la
pena,
ése es
sordo de nacimiento[7].
[1] Fernando Savater. Criaturas del Aire
[2] Fernando Savater. Criaturas del Aire
[3] Walsch, Neale
Donald - Conversaciones con Dios 2
[4] Eliette Abécassis. Qumrám
[5] Tenía la duda de cuál era el plural de yo. Lo natural,
que naturalmente no pensé pero que vi en revisión de internet es el nosotros,
pero para el caso no cala. Me ayuda a no sentirme abusivo con el lenguaje: “2. Se emplea también como sustantivo que designa la propia
personalidad individual. Su plural es yos o yoes (→ plural, 1b): «Son tantos los yos que en mí murieron» (Tusquets
Mar [Esp. 1978]); «Esta participación significa, por un
lado, un trascender del yo hacia la instancia suprema, pero también un
trascender hacia los demás yoes» (Aisenson Cuerpo [Méx. 1981])”
http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=4xAX3ECMnD6xEwWR4V
[6] Título de
película de James Bond.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario