miércoles, 8 de febrero de 2017

LA SAL DE LA TIERRA


Ningún diablo, ningún demonio podrá
igualar nunca al hombre en su maldad.[1]

Un documental de este nombre trata sobre la vida del fotógrafo brasileño, aunque vivido en Francia, Sebastiao Salgado, de cómo llegó a la fotografía, de los estadios que pasó y captador de la historia de la humanidad. Pasa por todos los temas y concreta en dos que me causaron el impacto necesario para escribir este blog. Animales y humanos.

Si les asalta la duda, nada más es poner al doctor gugol en imágenes y si la mayoría de fotos no los conmueve, estamos jodidos! (Puede verse también el documental en Netflix o National Geografic, http://www.ennetflix.mx/la-sal-de-la-tierra/19416).

Animales desgarrados, cazados y sacrificados por su mayor depredador, el hombre. Hombres desgarrados, cazados y sacrificados por su mayor depredador, el hombre. Y un tema recurrente, los desarraigados, los exiliados, los desplazados, hombres y familias huyendo de otros hombres.

Y el tema, con los años se vuelve efectivamente recurrente, eternamente presente al punto que ya no nos conmueve, no nos emociona, salvo que algún niño pida conocer a un jugador de fútbol (y se nos derraman las lágrimas por el niñito de Alepo que lo quería conocer: cosa más bella! O la foto del niñito muerto abandonado en la playa al no poder cruzar el Mediterráneo o la del africano en puros huesos o la famosa de Vietnam, desgarradora de la niña desnuda y destrozada en el alma corriendo por una carretera). Pero de resto, el panorama ya es cotidiano, ya es noticia que no conmueve, no emociona, no conmociona, no emberraca, no es noticia. Como dijo alguien, perdimos la capacidad de sorprendernos.

Y el desarraigado, el exiliado, el desplazado, queda anulado, queda encerrado, queda pordebajiado, aquí y en Europa, Asia o África, en cualquier lugar, incluso muchos de los que fueron a buscar el paraíso donde los gringos, los hoy agringados se sienten con poder de desplazar a los que vienen detrás de ellos.

Nos acostumbramos a ellos, convivimos con ellos, con las noticias, por más desgarradoras sólo podemos pensar en: qué vaina, a dónde va a parar este mundo! Porque es por allá, bien lejos. Perdimos la capacidad de sorprendernos, perdimos la posibilidad de redimir a la raza humana, de sentir el dolor ajeno.

Eterna contradicción.

Sin ir demasiado lejos, Colombia es un pueblo actualmente de desplazados, de esos que se quedaron en el tugurio porque no tuvieron a dónde más ir. Y siendo desplazados, ni pidiendo limosna pudieron sobrevivir, sólo lo lograron a punta de droga –de la más ordinaria del mercado-, del robo y del saqueo y naturalmente hoy nos quejamos.

Que cuántos son? No tenemos ni idea, porque pareciera que los de aquí no cuentan, en Colombia los desplazados no cuentan porque no están llegando en oleadas a Europa o donde los gringos.

Y para adicionar, otro documental: Terra (http://www.ennetflix.mx/terra/23284) muy bueno, “Este impresionante documental reflexiona sobre nuestra relación con las demás criaturas vivientes mientras la humanidad se aleja cada vez más de la naturaleza”, del tiempo que la tierra ha demorado en avanzar, en evolucionar, para que el ser humano, el homo sapiens de la naturaleza, lo esté agotando, destruyendo, inutilizando en tan corto tiempo, que cuando realmente se quiera reaccionar, no con los pañitos tibios que ahora le ponen los gobiernos, según su antojo, según su interés, se den cuenta que ya es tarde y eso ocurrirá dentro de unos cien o ciento cincuenta años, lástima que ya no estaré para poderles decir, se los dije, pero como a uno nadie le para bolas!


Si el eterno castigo del ser humano es reencarnar espero que no me toque para esa época, porque tampoco me creerán cuando les diga: yo lo advertí, en otra vida!

Pero también me asalta la contradicción. Sin níquel, sin cobre, sin hierro, sin coltán, sin sal, carbón, petróleo y no sigo, qué tanto habríamos evolucionado? A los dueños de esas fábricas, minas y explotaciones qué les puede importan la emisión de gases, si tienen que extraerlo, a como dé lugar y ellos dan tantos trabajos directos, tantos indirectos y si yo fuera el gerente de alguna de ellas, supongo que lo que menos me interesan son las emisiones, tengo que cumplir mi cuota, tengo que lograr mis metas, a como dé lugar; si no lo hace usté, lo hará otro, en la calle hay así de gente que le encantaría tener ese puesto… y patatín y patatán. Entonces me lavo las manos con jabón Herodes, el Grande, digo, Pilatos, aunque eran los mismos, el uno romano, el otro judío, el uno poniendo metas, el otro a cumplirlas, eterno conflicto de siempre, todo rodando como un tornillo sinfín. O piénsese en las grandes fortunas desde Morgan, Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt, Ford, para mencionar solo los gringos, donde plata es plata y el resto estupidez, si se vieron la serie de las grandes fortunas de History. Y los países, protegiéndolos, con promesas a largo plazo, que en veinte años vamos a bajar un 1% de las emisiones y el otro que se compromete que en treinta años le bajaran medio punto más y así nadie con cojones, porque hay que proteger la inversión, más si es extranjera.   

Somos un mar de contradicciones, de manipulaciones, de depredadores y los que pontificamos, lo hacemos porque no podemos hacer nada y los que deberían tomar decisiones, no pueden, ya están vendidos. Por lo tanto, sigan feriando este planeta, que ya casi llega a su final, mucho antes de lo pensado y, como dije, si estoy condenado a la reencarnación, espero que sea en otro planeta o lugar de energía más favorable, donde pueda ser el rey!

He dicho!

Foto: JHB (D.R.A.)


[1] Eliette Abécassis. Qumrám.

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