Ningún diablo, ningún demonio podrá
igualar nunca al hombre en su maldad.[1]
Un documental de este
nombre trata sobre la vida del fotógrafo brasileño, aunque vivido en Francia,
Sebastiao Salgado, de cómo llegó a la fotografía, de los estadios que pasó y
captador de la historia de la humanidad. Pasa por todos los temas y concreta en
dos que me causaron el impacto necesario para escribir este blog. Animales y
humanos.
Si les asalta la duda, nada
más es poner al doctor gugol en imágenes y si la mayoría de fotos no los
conmueve, estamos jodidos! (Puede verse también el documental en Netflix o
National Geografic, http://www.ennetflix.mx/la-sal-de-la-tierra/19416).
Animales desgarrados,
cazados y sacrificados por su mayor depredador, el hombre. Hombres desgarrados,
cazados y sacrificados por su mayor depredador, el hombre. Y un tema
recurrente, los desarraigados, los exiliados, los desplazados, hombres y
familias huyendo de otros hombres.
Y el tema, con los años se
vuelve efectivamente recurrente, eternamente presente al punto que ya no nos
conmueve, no nos emociona, salvo que algún niño pida conocer a un jugador de
fútbol (y se nos derraman las lágrimas por el niñito de Alepo que lo quería
conocer: cosa más bella! O la foto
del niñito muerto abandonado en la playa al no poder cruzar el Mediterráneo o
la del africano en puros huesos o la famosa de Vietnam, desgarradora de la niña
desnuda y destrozada en el alma corriendo por una carretera). Pero de resto, el
panorama ya es cotidiano, ya es noticia que no conmueve, no emociona, no
conmociona, no emberraca, no es noticia. Como dijo alguien, perdimos la
capacidad de sorprendernos.
Y el desarraigado, el
exiliado, el desplazado, queda anulado, queda encerrado, queda pordebajiado,
aquí y en Europa, Asia o África, en cualquier lugar, incluso muchos de los que
fueron a buscar el paraíso donde los gringos, los hoy agringados se sienten con
poder de desplazar a los que vienen detrás de ellos.
Nos acostumbramos a ellos,
convivimos con ellos, con las noticias, por más desgarradoras sólo podemos
pensar en: qué vaina, a dónde va a parar
este mundo! Porque es por allá, bien lejos. Perdimos la capacidad de
sorprendernos, perdimos la posibilidad de redimir a la raza humana, de sentir
el dolor ajeno.
Eterna contradicción.
Sin ir demasiado lejos,
Colombia es un pueblo actualmente de desplazados, de esos que se quedaron en el
tugurio porque no tuvieron a dónde más ir. Y siendo desplazados, ni pidiendo
limosna pudieron sobrevivir, sólo lo lograron a punta de droga –de la más
ordinaria del mercado-, del robo y del saqueo y naturalmente hoy nos quejamos.
Que cuántos son? No tenemos
ni idea, porque pareciera que los de aquí no cuentan, en Colombia los
desplazados no cuentan porque no están llegando en oleadas a Europa o donde los
gringos.
Y para adicionar, otro documental: Terra (http://www.ennetflix.mx/terra/23284) muy bueno, “Este
impresionante documental reflexiona sobre nuestra relación con las demás
criaturas vivientes mientras la humanidad se aleja cada vez más de la
naturaleza”, del tiempo que la tierra ha demorado en avanzar, en evolucionar, para
que el ser humano, el homo sapiens de la naturaleza, lo esté agotando,
destruyendo, inutilizando en tan corto tiempo, que cuando realmente se quiera
reaccionar, no con los pañitos tibios que ahora le ponen los gobiernos, según
su antojo, según su interés, se den cuenta que ya es tarde y eso ocurrirá
dentro de unos cien o ciento cincuenta años, lástima que ya no estaré para
poderles decir, se los dije, pero como a
uno nadie le para bolas!
Si el eterno castigo del
ser humano es reencarnar espero que no me toque para esa época, porque tampoco
me creerán cuando les diga: yo lo
advertí, en otra vida!
Pero también me asalta la
contradicción. Sin níquel, sin cobre, sin hierro, sin coltán, sin sal, carbón,
petróleo y no sigo, qué tanto habríamos evolucionado? A los dueños de esas
fábricas, minas y explotaciones qué les puede importan la emisión de gases, si
tienen que extraerlo, a como dé lugar y ellos dan tantos trabajos directos,
tantos indirectos y si yo fuera el gerente de alguna de ellas, supongo que lo
que menos me interesan son las emisiones,
tengo que cumplir mi cuota, tengo que lograr mis metas, a como dé lugar; si no
lo hace usté, lo hará otro, en la calle hay así de gente que le encantaría
tener ese puesto… y patatín y patatán. Entonces me lavo las manos con jabón
Herodes, el Grande, digo, Pilatos, aunque eran los mismos, el uno romano, el
otro judío, el uno poniendo metas, el otro a cumplirlas, eterno conflicto de
siempre, todo rodando como un tornillo sinfín. O piénsese en las grandes
fortunas desde Morgan, Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt, Ford, para mencionar
solo los gringos, donde plata es plata y el resto estupidez, si se vieron la
serie de las grandes fortunas de History. Y los países, protegiéndolos, con
promesas a largo plazo, que en veinte años vamos a bajar un 1% de las emisiones
y el otro que se compromete que en treinta años le bajaran medio punto más y
así nadie con cojones, porque hay que proteger la inversión, más si es
extranjera.
Somos un mar de
contradicciones, de manipulaciones, de depredadores y los que pontificamos, lo
hacemos porque no podemos hacer nada y los que deberían tomar decisiones, no
pueden, ya están vendidos. Por lo tanto, sigan feriando este planeta, que ya
casi llega a su final, mucho antes de lo pensado y, como dije, si estoy
condenado a la reencarnación, espero que sea en otro planeta o lugar de energía
más favorable, donde pueda ser el rey!
He dicho!
Foto: JHB (D.R.A.)
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